
“En aquellos
días, el sol se oscurecerá,
la luna dejará
de brillar,
las estrellas
caerán del cielo
y los astros se
conmoverán.”
Y aún cuando la
humanidad ante el fin de este mundo conocido, se traslade a otra galaxia, esa
será otra humanidad, sí o sí volverá a vivir esta experiencia en otro lugar,
pero la misma experiencia al fin. Porque ninguna persona puede prolongarse
materialmente de manera indefinida: “no pasará esta generación sin que sucedadn
estas cosas”, dice hoy Jesús.
Pero el fin que
supone un sol oscuro, una luna sin brillo, estrellas caídas y astros
conmovidos, supone a su vez un comienzo también inevitable e inconfundible:
Pero la esencia
de toda esta transformación estelar, no son los hombres, sino “…se
verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria…”
Es Jesús, que habiendo pasado de la oscuridad de la muerte brilla ahora
resucitado junto al Padre y viene a nosotros como una realidad nueva y libre de
todos los condicionamientos de una creación afectada por el pecado y la muerte.
“Cristo, …después de haber
ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la
derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus
pies.” Todo lo que nos
afecta cesará y todo lo que nos da vida resplandecerá. Ese es el gran acontecimiento
que inaugura Jesús abriendo los cielos y dejándonos verlo venir hacia nosotros
como un acontecimiento definitivo.
Y esta visión
definitiva, que pareciera no afectarnos en este momento, es esencial tenerla en
cuenta una y otra vez para encaminarnos hacia esa visión. Porque cuando el Hijo
del hombre, Jesús Glorioso, se deje ver, “…él enviará a los ángeles para que
congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al
otro del horizonte…”
Su aparición
definitiva es nuestra comvocatoria definitiva a estar a su lado. La
experiencioa de la dispersión llegará a su fin, y comenzará para siempre la
experiencia de la congregación, del estar junto a Él, con Él…
Y en esa
convocatoria de Jesús Glorioso:
“Los hombres prudentes resplandecerán
como el resplandor del firmamento,
y los que hayan enseñado a
muchos la justicia brillarán como las estrellas,
por los siglos de los siglos.”
Caidos los
astros y aparecido el Astro Definitivo, la Luz que no tiene ocaso, Jesús
Glorioso, es a los hombres que lo han seguido y que han permanecido con Él y en
vela esperándolo a quienes les toca resplandecen, a quienes les toca brillar
como Él, con Él. Ellos son los que irradia de modo definitivo la Luz que es ese
Jesús Resucitado y Glorioso en sus vidas en medio del mundo.
Si los hombres que
se han hecho discípulos de este Jesús, aprenden y asumen su condición, les toca
a ellos ahora iluminar con Él. Los hombres deberán para eso haber pasado por
una trasformación que se haga carne en ellos mismos, serán así “hombres
prudentes” y ‘maestros de justicia’.
Estos son
hombres que han alcanzado la virtud de la prudencia, por eso se los llama hombres
prudentes y maestros de justicia, no a veces sino como un calificativo esencial
de su condición humana.
Recurramos a la
RAE, para asumir el significado de estas palabras y nuestra comunicación sea en
el mismo sentido:
Recordemos que
la prudencia
es:
1. Templanza, cautela, moderación.
2. Sensatez, buen juicio.
3. Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.
Y que la justicia es:
1. Principio
moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
2. Derecho,
razón, equidad.
3. Conjunto de
todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene.
4. Aquello que
debe hacerse según derecho o razón.
No debemos
confundirnos en esto, ya que es en eso y no en otra cosa en las que debemos
ejercitarnos al ritmo que late nuestro corazón y nuestros pulmones respiran.
Sólos los discípulos prudentes y justos podrán sacarnos de la encrucijada de la
confusión y el desorden en que la humanidad cae en cada generación.
Así el hombre
virtuoso se vuelve un hombre que irradia, un verdadero astro en el firmamento
de los hombres junto a Jesús Resucitado y Glorioso, Luz de Luz.
Mientras este
tiempo llega vivimos según ese tiempo y ese modelo para que “se
haga su voluntad ya en la tierra como se hace en el cielo.”
Así no habrá
ninguna dilación entre el fin de lo viejo y el comienzo de lo Nuevo. Porque lo
que da fin a lo viejo es la entrada en vigencia de lo Nuevo y Definitivo de una
vez y para siempre. “Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Invóquenme y los
escucharé y pondré fin a su cautiverio” (Jer
29, 11.12.14), “ya que la felicidad plena y duradera consiste
en servirte a ti, fuente y origen de todo bien.” (Oración Colecta).
Este es pues, tiempo de hombres prudentes y maestros de justicia. ¿Estamos en la Prundencia y en la Justicia?
¿O nos hallamos ocupado en otras ocupaciones y en el ejercicio de otros
ilusorias virtudes humanas?
P. Sergio-Pablo
Beliera