domingo, 18 de noviembre de 2012

Homilía 33º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B, 18 de noviembre de 2012


Homilía 33º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B, 18 de noviembre de 2012
Más de una vez recibimos la pregunta de algún hermano de la vida (padre, madre, esposo, esposa, hermano, amigo, hermano de comunidad, compañero de trabajo o estudio): ¿Adonde vas?
También puede ser que sea una pregunta que me haga a mi mismo: ¿Adonde quiero ir? o ¿Adonde voy?
O también una pregunta que nos hagamos en plural con aquellos que compartimos la vida: ¿Adonde vamos? ¿Adonde queremos ir?
Es una pregunta cotidiana que puede tomar un sentido trascendente y volverse por lo tanto una pregunta sobre nuestra meta. Una pregunta sobre lo que busco esencialmente, o sobre la esencia de lo que busco. Es una pregunta que pone nuestra mirada delante de nuestros pasos. Una pregunta que podemos volverla pregunta sobre el fin que queremos alcanzar.
Es también una pregunta sobre como quiero llegar al final de mi día. Una pregunta sobre que fruto quiero experimentar al final del día. Una pregunta sobre lo que espero y anhelo al final del camino de cada día, de este día y del final de mis días.
Es claro que hacia donde quiero ir, influye decididamente el camino que tomo al emprender el rumbo. No es algo que pueda plantearme o que podamos plantearnos cuando ya hayamos arrancado, sino antes de arrancar, antes de encaminarnos. Por lo tanto hay preguntas sobre el final que son preguntas para hacerse al principio: ¿Adonde vamos? ¿Adonde voy?
Así es como Jesús nos anima a poner la mirada en el final para vivir el presente de tal manera que nos conduzca a ese final deseado sin distracciones o desorientaciones. Dice Jesús: En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.”
La invitación es a ir hacia en encuentro de lo que viene, y lo que viene es Jesús en su plenitud; es Jesús desbordante de vida porque nos trae a todos la liberación de las ataduras consecuencias del pecado y de la muerte. ¡Cómo no se van a conmover cielo y tierra! Es el tiempo donde lo conocido por el hombre queda deslumbrado por lo que Dios envía. “En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro”.
No vamos hacia un final cerrado sino hacia un final abierto, un final del mundo conocido que da comienzo a la plenitud de la obra comenzada por el Padre en la Creación, por Jesús en la Salvación y por el Espíritu de Santificación. Dios no destruye la obra que ha comenzado sino que la transforma y la purifica de todo aquello que no es su obra en nosotros. Esa es nuestra paz.
Si Jesús fue hacia el Padre por el camino de la Cruz y la Resurrección, por ese mismo camino yo debo ir al Padre. Y si Jesús en ese camino hacia el Padre nos sale al encuentro, puedo ir seguro y decidido hacia ese encuentro: “Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.”
Y aún más: “Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.” Vamos a recibir a esos ángeles que nos congregan como elegidos. Somos congregados como elegidos porque hemos elegido a Dios y nos hemos encaminada hacia Él como Él se ha encaminado hacia nosotros. Elegidos de los cuatro puntos cardinales, una congregación universal, global, sin límites. Nadie podrá experimentarse excluido. Todos somos invitados.
Y si como dice Jesús: “Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Hoy podemos llegar al final de este camino emprendido. Hoy podemos salir al encuentro del que viene “sobre las nubes, lleno de poder y de gloria”. ¿Estaré listo hoy para este encuentro? ¿Estamos preparados como familia, como comunidad para salir al encuentro del que viene a congregarnos?
Si elegimos bien el destino hacia el que nos queremos dirigir, emprendamos hoy la marcha por el camino de Jesús y lo podremos encontrar al final del camino saliendo a nuestro encuentro.
Señor, purifica nuestra mirada y nuestra elección para vivir cada día y podernos encontrar contigo al final de cada día y así al final de la vida. Porque como nos has prometido: Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.”

P. Sergio-Pablo Beliera