domingo, 22 de abril de 2012

HOMILÍA 3º DOMINGO DE PASCUA, CICLO B, 22 DE ABRIL DE 2012


HOMILÍA 3º Domingo de Pascua, CICLO B, 22 DE ABRIL DE 2012

Para comenzar podríamos preguntarnos: ¿Quién puede ser un intérprete de la realidad? Esta pregunta es válida en cuanto que la interpretación de un acontecimiento reviste una importancia clave para el ejercicio de nuestra libertad, de nuestra libre elección y por lo tanto de nuestra libre acción. Convengamos además que ser un intérprete es una tarea imprescindible y por demás significativa.
Solo puede ser intérprete aquel que ha vivido de manera personal la realidad que interpreta. Aquí no importan las coordenadas de espacio y tiempo. Por el contrario, esas coordenadas quedan superadas por la experiencia vivida del acontecimiento que se interpreta, pero no como un hecho subjetivo e intimista, sino como un hecho objetivo y envolvente. Ya que la experiencia del acontecimiento objetivo, nos conecta con el pasado de manera agradecida y nos lanza hacia el futuro de manera confiada. Hacia el pasado la interpretación se vuelve memoria que libera y hacia el futuro la interpretación se vuelve inteligencia que abre horizontes impensados.
Por eso mismo, el intérprete es un testigo del acontecimiento que viene a confirmar el pasado, a afirmar el presente y estimar el futuro. El testigo ve, y por eso mismo es un visionario, un profeta. El testigo escucha, y por eso mismo es alguien que escucha la “música callada” –lo que otros no escuchan-. El testigo habla, y por eso mismo el se hace palabra viva para los demás. Con Pedro podemos decir hoy: “…nosotros somos testigos”, vimos, escuchamos y hablamos del obrar de Dios que conocemos por la propia experiencia de Jesús muerto y resucitado, culmen de nuestra historia de promesa, cumplimiento acabado del obrar presente y anticipación del futuro que esperamos.
Para Jesús que es el acontecimiento mismo a interpretar, y la interpretación misma del acontecimiento de Dios en la historia, nosotros somos testigos: “Ustedes son testigos de todo esto”. El que es testigo de una interpretación plena de la realidad es testigo y por lo mismo intérprete de la realidad a través de la experiencia de ese acontecimiento que cruza toda historia pasada, presente y futura.
Jesús Resucitado a sus testigos, “les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras”. No hay pues comprensión que no provenga de la acción de un Dios que quiere que compartamos su misterio. Lejos de esconderse, ocultarse o hacerse esquiva, la ciencia de Dios es dada por Jesús en una apertura que Él mismo da y realiza en nosotros por pura donación. Estimar esta apertura dada a quienes somos llamados a ser testigos del Testigo, en una gracia que no podemos desperdiciar fácilmente. Por el contrario estamos capacitados por la misma acción de Jesús Resucitado en nosotros, para comprender de manera acabada el pasado del que provenimos y no podemos despreciar sin despreciarnos, a la vez que comprender de manera fehaciente el presente que nos involucra y al que tenemos que donar una lectura que nos conduzca hacia un mañana, es entonces que comprendemos el futuro y lo realizamos a la vez abriendo el camino de continuidad y superación necesarios para quienes nos heredarán en la fe, la esperanza y la caridad recibida.
Nuestra inteligencia de la realidad y la de Dios, dejan de estar desde la Pascua de Jesús, enfrentadas, distanciadas o ininteligibles la una con la otra. Dios ha mostrado el sentido profundo, concreto y definitivo de la realidad a la que estamos llamados a vivir. Y por el otro lado, los hombres testigos de todo esto” que ha sucedido en Jesús Resucitado, puede abrirse a comprender, visualizar y realizar la interpretación de la realidad que se le ha hecho accesible como un bien inestimable.
“Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas”, entonces “Jesús se apareció en medio de ellos… Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.” Este es el realismo de un acontecimiento que esta llamado a darle un nuevo realismo a nuestra vida. Estamos llamados a comer con Jesús en esta Eucaristía, verdadera interpretación de los acontecimientos de muerte y vida, de pecado y gracia que nos toca enfrentar cada día. La fe, lejos de quitarnos el realismo de la existencia le da su realismo más craso e inviolable, y que aunque nos resistamos a creer llevados por la admiración de semejante golpe divino a nuestro apoderarnos de la interpretación de la existencia, es la alegría de la fe en este Dios que no defrauda, que cumple, que siempre a estado y estará en la existencia como un Don para quitarnos toda desconfianza o recelo en nuestro lugar en el mundo. No dejemos que nos acorralen en nuestra misión de intérpretes y testigos del Intérprete y Testigo de la verdadera y más plena existencia humana.
Nosotros somos testigos envidos a llevar esta Buena Noticia a este mundo cansado, hastiado y saturado de volver sobre sí mismo, para que todos puedan volverse hacia Dios porque “aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud.” ¿Crees esto?

P. Sergio Pablo Beliera