domingo, 7 de septiembre de 2014

Homilía 23º Domingo Tiempo Ordinario Ciclo A 7 de septiembre de 2014

Una de las mayores colaboraciones humanas de unos para con otros, ha entrado en estado de crisis en el proceder diario y habitual de los cristianos. Nos hemos contagiado del espíritu del "no te metas", de "cada uno es responsable de sí mismo", del "déjalo ya se va a dar cuenta", de "ya es grande", o de "ya lo sabe", o "pero como no se va a dar cuenta", y también "cada uno tiene su posición válida"...
Y entonces pareciera que las palabras de Jesús hoy: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos..." Perdieron su valor, su vigencia, su originalidad. Como sí ya no debieran estar en nuestra memoria, en nuestra conciencia, y en nuestro comportamiento.
Nadie se atreve a decirlo directamente, pero sí a vivirlo abiertamente.
Yo creo aún en la corrección infatigable de unos a otros para bien de unos y otros como la obra de mayor caridad posible: "...el que ama a su prójimo tiene cumplido el resto de la ley."
No se porque ya no queremos ejercer el servicio de la mutua reconciliación. En el matrimonio, en la familia, y en las comunidades vive el espíritu del cansancio de unos con otros. ¿Qué pasa?
Todos publicamos libremente nuestros enojos y volvemos muy lentamente de nuestros rencores.
¿Qué pasa?
Una pista la puede dar la misma palabra de Jesús: "a solas los dos". El perdón mutuo, o la corrección fraterna, requieren de una soledad en la que debo recogerme en silencio a menudo, y que es un bien bastante escaso en el día a día, plagado de pensamientos sueltos, de sentimientos obsesivos y palabras errantes.
En nuestras casas deberían existir esos espacios para el silencio y la soledad personal que nos de sosiego. Casi podría decir que no conozco casas con esos espacios, que hasta podría ser en un pequeño jardín. Los espacios que abundan son la mayoría de ellos excitantes, sobre estimulantes, generadores de imágenes que generan ansiedad e inquietud. Si no hay espacio y tiempo para la soledad y el silencio personal es muy difícil que lo haya para el grupo familiar.
Pelearse y discutir a viva voz sin reflexión es altamente aceptado lamentablemente.
¿Dónde ir para estar a solas con alguien y generar reconciliación, recapacitacion, revisión de sentimientos, recapitulación de palabras dichas y de gestos expuestos? 
Si los adultos no somos los generadores de estas oportunidades y espacios humanos, los niños y los jóvenes no podrán hacer, construir la memoria de esa experiencia fundamental dadora de paz entre humanos hermanos.
Es una tarea urgente crear estos espacios reconciliadores entre humanos hermanos. No podemos seguir viviendo sin esa oportunidad de la experiencia de "repréndelo a solas entre los dos..." Reprender, es ayudar a re aprender, re emprender algo que pudiendo estar en su lugar no lo esta.
Las parejas jóvenes no están haciendo esta experiencia y está a la luz que se toleran poco y por poco tiempo.
Los niños ven el espectáculo de parejas de padres sin oídos para escuchar y que ventilan todos así nomás.
Las relaciones contaminadas de los niños y jóvenes entre ellos ha recrudecido la agresividad mutua y sobre todo con el más débil o diferente, que se convierte en el chivo expiatorio de un sin fin de experiencias no nombradas por ellos. Los niños y jóvenes no se están pidiendo el suficiente perdón cada día y esas heridas marcarán sus rostros de adultos inmisericordes o apáticos al perdón.
Todos queremos la paz en Gaza, en Irak, en África, en Ucrania, etc. pero no nos damos tiempo y espacio para el perdón, la reflexión en común sobre acontecimientos que nos hieren aquí y ahora entre nosotros. 
Los que hacen la guerra salen de hogares y comunidades sin perdón, sin misericordia, sin paz entre hermanos. Y los que la hacen habiéndolo experimentado has defraudado la herencia que han recibido. Se que el primero de todos soy yo mismo, y pido perdón a mis hermanos y a Dios.
Por eso sabiamente Jesús y su  Iglesia han puesto en el centro de su enseñanza y aprendizaje a vivir entre humanos hermanos, perdón, la corrección fraterna y la acogida gozosa del pecador arrepentido.
En la humanidad se ha introducido el espíritu de minimizar los actos hecho en conciencia, se ha desdibujado la libertad y se ha dejado como secundario y hasta peligroso formar las conciencia, para no tener que tener que vivir el trabajoso camino al perdón profundo y sanador. Miles de humanos hermanos "se pudren en la cárcel" sin que un hermano, sin que una familia o una comunidad se haya acercado a el para brindarle el don del camino de la corrección fraterna, del perdón ofrecido, de la oración compartido. Hemos dejado en manos de la justicia humana sus pecados y no nos hemos acercado con la justicia divina que es corrección, perdón y misericordia que restaura y repara. 
Si los cristianos nos cargamos al hombro los pecados de nuestros hermanos habrá más seguridad porque habrá verdadera caridad. Porque el Señor ha puesto por sobre la caridad material, la caridad espiritual. 
¡Cristiano que has hecho de tu vocación, del mandato de tu Señor!
En un hogar cristiano y en una comunidad cristiana el hermano no va primero a acusar a su hermano frente a sus padres y superiores, sino que se pone de rodillas ante el Señor e intercede por su hermano y luego va a su hermano y una vez que se han reconciliado van juntos a sus padres y superiores a dar la alegría de la caridad mutua.
Recemos hoy unos por otros para hacernos presentes enteramente al don de la caridad de la corrección fraterna, para que habiendo paz en nuestro corazón y el de nuestro hermano, haya paz en donde un hermano tiene algo contra otro.
"Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón"."

P. Sergio-Pablo Beliera