domingo, 16 de febrero de 2014

Homilía 6º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo A, 16 de febrero de 2014

“Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior…”
Hoy, claramente la gente es sensible a la coherencia y a la transparencia, en medio de un clima enrarecido por la corrupción y las rupturas o discontinuidades permanentes. Es el dato de una sensación.
El creyente que elige seguir a Jesús, está llamado y tiene la gracia dada, de vivir sobre el límite de la justicia según la interpretación humana, y más aún cuando está constantemente relativizada, aguada de sentido, desconectada de los valores más nobles de la superación al estilo de Jesús.
Los cristianos, miramos a nuestro entorno y viendo y viviendo las situaciones apremiantes de este tiempo, nos experimentamos impulsados por el Espíritu de Jesús a tomar estas cuestiones como desafíos y oportunidades de vivir más a pleno nuestro ser y hacer de creyentes cristianos.
Las cuestiones que hacen a la vida matrimonial frente a tantas historias de rupturas, las que hacen al trato entre las personas frente a la violencia generalizada, las que hacen a la confianza frente a la devaluación de la palabra empeñada, ponen en vigencia una urgente revisión de las raíces que hacen a la sanidad de estos y otros espacios humanos en los que la vida creyente debe ponerse de manifiesto de manera inconfundible.
Frente a todas las cuestiones que plantea la sociedad contemporánea, el cristiano mira a Jesús, escucha a Jesús, abraza a Jesús, se deja impulsar por Jesús y se dispone a hacer como Jesús. Y así como Jesús ha declarado: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”; así sus discípulos, no hemos venido a este mundo a otra cosa que a dar cumplimiento a las palabras y obras de Jesús, cuya norma suprema es la Caridad siempre y por sobre todo, porque es lo más alto de todo y por lo tanto de la ley humana y de la Ley divina.
Escindir nuestro pensamiento y nuestro obrar del de Jesús, es una de las cosas más usuales y unos de los males más radicales, con los cuales debemos luchar en cada situación, para salir de allí e instalarnos en el pensamiento y obrar de Jesús.
Porque la Ley y su cumplimiento es Jesús en sus palabras y obras.
Porque la voz de los Profetas y su cumplimiento es Jesús en sus palabras y obras.
Ese cumplimiento es una clara superación, una justicia superior, que lo hace a Jesús y por lo tanto a sus discípulos, tener en el ser y en el obrar un sentido que se eleva por sobre cualquier norma por más digna y noble que sea, e ir a un estado de las cosas que nos vuelva verdaderamente grandes en el Reino.
Por lo cual acomodarse, ir por debajo o de costado del “Si” de Jesús y de sus discípulos, es traicionarse a sí mismo y hacer de un “si” un “no”, que elude la clara advertencia, llamada y medida puesta por Jesús: “Cuando ustedes digan “sí”, que sea “sí”, y cuando digan “no”, que sea “no”. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.”
El mundo, vive el escándalo de nuestros procesos invertidos, de nuestras regresiones a los estados inferiores, de nuestras artificiosas adaptaciones. A la mayoría de nosotros el mundo no nos persiguen por fieles y genuinos, sino por el hartazgo de nuestra adulteración.
Vivamos con convicción las palabras: “Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor.” Somos libres para vivir según lo que hemos adoptado como nuestro pensamiento y nuestro modo de obrar: el estilo y sentido del pensamiento y el obrar de Jesús frente a los grandes desafíos de la vida. No podemos contagiarnos del pensamiento diabólico de que lo que nos pide Dios es inobservable, incumplible, imposible de llevar a cabo, que son expresiones de buenos deseos, cosas pasada de moda y tantos otros pensamientos interiores o compartidos, que tanto mal hacen y nos hacen. Por principio lo que viene de Dios es Bueno, Permanente y Vivible, sino a lo que llamamos Dios no es Dios.
Por eso dice Pablo: “Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra todo, hasta lo más íntimo de Dios.”
No necesitamos adaptaciones sino actualizaciones de la regla que es el Evangelio. Y esas actualizaciones somos cada uno de nosotros. Eludir esa responsabilidad es naufragar lejos de donde está la libertad de los hijos de Dios para vivir como Dios. Y si Dios es Dios sus palabras, sus mandamientos, no pierden vigencia, son permanentes, siempre disponibles para hacerse carne en mí, con la garantía de que ya se han hecho carne en la Carne de Jesús y de tantos de sus discípulos a lo largo de dos mil años de historia.
Por lo cual, el deseo de la sociedad contemporánea de que los discípulos de Jesús seamos pobres para los pobres, atañe a todos los discípulos.
Pero no solo a nosotros sino que el deseo de esa sociedad de que alguien le de testimonio vivo de esa libertad suprema de “vivir con lo puesto”, por decirlo de alguna manera, es la responsabilidad de esa sociedad en ser austera y despojada de ostentación para que no haya hambre en el mundo. Seremos esos testigos, pero quienes nos lo piden no deben desoír la voz de la conciencia que llama a la humanidad a una nueva coherencia si o si.
Así creyente coherente y no creyente coherente, se encuentran en un nuevo diálogo que nos permite caminar juntos en un estilo de superación. Y unos y otros nos empujaremos a lo mejor de cada uno, actualizando la humanidad de Jesús que no es propiedad de los cristianos.

Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te complaces en habitar en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia de vivir de tal manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado, porque vivimos en la alegría del sí al Evangelio.


P. Sergio-Pablo Beliera