HOMILÍA 22° DOMINGO
TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 2 DE SEPTIEMBRE DE 2012
“Ninguna cosa externa que entra en el hombre
puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.”
Esta verdad entera salida del interior de Jesús, es una verdad fundamental para
construir en nosotros una verdadera espiritualidad, con sólidos fundamentos.
No sólo es importante tener fe, es importante
que esa fe se desarrolle de manera plena. Nuestro mundo no solo adolece hoy de
falta de fe, sino también, y tal vez más gravemente, de una fe anémica en su
desarrollo.
El desarrollo de la fe de los que creen ha sido
una gran preocupación en la vida pastoral de Jesús y lo es aún hoy en nosotros
los creyentes de este tiempo. Y esa preocupación suya debe hacerse nuestra. Porque
nada nos expone más a mancharnos y hacernos impuros, que no tener las mismas
preocupaciones de Jesús sobre nosotros, es el gran preámbulo de nuestra
relación con Él. Lo que sale del hombre y lo que sale de Dios cuando convergen
nos dan el estado de pureza que nos dio origen y es nuestro destino.
Ahora, ¿qué
es aquello que puede salir de nosotros y hacernos impuros?
Una primera pista podemos encontrarla en la
propia incomodidad de Jesús frente a la seguridad de algunos creyentes que
pretenden poder manejar su fe a su manera. Queda muy bien planteada por las palabras
de Moisés: “No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno.” Y por las
palabras de Jesús: “Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición
de los hombres.”
Que ya nos ordenen algo nos incomoda a la
mayoría de nosotros. Y que a esto se sume que no podamos añadir ni quitar nada
es una combinación de exigencia que podemos llegar a pensar que es intolerable,
porque supuestamente ataca nuestra integridad y dignidad, nuestra libertad y
felicidad, como si proviniera de Alguien intolerante que no tuviera la más
mínima consideración sobre nosotros.
Amado
Señor, aleja de mi esta terrible y sigilosa tentación que quiere apartarme de
vos, Pureza e Integridad plena, que custodia la mía… Revélame a mi conciencia
que añado de preceptos humanos y que quito de tu mandamiento. Que no sea yo
quien agregue o quite algo en mi vida, sino solo vos Señor Amado.
Necesitamos hacer la experiencia de abrazarnos
íntegramente a lo que Aquel que puso las reglas de este maravilloso universo
sea quien pueda darme las coordenadas de mi propia existencia. Las leyes
internas de nuestra existencia, que tenemos que reconocer, que nos resultan
indescifrables a nosotros mismos. “Él ha querido engendrarnos por su Palabra
de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.” Asumir
la necesidad que Dios nos ponga explícitamente su voluntad y lo que somos para
vivirlo sin apartarnos de ello con plena confianza, es más que imprescindible.
¿Podemos
aportar algo a lo que Dios manda? Por supuesto que sí… Y es viviendo sin
límites lo que Dios manda, solo así lo que se nos ha mandado cobra vida y es
ahí donde lo mandado alcanza su plenitud y somos libres y felices y hacemos a
Dios feliz. Esto sí nos está permitido añadir.
Somos vivientes, y como vivientes lo nuestro es
vivir lo que está impreso en nuestro interior y que Dios nos ha dejado de
manera explícita en su Palabra, para facilitarnos es camino hacia Él, el
Viviente.
De ahí que la recomendación de Santiago sea tan
oportuna y la segunda experiencia que no podemos eludir para nuestra integridad
de creyentes: “Pongan en práctica
la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes
mismos.” Y si engañarse a sí mismo es un gran mal,
engañarnos a nosotros mismos respecto de Dios, es el gran engaño. Creer es
vivir y vivir es hacerlo creyendo que en nosotros la Palabra puede cobrar vida.
Nos falta más y más, creer que la Palabra que es Jesús y que a su vez es vivida
plenamente por Jesús, puede ser vivida en nosotros y por nosotros. “Así
ustedes vivirán…”
La vida es amar la pureza en la que fuimos
creados
La vida es amar la pureza del sentido con el
que fuimos creados
La Vida es amar la pureza de practicar lo que
está escrito por Dios
La Pureza de la fe es vivir de la fe
La Pureza de la fe es vivir en la fe
La Pureza de la fe es vivir por la fe
La Pureza del hombre es vivir de la fe
La Pureza del hombre es vivir en la fe
La Pureza del hombre es vivir por la fe
La Pureza es amar lo que Dios manda
Pbro. Sergio-Pablo Beliera