HOMILÍA
11° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 17 DE JUNIO DE 2012
“con muchas parábolas como éstas les anunciaba
la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender…”
Comunicar es una experiencia esencial a todo
hombre. Todos de una u otra manera somos anunciantes. Portadores de Buena
Noticia. Y más aún para el creyente, porque lo que comunica es trascendente. No
nos anunciamos a nosotros mismos sino que anunciamos la Palabra con mayúscula.
En una ciudad llena de anuncios uno puede
preguntarse cuales verdaderamente importan, cuales verdaderamente merecen mi
atención. Adquirir capacidad de comprensión de los mensajes y de quienes los
emiten y porque es primordial. Podríamos preguntarnos entonces:
¿De que manera yo hablo de lo que mas me
importa?
¿Que tengo para comunicar a los demás?
¿Que mensaje importante tengo para transmitir?
Ahora el que anuncia tiene en cuenta a los que
les anuncia. Su mensaje va dirigido a oyentes que debe llegar y que deben
comprender. Así, el que anuncia debe comprender a sus oyentes para que estos
puedan comprender su mensaje.
¿Busco formas adecuadas a mi mensaje para
comunicarme con los otros?
Vale la pena que cada uno de nosotros se mire
como oyente de la Palabra. Como aquel a quien Jesús dirige su palabra de manera
personal. Como aquel de quien Jesús se preocupa de anunciarle la Palabra.
¿Cual o cuales han
sido las palabras de Dios que puedo reconocer en mi vida?
¿Que valores del reino
me comunica Jesús a mi?
¿Experimento la
siembra de Jesús en mi? ¿De que manera?
¿Con que actitudes
escucho la palabra?
¿Como y cuanto me
dedico a la palabra?
Jesús a dedicado su vida a escuchar la Palabra
y a experimentar la siembra del Padre en el. Así, 30 años de su vida fueron
dedicados a la escucha y solo 3 al anuncio. Podríamos decir que durante esos
prolongados años la semilla de la Palabra fue acogida y hospedada en la tierra
de su vida cotidiana de escucha orante, trabajo orante y convivencia orante. La
tierra de su corazón creyente fue desarrollando por sí misma el crecimiento de
la persona que llegaríamos a conocer.
¿Existe
en mi la misma proporción de escucha y de anuncio?
¿Genero
cobijo y serenidad?
¿Soy alguien en el que
los demás puedan anidar y crecer?
Jesús con sus palabras pone de manifiesto que tenia
una relación muy asiduas y profunda con la Palabra. Toda su existencia se
devela a la luz de la Palabra histórica de Dios a su pueblo. Jesús
constantemente nos remite a ella como modo de comprenderlo y aceptarlo. ¿Soy como Jesús un creyente de la Palabra y
leo los acontecimientos de mi existencia a la luz de ella?
En Jesús la Palabra histórica de Dios a llegado
a su plenitud y cumplimento. En Él podemos ver realizado todo lo anunciado. Es
importante ser una prolongada escucha y un conciso anuncio en que los otros puedan
encontrar cobijo y paz.
¿En que medida los
demás pueden ver en mi la realización de las palabras de Dios?
¿Lleva mi vida a un
hambre y sed de la Palabra de Dios para comprende la propia existencia a la luz
de su designio amoroso?
¿O vida y Palabra en
mi crecen por separado y de manera despareja?
Todos nosotros estamos llamados a estar
disponibles para la siembra. Y si disponibles a la siembra, disponible a la
acogida de la semilla y su crecimiento en nosotros. Disponibles a un crecimiento
que por un lado depende de Dios que siembra y por otro lado de mi persona que
acoge y da lugar al crecimiento. Por eso mismo, debemos trabajar la disposición
para la siembra y la disposición para el crecimiento. Trabajar nuestro querer
ser y por eso dejar hacer. Quiero ser, quiero hacer.
Así, por un lado oyente de la Palabra,
anunciante de la Palabra y crecimiento y cobijo por el otro, están llamados a
conjugarse en una unidad sistemática en cada uno de nosotros y en la comunidad
de vida y fe que conformamos. Por supuesto que todo comienzan con el binomio
oyente – crecimiento, que luego dará lugar al binomio anunciante – cobijo. Dios
confía en la obra de sus manos que somos cada uno de nosotros al anunciarnos: “Él echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro.
Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas.”
P. Sergio Pablo Beliera