domingo, 16 de junio de 2013

Homilía 11º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 16 de junio de 2013


Homilía 11º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 16 de junio de 2013
De un Dios de Gratitud todo existe y todo lo que existe es bello, amable, bueno, verdadero, imagen y semejanza de su esencia.
De hombres y mujeres llenos de gratitud se ennoblece nuestra humanidad, nuestra tierra, nuestra historia.
De ingratos está lleno el mundo, pasado, presente y futuro. No es una novedad.
El grato Abel y la grata anónima pecadora.
El ingrato David y el ingrato Simón.
Todos ellos nos representan a todos los que de una u otra forma estamos y vivimos así a veces.
La gratitud es el estado de lo divino.
Dios es gratitud…
Dios vive en la gratitud…
Dios transmite gratitud…
Dios irradia gratitud…
Dios transforma en gratitud…
Los hombres divinizados son gratos…
A Dios y a los hombres…
Los hombres divinizados viven en gratitud hacia Dios… Los hombres divinizados han sido transformados por la gratitud de Dios y todo lo transforman en gratitud a Dios.
Este estado divino nace en el silencio de la mirada.
¿Ves a esta mujer?”, pregunta Jesús a Simón.
Simón no ha podido ver, su mirada no es una verdadera mirada, es una mirada deformada, trastocada por lo que cree ver y por sus pensamientos que se hacen dueño de su mirada.
¡Ingratos los ojos que no pueden ver el amor que brota de un pecador arrepentido!
¡Ingratos los ojos que no pueden contemplar el encuentro de Dios Amor con su amada criatura!
¡Ingratos los ojos que se sujetan a la sospecha de un Dios demasiado bueno!
¡Ingratos los ojos que no se enternecen ante el arrepentimiento de quien movido por el Amor de Jesús, le da todo su amor en gestos concretos!
¡Ingratos los ojos que se consideran más puros que lo que contemplan!
¡Ingratos los ojos que no pueden ver el corazón sino la apariencia de lo que ya no es porque ha sido trocado en amor de gratitud!
¡Ingratos los ojos que ven sin la fe, sin la memoria de su propio corazón, de sus pensamientos, y de sus gestos y palabras y se ponen sobre los demás!
¡Que gratos son los ojos que lloran porque contemplan tanto amor!
¡Que gratos son ojos que se lanzan a los pies de Jesús porque traen la Paz!
¡Que gratos los ojos que contemplan la Misericordia encarnada en Jesús que se sienta a la mesa de los pecadores!
¡Que gratos los ojos que hacen secar con los propios cabellos los pies del Señor que seca nuestras lágrimas con su compasión y comprensión!
¡Que gratos los ojos de aquellos que pueden recobrar la pureza de besos y caricias sin fingimiento!
¡Que gratos los ojos que se dejan contemplar por la mirada pura de Jesús!
¡Que gratos los ojos de aquellos que se dejan mirar por las miradas prejuiciosas y devuelven amor silencioso y sin juicio!
¡Que grato los ojos de aquellos que pueden contemplar la mirada de Jesús mientras dice: Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en paz” y permanecer en silencio y paz!
“¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro...” Salmo 138, 7-8
Aquel que no conoce el amor gratuito puede desearlo, olvidarlo o despreciarlo. Esta mujer lo deseo, lo recordó y lo aprecio hasta exponerse por entero a ese amor gratuito y dar lo que había recibido en su corazón: las lágrimas de Jesús que la lavaban de toda impureza, los cabellos de Jesús que la secaban como una toalla la persona nueva, los besos de paz y de reconciliación de la Nueva Alianza y el perfume nuevo del amor gratuito con que la ungía como una hija amada reencontrada en el amor y puesta en paz.
Nuestro mundo herido por tantas miradas hirientes, necesita la mirada nueva de Jesús sobre los hombres. Necesita la mirada nueva de los hombres y mujeres contemplados por el amor de Jesús, puesta de manera sostenida sobre la mirada de Jesús. Porque no hay amor sin contemplación, no contemplación sin reconciliación.
Soy Amado-Amo, soy contemplado-contemplo y vivimos reconciliado.

P. Sergio-Pablo Beliera