domingo, 17 de junio de 2012

HOMILÍA 11° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 17 DE JUNIO DE 2012


HOMILÍA 11° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 17 DE JUNIO DE 2012
“con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender…”
Comunicar es una experiencia esencial a todo hombre. Todos de una u otra manera somos anunciantes. Portadores de Buena Noticia. Y más aún para el creyente, porque lo que comunica es trascendente. No nos anunciamos a nosotros mismos sino que anunciamos la Palabra con mayúscula.
En una ciudad llena de anuncios uno puede preguntarse cuales verdaderamente importan, cuales verdaderamente merecen mi atención. Adquirir capacidad de comprensión de los mensajes y de quienes los emiten y porque es primordial. Podríamos preguntarnos entonces:
¿De que manera yo hablo de lo que mas me importa?
¿Que tengo para comunicar a los demás?
¿Que mensaje importante tengo para transmitir?
Ahora el que anuncia tiene en cuenta a los que les anuncia. Su mensaje va dirigido a oyentes que debe llegar y que deben comprender. Así, el que anuncia debe comprender a sus oyentes para que estos puedan comprender su mensaje.
¿Busco formas adecuadas a mi mensaje para comunicarme con los otros?
Vale la pena que cada uno de nosotros se mire como oyente de la Palabra. Como aquel a quien Jesús dirige su palabra de manera personal. Como aquel de quien Jesús se preocupa de anunciarle la Palabra.
¿Cual o cuales han sido las palabras de Dios que puedo reconocer en mi vida?
¿Que valores del reino me comunica Jesús a mi?
¿Experimento la siembra de Jesús en mi? ¿De que manera?
¿Con que actitudes escucho la palabra?
¿Como y cuanto me dedico a la palabra?
Jesús a dedicado su vida a escuchar la Palabra y a experimentar la siembra del Padre en el. Así, 30 años de su vida fueron dedicados a la escucha y solo 3 al anuncio. Podríamos decir que durante esos prolongados años la semilla de la Palabra fue acogida y hospedada en la tierra de su vida cotidiana de escucha orante, trabajo orante y convivencia orante. La tierra de su corazón creyente fue desarrollando por sí misma el crecimiento de la persona que llegaríamos a conocer.
¿Existe en mi la misma proporción de escucha y de anuncio?
¿Genero cobijo y serenidad?
¿Soy alguien en el que los demás puedan anidar y crecer?
Jesús con sus palabras pone de manifiesto que tenia una relación muy asiduas y profunda con la Palabra. Toda su existencia se devela a la luz de la Palabra histórica de Dios a su pueblo. Jesús constantemente nos remite a ella como modo de comprenderlo y aceptarlo. ¿Soy como Jesús un creyente de la Palabra y leo los acontecimientos de mi existencia a la luz de ella?
En Jesús la Palabra histórica de Dios a llegado a su plenitud y cumplimento. En Él podemos ver realizado todo lo anunciado. Es importante ser una prolongada escucha y un conciso anuncio en que los otros puedan encontrar cobijo y paz.
¿En que medida los demás pueden ver en mi la realización de las palabras de Dios?
¿Lleva mi vida a un hambre y sed de la Palabra de Dios para comprende la propia existencia a la luz de su designio amoroso?
¿O vida y Palabra en mi crecen por separado y de manera despareja?
Todos nosotros estamos llamados a estar disponibles para la siembra. Y si disponibles a la siembra, disponible a la acogida de la semilla y su crecimiento en nosotros. Disponibles a un crecimiento que por un lado depende de Dios que siembra y por otro lado de mi persona que acoge y da lugar al crecimiento. Por eso mismo, debemos trabajar la disposición para la siembra y la disposición para el crecimiento. Trabajar nuestro querer ser y por eso dejar hacer. Quiero ser, quiero hacer.
Así, por un lado oyente de la Palabra, anunciante de la Palabra y crecimiento y cobijo por el otro, están llamados a conjugarse en una unidad sistemática en cada uno de nosotros y en la comunidad de vida y fe que conformamos. Por supuesto que todo comienzan con el binomio oyente – crecimiento, que luego dará lugar al binomio anunciante – cobijo. Dios confía en la obra de sus manos que somos cada uno de nosotros al anunciarnos: “Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas.”

P. Sergio Pablo Beliera