miércoles, 4 de septiembre de 2013

Homilía 22° Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 1 de septiembre de 2013


Homilía 22° Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 1 de septiembre de 2013
"...así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!"
Al escuchar esta palabra de Dios no puedo dejar de recordar la enseñanza del cardenal van Thuan, cuando afirmaba que js era el único profesor que anticipaba el contenido del examen final. sin ese horizonte de que daremos cuenta de nuestra vida a Jesús en la resurrección final, estas palabras pierden la fuerza de su contexto.
Por mas que me cueste dar exámenes, es bueno que se me pida que de cuenta de mi vida y de la vida de los que se me confiaron, si porque no estoy solo en la vida y los que se cruzan en mi camino son parte de ella, y eso hace también aún más importante el rumbo que tomo en mi vida, a donde me dirijo, el descubrimiento de mi misión, de mi vocación fundamental, que me hará hacer las subsiguientes elecciones y de ahí su importancia, dado que si elijo el rumbo equivocado mis encuentros no son los que me corresponden.
Sin esta perspectiva del tiempo nuevo y definitivo, en el que el hombre será finalmente aquello para lo que ha nacido y a lo que ha sido llamado, nos quedamos encerrados bajo un cielo ficticio, que ya no es el Universo, sino el mundo horizontal, la vuelta a la tierra plana, al abismo, al tiempo donde lo que cuenta es salvar mi pellejo. Hay que ganarse un lugar en la selva, en la tierra de las medallas que quedan en el recuerdo de los cajones o las paredes...
En este marco general escuchemos y meditemos.
"Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos."
Los contemporáneos llamamos generosidad a la que tenemos con nuestros familiares y amigos. Hacemos del prójimo el mero próximo física y socialmente. Y hacemos así de la generosidad, sólo el pago exacto por lo que de ellos hemos recibido en una u otra ocasión. No son relaciones interpersonales buscadas libremente, sino recibidas bajo las condiciones biológicas, culturales o sociales.
Generosidad en cambio es el gesto y la palabra en la que nos damos a nosotros mismos con aquellos que no lo han hecho por nosotros y que no pueden devolvérnoslo. Nace entre relaciones interpersonal es libres en las que cuenta la búsqueda del encuentro que sorprende.
Con los ojos puestos en la tierra de limites demasiado estrechos, actuamos de la primera manera.
Pero con los ojos puestos en Jesús, en el Cielo inmenso de relaciones libres, estamos llamados a actuar de la segunda manera.
"Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos."
¿Porqué esta palabra no la tomamos al pie de la letra? Es un misterio para mi que una palabra tan clara, sin matices, directa y absolutamente desafiante frente a los modos establecidos en las relaciones humanas y sus implicancias en la relación con Dios, quede relegada, silenciada, puesta a priori por imposible e inancanzable por mi y por tantos...
Hay que redescubrir la generosidad y sus implicancias en la vida de relaciones libres y sorprendentes donde el encuentro humano no quede relegado a un marco tan estrecho de relaciones predeterminadas por la sangre y el medio cultural. Horror de los horrores para Quien nos recibió como pobres, lisiados, paralíticos, ciegos...

Vayamos un poco más adentro...
"Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente."
Estamos frente a la esencia del cristianismo, del discípulo de Jesús.
Él, claramente se sitúa frente a los hombres religiosos y cultos de ayer y de hoy y lanza esta verdad pura, y como tal desestructurante de todo lo conocido en las relaciones con Dios y con los hombres, mis hermanos.
Ellos, lo observan con actitud de inspección, de juzgamiento, de prejuicio, de preconcepto, no es una mirada limpia.
¿Cómo miro yo a Jesús? ¿Lo miro con libertad interior? Es importante descubrirlo.
Jesús es invitado y se deja invitar. Pero no se queda pasivo regodeandose en este reconocimiento y honor. Sino que observa, contempla... Se experimenta libre de su entorno y de sus anfitriones.
Ellos lo observan pero, es Él quien logra desentrañar lo que pasa en lo profundo de las relaciones humanas, y lo descubre en la simple observación, con absoluta libertad interior de ver nuestras opciones y ver la elección de Dios desde toda la eternidad.

Vayamos directo a la conclusión final.
"Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Después dijo al que lo había invitado: "«Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!»."
Nuestra relación con Dios de hoy y de mañana, está mediada por esta actitud de recibir en mi casa y dar una fiesta para aquellos contemporáneos que no me pueden devolver el gesto. De etapa manera Jesús nos libera de cualquier abstracción en la relación con Dios, lo pone en el concreto de las relaciones humanas iluminadas por la fe.
Hemos desaprendido la generosidad de Dios, que no se pone en el centro, siendo que lo es, y que pone en el centro mi amor por los desvalidos como amor por Él.
Los que no me pueden devolver, generalmente están fuera de mi agenda, de mi lista de contactos, de amigos... Los he perdido de vista. Por eso no están en la mayoría de las mesas de los cristianos.
Y por eso debo descubrirlos. Jesús genera así un circuito de peregrinaje hacia los otros más allá de los círculos habituales, genera una humanidad integrada, donde al poner a los más excluidos en el centro de las relaciones humanas, una integración total de la humanidad.

¿Cómo podrá el mundo tomarnos en serio, si nosotros desoímos tan habitualmente estas palabras de Jesús?
Y lo más grave es que pensamos que es para una vez, para alguna vez... Que nuestra generosidad en dinero puede reemplazar el entrar en contacto con el último lugar que debo ir a buscar, con el contacto directo con la "afectividad de Dios"...
¡Nuestra afectividad esta gastada! ¡Harta de nosotros mismos que la exponemos a la mezquindad!
Confieso que aún no he invitado a ningún desechable o malherido de la vida a ninguna de mis fiestas...

Ahora si volvamos sobre la mirada inicial.
En la búsqueda de los primeros puestos, de los lugares de honor, sin duda hay una búsqueda de hacerse dios, de sentirse dios, más y mejor que los otro. Y resulta que es Dios quien desde el primer día de la Creación se ha hecho servidor y el último de todos, no reservándose para sí nada desde el primer momento.
El verdadero Dios, no busca los honores. En Jesús, Dios ha sido despreciado hasta el extremo por los hombres, puesto en la cruz y burlado por todos. Jesús es alabado por su Amor, es reconocido y respetado por su Amor, por su Abajamiento, su Encarnación y su Cruz, nunca ocupo un primer puesto. Y "no tiene tiempo" de ocuparlo porque esta a cada instante buscándonos a nosotros para ponernos en el mejor lugar.
¿Es así mi actitud cotidiana, buscando el mejor lugar para los que me encuentro en el camino? ¿Estoy ocupado en buscarlo para mi y los que son mis familiares y amigos?

Si Dios acepta nuestro reconocimiento es porque es un bien para nosotros, porque es el testimonio de que somos amados, que somos hijos, sus creaturas y sus hermanos y amigos...  Es entonces que ya no debemos competir unos con otros porque todos somos reconocidos y amados por Él para siempre.
Olvidamos fácilmente que Dios en Jesús renuncio a los honores.
Cuando necesitamos, reclamamos, aceptamos o exigimos el reconociendo de los demás, hay algo que no es libre en nosotros, hay una libertad de ser amado por Dios no sustentable, no suficientemente arraigada. ¡Hay que resolver esto con urgencia!
Nunca debemos entrar en el juego de los merecimientos o de los méritos. Cuando entramos aquí, es como entrar a una sala del tortura para no salir más que heridos y profundamente lastimados. Y Jesús no liberó de esta búsqueda, ya nos salvo, ya nos ama por anticipado, ya nos dio nuestro verdadero lugar que es no buscar ya otro lugar que el que Él eligió.
Las familias cristianas, las comunidades cristianas, las sociedades con bases cristianas, deben repensarse desde esta experiencia que nos ofrece Jesús, sino construimos el pasado, lo que atrasa y retrasa, lo que destruye.
Seguimos exigiéndonos unos a otros el amor que sólo se puede obtener de Dios, y como tal darlo a los demás.
El corazón humano con el que estamos llamados a amar es el Corazón humano de Jesús, que se unió tan indivisiblemente a su ser Dios Amor que quedo totalmente transformado de una vez y para siempre, y ese es el fundamento de la transformación de nuestro corazón.
Confieso que sí sigo esperando algo del hombre, es por esta transformación operada en Jesús. Y de la cual su mirada y palabra hoy en este Evangelio es una consecuencia directa e ineludible: últimos acogedores de los últimos.
De pronto me imagino la mesa de todos los cristianos abierta a todos, sin distinción, ¡que alegría! No la mía sino la de Jesús, por poder sentarse a la mesa con cada uno, recibiendo en uno y otros a cada uno.
Sólo así Jesús podría estar en ambos lados, en ambos extremos, sin poder distinguir un lado del otro, porque todos estarían juntos a la misma mesa, en el mismo techo, en el mismo amor.
Pensar que aquí esta la respuesta humana a los hambrientos, a los abandonados del mundo. En nuestras mesas, en nuestras casas, en nuestros corazones, en nuestras relaciones.
Aquí esta la paz del mundo siempre amenazada por los que nos buscamos a nosotros mismos, al círculo familiar y social del que deberíamos partir y no instalarnos... "Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

P. Sergio-Pablo Beliera