viernes, 11 de marzo de 2011

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA, CICLO A, 9 DE MARZO DE 2011


HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA, CICLO A, 9 DE MARZO DE 2011
“Vuelvan a mí de todo corazón”, dice Dios por el profeta Joel, en este inicio de la santa Cuaresma. Esta solo será santa si la acepto, la guardo y la bendigo porque “este es el tiempo favorable, este es el día de salvación”.
“Volver” es una palabra de Dios que marca todo un itinerario de fe, cuyo fundamento es estar en la Presencia Amorosa de Dios, de día y de noche, al levantarse y al acostarse, mientras camino y mientras descanso, mientras rezo y mientras trabajo, mientras escucho y mientras hablo, en el silencio y en la palabra, en la soledad y en la compañía, en la alegría y en la tristeza, en el recurso como en el olvido… Todo en Dios.
“Volver” es estar en Dios, que mora en mí para que more siempre en Él por siempre. Porque si pierdo el hilo de su Presencia, me pierdo en mí mismo, y pienso, quiero y hago sin Dios, Sabiduría, Voluntad y Caridad divina.
“Volver” es estar en Dios, que me hace hacer el bien y olvidar el mal como opción. Abrazar el bien y soltar todo mal. Porque Dios es el Bien, todo Bien, sumo Bien.
“Volver”, es no pensar, no querer y no hacer nada que me ausente de su Presencia, en la que pienso con su Amor, en la quiero con su Amor, en la que hago con su Amor. Porque “ya no soy yo quien vive sino” el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo quien vive en mí. Su Vida es mi vida y mi vida es su Vida.
“Volver”, es no irme jamás. Y no irme jamás es la manera de volver y permanecer donde y como Él Permanece, Divina Presencia.
Guárdame en Tú Corazón, guárdame en la palma de Tú Mano, guárdame en Tú Sabiduría. Y así solo viviré de Tú Consuelo y Misericordia. Apártame de todo consuelo humano que suplante Tú Consuelo y Tú Misericordia, para vencer la tentación de no amarte primero y sobre todas las cosas, y seas así Tú mi “alegría perfecta”.
“Volver” a Dios de todo corazón, es estar con Él está, oculto, “en lo secreto”, escondido en Jesús la Palabra hecha carne que se hace Pan de Vida y “lo que hiciste por el más pequeño de mis hermanos, lo hiciste por mí”. Por lo tanto, estar “en lo secreto”, es permanecer oculto a la mirada, a la consideración, a la valoración de los otros, viviendo en la recompensa de la mirada del Padre que ve en lo secreto. Y quien permanece en lo secreto, lejos de la atención de los demás, puede encontrar a Dios y ser encontrado por Dios. Esa sigue siendo la invitación de Dios, más aún en un mundo que todo quiere hacerlo visible y palpable, nosotros, como hijos del Padre, estamos hechos de lo intangible y lo visible solo a sus ojos de Padre.
Jesús, el Hijo amado del Padre, que se hizo uno de nosotros, permaneció invisible a la mirada de los hombres que no podían ver en Él más que otro hombre al punto de desoírlo, despreciarlo, maltratarlo, condenarlo y crucificarlo, porque no era para ellos más que un simple hombre que se creía Hijo de Dios.
Y Jesús, aún en su vida de predicación, curación y perdón, nunca abandonó su vida oculta, ya que de madrugada o por la noche muy tarde, se sumergía en la soledad del diálogo con el Padre. Allí a solas con el Padre, Jesús se hacía según el Padre, huyendo de la mirada de los hombres y sus humanas consideraciones.
Nosotros como creyentes estamos llamados a “volver” de todo corazón, desgarrando nuestro corazón, que quiere ser visto, amado, considerado, reconocido, premiado, elogiado, atendido, valorado, tenido en cuenta, ser alguien… para hacerse nada con Jesús, que eligió para sí y nos invita a elegir para nosotros, solo ser vistos por el Padre que me tiene en cuenta y sabe quien soy de verdad. Solo Él puede recompensarme porque nuestro corazón está inquieto y solo descansa en Él.

P. Sergio Pablo Beliera