HOMILÍA 6º DOMINGO DE PASCUA, CICLO A, 29 DE MAYO DE 2011
La orfandad es una experiencia humana. Solo nosotros experimentamos esta dolorosa experiencia que no desearíamos vivir pero que está instalada entre nosotros. La ausencia de un padre, la ausencia de una madre, la ausencia de padre y madre, la ausencia de una familia, es una constatación cada día. Mucho más aún, cuando habiendo padres físicamente, tantos experimentan la ausencia existencial de los mismos y viven como huérfanos en medio de sus propias familias. A veces la experiencia es temporal, muchas veces permanente. Pero no solamente se da en un sentido, también hay padres huérfanos de hijos, o porque no los han podido tener o peor aún, porque existiendo físicamente, se hayan ausentes en el día a día.
Hay muchos, diría más, hay demasiados huérfanos entre nosotros. ¿Para que permitimos semejante experiencia? ¿Qué buscamos al mantenernos inmóviles ante semejantes ausencias?
Jesús, no solo no experimenta la orfandad con su fortísima experiencia de Padre cada día, sino que como Hijo tampoco ha dejado solo a su Padre, y en consecuencia no nos ha dejado solos a nosotros que deseamos seguirlo y estar con Él.
Con claridad dice hoy: “No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes”. Jesús no nos ha dejado huérfanos porque poseemos el Evangelio. Jesús no nos ha dejado huérfanos porque vive Resucitado. Jesús no nos deja huérfanos porque nos ha donado su Espíritu. Jesús no nos deja huérfanos porque se ha quedado en la Eucaristía. Jesús no nos ha dejado huérfanos porque se ha quedado en la vida de los que en su nombre nos anuncian su presencia. Jesús, no nos ha dejado huérfanos porque vivimos por Él. Jesús no nos ha dejado huérfanos porque nos ha dado a su Padre como nuestro Padre. Jesús no nos ha dejado huérfanos porque nos ama haciendo que en su amor veamos el amor del Padre y lo amemos como somos amados. Jesús no nos deja huérfanos porque por el amor correspondido ha hecho de cada uno de nosotros su morada para siempre.
¡Que huérfanos quedamos cuando no vemos esto y vamos tras otros amores! Triste sombra de amor experimenta quien no ama como Jesús ama. Es Él y solo Él quien hace posible que sepamos lo que es el amor de un Padre principio y fin de todo amor. Nadie puede sustituir el amor del Padre vivido en el Hijo y hecho presencia permanente por el Espíritu de Amor.
El mundo está huérfano teniendo Padre, teniendo un Hijo como Jesús y un Espíritu de Vida. Así entendemos como puede ser que es nuestras ciudades estén inundadas de huérfanos niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, hasta familias enteras lanzadas a la orfandad en medio de semejante muchedumbre. Así solo es explicable que haya semejante ausencia de huérfanos que reciban un lugar en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestras comunidades cristiana.
En una ciudad donde es tan palpable y visible la orfandad, nosotros debemos gritar con Jesús: “No los dejaré huérfanos” porque los recibiré en mi casa con los míos.
En una ciudad donde es tan evidente y desnuda la orfandad de una Palabra y de un Espíritu que reaviven las vidas sin sentido de tantos, nosotros debemos gritar con Jesús: “No los dejaré huérfanos” porque les anunciare el Evangelio y le daré el Espíritu de hijos.
En una cuidad de “pobres corazones” heridos por la orfandad de un amor abundante, gratuito e incondicional, los cristianos demos gritar con Jesús: “No los dejaré huérfanos” de amor yo que soy amado hasta el extremo.
Entonces se podrá decir: “Y fue grande la alegría de aquella ciudad”.
P. Sergio Pablo Beliera