La experiencia del Espíritu de Jesús, -el Espíritu de la Verdad porque
Jesús es la Verdad encarnada-, que ha descendido y desciende continuamente
sobre nosotros, tiene manifestaciones muy claras de las que siempre estamos
llamados a hacer memoria, a reconsiderar para que no pierdan su vigencia entre
nosotros, en nosotros.
Ayer, hoy y siempre, los discípulos de Jesús viviremos el desafío de querer
ser encerrados por algunos en el mundo de lo privado, del círculo de
afinidades, de la mera contribución humanitaria frente a las crisis. Pero no,
el discípulo de Jesús esta llamado a otra cosa, nítida y sin fecha de
vencimiento. Por más que algunos de esos discípulos acepten este
encajonamiento, este encierro voluntario de su don más preciado: haber recibido
la llamada de Jesús, conocerlo y amarlo como su don más preciado.
Las manifestaciones del Espíritu en el discípulo de Jesús, quedan
atestiguadas hoy por la misma experiencia de Jesús y sus discípulos de la
primera hora:
Dar testimonio, “…ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el
principio…”
Hablar todas las lenguas de los hombres, “Todos quedaron llenos del
Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu
les permitía expresarse.”
Vivir animado por la caridad, “Si vivimos animados por el Espíritu,
dejémonos conducir también por él.”
En primer lugar. Nadie ha recibido el Espíritu de Jesús para sí mismo, sino
para ser testigo de Jesús, la obra del Espíritu que lo ha animado, conducido,
impulsado, para que la relación del Padre y su Hijo Jesús quede de manifiesto a
todos. Así, el testimonio es inherente a la condición de haber sido llamado a
ser discípulo, de ser hijo en el Hijo. No se puede negar al propio padre,
madre, familia, sin hacerse un gran daño a sí mismo. La verdad que el Espíritu
nos revela es la de nuestra relación de amor con Jesús insustituible e
irrenunciable.
En segundo lugar, el discípulo de Jesús es un hombre y una mujer que no
tiene fronteras culturales, sociales, comunicacionales. Las lenguas a las que
se alude en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, son los idiomas muy
concretos de hombres muy concretos. Por eso los que no eran de Galilea se
asombran: “¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?”
Esas lenguas de culturas muy concretas quedan mencionadas. La experiencia de
ser discípulo de Jesús animados por el Espíritu ha llevado en mensaje del
Evangelio a todas las culturas conocidas. El Evangelio de Jesús es totalmente
universal y actual a cada época. No hablamos de cosas viejas sino de aquello
que cada hombre busca en cada tiempo y lugar. El Evangelio de Jesús que la
Iglesia proclama a viva voz no es una religión más, una construcción para
calmar la ignorancia del hombre, sino una plenitud de comprensión. Una caída
definitiva de la Babel de los hombres, por la Ciudad de Dios.
Y por último, el discípulo de Jesús vive impulsado por el Espíritu y no por
la ideología imperante en cada época. El discípulo de Jesús impulsado por el
Espíritu vive del “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia.” Es una forma de ser y no una simple forma
de hacer. Es una convicción frente a cada desafío de ponernos en estado de
oposición. Frente a cada desafío u amenaza, el discípulo de Jesús animado por
el Espíritu abre la puerta de la caridad en todo, de la alegría del alma, de la
paz de vínculos que trascienden los intereses particulares, de una bondad
desbordante ante toda forma de violencia, de una mansedumbre que derrota todas
las armas de la falsa superioridad, de un temple de ánimo y carácter frente a
la debilidad de la uniformidad y la coacción de la libertad.
Son horas de una época donde ser cristiano se paga con la propia sangre en
cada continente. Donde el testimonio de Jesús quiere ser callado, donde la
universalidad del Evangelio quiere ser silenciada, donde la perseverancia en el
amor fraterno de los discípulos que sólo tiene que amar y amar al enemigo es
puesta a prueba y ridiculizada. La violencia en Oriente, el consumismo e
individualismo en Occidente, el exitismo y eficiencia del Norte, la desidia y
desigualdad del Sur; por mencionar y englobar las amenazas que ponen a prueba
nuestro ser animados por el Espíritu de Jesús.
Para los que estamos animados por el Espíritu de la Verdad de Jesús, todas
son oportunidades para que todos puedan volver a decir: “…todos los oímos proclamar en
nuestras lenguas las maravillas de Dios.” Porque, “…si están animados por el
Espíritu, ya no están sometidos…”
P. Sergio-Pablo Beliera