domingo, 24 de mayo de 2015

Homilía Solemnidad de Pentecostés, Ciclo B, 24 de mayo de 2015

La experiencia del Espíritu de Jesús, -el Espíritu de la Verdad porque Jesús es la Verdad encarnada-, que ha descendido y desciende continuamente sobre nosotros, tiene manifestaciones muy claras de las que siempre estamos llamados a hacer memoria, a reconsiderar para que no pierdan su vigencia entre nosotros, en nosotros.
Ayer, hoy y siempre, los discípulos de Jesús viviremos el desafío de querer ser encerrados por algunos en el mundo de lo privado, del círculo de afinidades, de la mera contribución humanitaria frente a las crisis. Pero no, el discípulo de Jesús esta llamado a otra cosa, nítida y sin fecha de vencimiento. Por más que algunos de esos discípulos acepten este encajonamiento, este encierro voluntario de su don más preciado: haber recibido la llamada de Jesús, conocerlo y amarlo como su don más preciado.
Las manifestaciones del Espíritu en el discípulo de Jesús, quedan atestiguadas hoy por la misma experiencia de Jesús y sus discípulos de la primera hora:
Dar testimonio, “…ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio…”
Hablar todas las lenguas de los hombres, “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.”
Vivir animado por la caridad, “Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.”
En primer lugar. Nadie ha recibido el Espíritu de Jesús para sí mismo, sino para ser testigo de Jesús, la obra del Espíritu que lo ha animado, conducido, impulsado, para que la relación del Padre y su Hijo Jesús quede de manifiesto a todos. Así, el testimonio es inherente a la condición de haber sido llamado a ser discípulo, de ser hijo en el Hijo. No se puede negar al propio padre, madre, familia, sin hacerse un gran daño a sí mismo. La verdad que el Espíritu nos revela es la de nuestra relación de amor con Jesús insustituible e irrenunciable.
En segundo lugar, el discípulo de Jesús es un hombre y una mujer que no tiene fronteras culturales, sociales, comunicacionales. Las lenguas a las que se alude en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, son los idiomas muy concretos de hombres muy concretos. Por eso los que no eran de Galilea se asombran: “¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?” Esas lenguas de culturas muy concretas quedan mencionadas. La experiencia de ser discípulo de Jesús animados por el Espíritu ha llevado en mensaje del Evangelio a todas las culturas conocidas. El Evangelio de Jesús es totalmente universal y actual a cada época. No hablamos de cosas viejas sino de aquello que cada hombre busca en cada tiempo y lugar. El Evangelio de Jesús que la Iglesia proclama a viva voz no es una religión más, una construcción para calmar la ignorancia del hombre, sino una plenitud de comprensión. Una caída definitiva de la Babel de los hombres, por la Ciudad de Dios.
Y por último, el discípulo de Jesús vive impulsado por el Espíritu y no por la ideología imperante en cada época. El discípulo de Jesús impulsado por el Espíritu vive del “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia.” Es una forma de ser y no una simple forma de hacer. Es una convicción frente a cada desafío de ponernos en estado de oposición. Frente a cada desafío u amenaza, el discípulo de Jesús animado por el Espíritu abre la puerta de la caridad en todo, de la alegría del alma, de la paz de vínculos que trascienden los intereses particulares, de una bondad desbordante ante toda forma de violencia, de una mansedumbre que derrota todas las armas de la falsa superioridad, de un temple de ánimo y carácter frente a la debilidad de la uniformidad y la coacción de la libertad.
Son horas de una época donde ser cristiano se paga con la propia sangre en cada continente. Donde el testimonio de Jesús quiere ser callado, donde la universalidad del Evangelio quiere ser silenciada, donde la perseverancia en el amor fraterno de los discípulos que sólo tiene que amar y amar al enemigo es puesta a prueba y ridiculizada. La violencia en Oriente, el consumismo e individualismo en Occidente, el exitismo y eficiencia del Norte, la desidia y desigualdad del Sur; por mencionar y englobar las amenazas que ponen a prueba nuestro ser animados por el Espíritu de Jesús.
Para los que estamos animados por el Espíritu de la Verdad de Jesús, todas son oportunidades para que todos puedan volver a decir: “…todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” Porque, “…si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos…”


P. Sergio-Pablo Beliera