HOMILÍA 3º Domingo de Pascua,
CICLO B, 22 DE ABRIL DE 2012
Para
comenzar podríamos preguntarnos: ¿Quién
puede ser un intérprete de la realidad? Esta pregunta es válida en cuanto
que la interpretación de un acontecimiento reviste una importancia clave para el
ejercicio de nuestra libertad, de nuestra libre elección y por lo tanto de
nuestra libre acción. Convengamos además que ser un intérprete es una tarea
imprescindible y por demás significativa.
Solo
puede ser intérprete aquel que ha vivido de manera personal la realidad que
interpreta. Aquí no importan las coordenadas de espacio y tiempo. Por el
contrario, esas coordenadas quedan superadas por la experiencia vivida del
acontecimiento que se interpreta, pero no como un hecho subjetivo e intimista,
sino como un hecho objetivo y envolvente. Ya que la experiencia del
acontecimiento objetivo, nos conecta con el pasado de manera agradecida y nos
lanza hacia el futuro de manera confiada. Hacia el pasado la interpretación se
vuelve memoria que libera y hacia el futuro la interpretación se vuelve
inteligencia que abre horizontes impensados.
Por
eso mismo, el intérprete es un testigo del acontecimiento que viene a confirmar
el pasado, a afirmar el presente y estimar el futuro. El testigo ve, y por eso
mismo es un visionario, un profeta. El testigo escucha, y por eso mismo es
alguien que escucha la “música callada”
–lo que otros no escuchan-. El testigo habla, y por eso mismo el se hace
palabra viva para los demás. Con Pedro podemos decir hoy: “…nosotros somos testigos”,
vimos, escuchamos y hablamos del obrar de Dios que conocemos por la propia
experiencia de Jesús muerto y resucitado, culmen de nuestra historia de
promesa, cumplimiento acabado del obrar presente y anticipación del futuro que
esperamos.
Para
Jesús que es el acontecimiento mismo a interpretar, y la interpretación misma
del acontecimiento de Dios en la historia, nosotros somos testigos: “Ustedes
son testigos de todo esto”. El que es testigo de una interpretación
plena de la realidad es testigo y por lo mismo intérprete de la realidad a
través de la experiencia de ese acontecimiento que cruza toda historia pasada,
presente y futura.
Jesús
Resucitado a sus testigos, “les abrió la inteligencia para que pudieran
comprender las Escrituras”. No hay pues comprensión que no provenga de
la acción de un Dios que quiere que compartamos su misterio. Lejos de
esconderse, ocultarse o hacerse esquiva, la ciencia de Dios es dada por Jesús
en una apertura que Él mismo da y realiza en nosotros por pura donación.
Estimar esta apertura dada a quienes somos llamados a ser testigos del Testigo,
en una gracia que no podemos desperdiciar fácilmente. Por el contrario estamos
capacitados por la misma acción de Jesús Resucitado en nosotros, para
comprender de manera acabada el pasado del que provenimos y no podemos
despreciar sin despreciarnos, a la vez que comprender de manera fehaciente el
presente que nos involucra y al que tenemos que donar una lectura que nos
conduzca hacia un mañana, es entonces que comprendemos el futuro y lo
realizamos a la vez abriendo el camino de continuidad y superación necesarios
para quienes nos heredarán en la fe, la esperanza y la caridad recibida.
Nuestra
inteligencia de la realidad y la de Dios, dejan de estar desde la Pascua de
Jesús, enfrentadas, distanciadas o ininteligibles la una con la otra. Dios ha
mostrado el sentido profundo, concreto y definitivo de la realidad a la que
estamos llamados a vivir. Y por el otro lado, los hombres “…testigos de todo esto” que
ha sucedido en Jesús Resucitado, puede abrirse a comprender, visualizar y
realizar la interpretación de la realidad que se le ha hecho accesible como un
bien inestimable.
“Dios
cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas”, entonces “Jesús
se apareció en medio de ellos… Era tal la alegría y la admiración de los
discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen
aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él
lo tomó y lo comió delante de todos.” Este es el realismo de un acontecimiento
que esta llamado a darle un nuevo realismo a nuestra vida. Estamos llamados a
comer con Jesús en esta Eucaristía, verdadera interpretación de los
acontecimientos de muerte y vida, de pecado y gracia que nos toca enfrentar
cada día. La fe, lejos de quitarnos el realismo de la existencia le da su
realismo más craso e inviolable, y que aunque nos resistamos a creer llevados
por la admiración de semejante golpe divino a nuestro apoderarnos de la
interpretación de la existencia, es la alegría de la fe en este Dios que no
defrauda, que cumple, que siempre a estado y estará en la existencia como un
Don para quitarnos toda desconfianza o recelo en nuestro lugar en el mundo. No
dejemos que nos acorralen en nuestra misión de intérpretes y testigos del Intérprete
y Testigo de la verdadera y más plena existencia humana.
Nosotros
somos testigos envidos a llevar esta Buena Noticia a este mundo cansado,
hastiado y saturado de volver sobre sí mismo, para que todos puedan volverse
hacia Dios porque “aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente
a su plenitud.” ¿Crees esto?
P. Sergio Pablo Beliera