lunes, 31 de agosto de 2009

HOMILÍA 22º DOMINGO DURANTE EL AÑO, CICLO B, 30 DE AGOSTO 2009

Uno podría preguntarse ¿en qué consiste la verdadera práctica? ¿qué nos hace practicantes? O ¿Qué es ser practicante?
Uno de los aspectos significativos es que quien practica deja que Dios practique en él. Que Dios esté activo en el.
Un segundo aspecto significativo es que uno pasa a la acción como tendencia primordial. Es el “amor en acción” de Madre Teresa.
Como síntesis de ambos aspectos, podríamos decir que practicante, es aquel que vive en una acción con sentido de Otro y otros en sí y de el en el mundo.
Pero a esta postura se le presentan algunos prejuicios o preconceptos, sobre la acción que no nos permite darle más despliegue:
1.- La acción sucede afuera…
2.- La acción es lo que yo hago…
A esto podemos responder que: la acción también sucede adentro, o más bien, la acción comienza adentro porque adentro se define el sentido y el rumbo de la acción. Como dice hoy san Pablo: “Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.” Si nuestra interioridad está habitada y unida a la Vida de Jesús en mí, entonces las posibilidades de acción son imparables.
Tan es así que el 75 % se define dentro:
Primero, pensar bien (25%)
Segundo, querer bien (25%)
Tercero, sentir bien (25%)
Cuarto, hacer bien (25%)
Jesús nos devuelve a la realidad mas importante, la “interioridad en acción”, una interioridad habitada por El, por mí y por los otros. Quien habite su interioridad vivirá con sentido y su vida se desplegará en el sentido que se merece. “Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen…” dice con sabiduría única Jesús.
Pero además, la primera acción y fundamental, es la que dejo hacer a Dios en mí, sin restricciones y a pleno. Dios es quien mejor sabe hacer en la interioridad y a Él le pertenece la iniciativa. El nos ha dejado la iniciativa del afuera, mientras se ha reservado prudentemente la iniciativa del adentro, donde las cosas son concebidas y nacen.
Dios no se engaña y no nos engaña, la ley del interior es la regla de oro de cualquier ley humana. Ninguna ley humana puede violentar o disminuir la dimensión de la ley interior sin desnaturalizar el orden verdadero de la condición humana. De ahí la clara advertencia de que ninguna ley humana es más realista, conveniente y adecuada que la ley de Dios “Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”. El hombre no puede exigirse a sí mismo y a los otros hombre ni menos ni más que lo que Dios le ha mandado. ¿Qué hacen todas esas leyes humanas distorsionantes en nuestra vida cotidiana de sociedad?
Las sociedades deben aprender de esta forma de ser que Dios a impreso a la condición humana. Las leyes humanas pueden ser un arma peligrosa si no remiten a esta condición interior del hacer humano. Si las leyes privan al ciudadano de su condición de ser pensante, de su condición ser de voluntad, de su condición ser de sentimientos, de su condición de ser activo en su hacer; se vuelven contra la libertad del hombre, que ni Dios se atreve a violar.
El hombre que vive en su condición de “interioridad en acción”, es un hombre que despliega su condición de pensar en todas sus dimensiones. Nada puede ser más urgente que pensar antes de actuar, o dicho de otro modo, que empezar a actuar pensando. “Lo voy a pensar”, es el terror de cualquier padre e hijo contemporáneo… porque nos abre a un terreno inexplorado. E inimaginable que ese pensar sea pensar con Dios… sin embargo allí se encuentra el misterio de la mejor decisión.
Solo así, se abre el espacio para saber que quiero, si lo quiero y como lo quiero… ¿Inimaginable pensar que podemos hurgar en el querer como quiere Dios, para querer con Él y como Él? Distanciados del querer que cruza a todos los hombres y que nace en el querer de Dios, nos alejamos unos de otros al punto de la discordia.
De ahí la posibilidad de un sentir pleno que nos haga encontrar un sentir común. Sentir no es un acto privativo e individualista que haga que el sentir de uno sea diametralmente opuesto al sentir del otro. Si sentimos según una interioridad purificada, nuestro sentir será una comunión de sentimientos con Dios y con los demás.
Entonces nuestra acción será acción de amor, o amor en acción que nos permita hacer el bien y hacer bien. Cuando nuestro hacer nos está bien hecho y además no produce bienes estamos lejos de nuestro verdadero lugar.
No desatendamos pues, la advertencia de Jesús: Escúchenme todos y entiéndanlo bien…”
P. Sergio Pablo Beliera