Homilía Solemnidad de Todos los Santos, Ciclo C, 1 de
noviembre de 2013
“Santo,
Santo, Santo es el Señor Dios del Universo, llenos están el Cielo y la tierra
de tu Gloria...”
“Santo
eres en verdad Señor, fuente de toda santidad…”
Tu
Señor Jesús, Cordero de Dios, Santo entre los santos, gozas de la amorosa
compañía de aquellos que te precedieron en tu Encarnación, pero que se
santificaron a raíz de vislumbrar tu hora y tu Gloria. !Cuanta dicha! Pero ni
siquiera eso de puede comparar con haberte conocido hecho Carne, cuando pusiste
tu Morada entre nosotros… Y la dicha de haberte seguido en tu subida hacia
Jerusalén y contemplado tu Ascenso al Padre… Y aún más, a nosotros que nos ha
sido concedido el don de creer sin ver, Tú nos has declarado “¡Felices
los que creen sin ver!”, porque en el tiempo de la fe, contemplarte en
la fe es una dicha de amor sin comparación…
Tú,
como Hijo Eterno del Padre haz santificado a quienes no te conocieron como el
Hijo Encarnado. Desde el justo Abel hasta el último de los Profetas. Y como
Hijo Amado en quien el Padre a puesto su predilección, nos santificas a todos
nosotros, desde María y Juan Bautista, hasta hoy.
¡Qué
santidad pues podríamos anhelar que no provenga de Ti y en Ti se encuentre en
plenitud!
Tu
eres el Manso que atraes a los mansos. Y a quienes no lo somos nos pones en
camino al contemplarlo.
Tu
eres el Humilde que atraes a los humildes. Y a quienes no lo somos nos pones en
camino al contemplarlo.
Tu
eres Pobre que atraes a los pobres. Y a quienes no lo somos nos pones en camino
al contemplarlo.
Tu
eres el Puro que atraes a los puros. Y a quienes no lo somos nos pones en
camino al contemplarlo.
Tu
eres el Inocente que atraes a los inocentes. Y a quienes no lo somos nos pones
en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Siervo sufriente que atraes a los sufrientes. Y a quienes no lo somos
nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Profeta perseguido que atraes a todos los perseguidos a causa de tu
nombre. Y a quienes no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Justo que atraes hacia Ti a los que luchan por la justicia. Y a quienes
no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Pacífico que atraes hacia Ti a los que trabajan por la paz. Y a quienes
no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Obediente que atraes hacia Ti a los que renuncian a sí mismos. Y a
quienes no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Casto que atraes hacia Ti a todos los castos. Y a quienes no lo somos
nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres sobre todo el Misericordioso que atraes hacia ti a los misericordiosos. Y
a quienes no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Compasivo que atraes hacia Ti a todos los que ejercen compasión. Y a
quienes no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres la Caridad que atraes hacia Ti a todos los que sirven en la caridad a tus
pobres y afligidos. Y a quienes no lo somos nos pones en camino al
contemplarlo.
Pero
aún más, Tu eres el Misericordioso que atraes hacia sí a todos los necesitados
de Misericordia de ayer, de hoy y del futuro, los pecadores con el corazón
destrozado y que no podrían vivir si Tu no los sostuvieras con tu Misericordia
que nos hace suspirar Tú Santidad.
Tu
eres el Santo del cual dimana toda santidad.
Tu
eres la Imagen y Semejanza en la que somos atraídos y en la que realizamos la
imagen y semejanza de tu santidad.
Tu
haz sembrado la semilla de la santidad en nuestras almas y la riegas con tus
Palabras y con tu Sangre cada día, y la haces crecer con tu Cuerpo entregado en
la Eucaristía y con la Caridad, que nos invitas a vivir entre tus pobres. Y la
haces dar el fruto de la unión contigo, en el amor entre nosotros como tu nos
has amado y hecho tus amigos.
Porque
Tu eres en Bendito del Padre en quien los santos, tus corderos, son llamados
una y otra vez: “Vengan benditos de mi Padre, entren al gozo de su Señor.”
Tu
eres el Perdón que nos perdono porque el amor pudo más en nosotros que el
pecado.
Tu
eres la Luz que nos saca de nuestras ceguera y nos alumbras en la luz de la fe.
Tu
eres el Testigo fiel que atraes hacia ti a todos los que te reconocen
frente a sus hermanos y no se avergüenzan de Ti. Y a quienes no lo somos
nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres la “Sangre derramada” y “Carne entregada”, que atraes hacia
ti a todos los que derraman su sangre y entregan su carne en el martirio
cruento del testimonio supremo del amor a Ti, en la lucha sin par de cada día
por el perdón sobre el odio y la violencia, en el martirio de la indiferencia
de sus hermanos.
Tu
eres el Elegido que atraes hacia Ti a todos los elegidos desde la creación del
mundo y han dicho que sí hasta la muerte. Y a quienes no lo somos nos pones en
camino al contemplarlo.
Tu
eres el que desde el inicio de la Creación has renunciado a Ti mismo y atraes
hacia Ti a todos los que renunciando a sí mismo te han elegido sobre todas las
cosas. Y a quienes no lo somos nos pones en camino al contemplarlo.
Tu
eres el Hijo Amado del Padre que atraes hacia Ti a todos los no amados de la
historia y los consuelas con tu Amor. Y a quienes no lo somos nos pones en
camino al contemplarlo.
Tu
que eres el Santo y la fuente de toda santidad, no dejes de atraernos hacia Ti
por todas las formas que nos configuren con la Voluntad del Padre, en quien
reside la beatitud y la dicha, y sin cuya voluntad no hay santidad posible.
Tu
eres el Bienaventurado que nos atraes cada instante para colmarnos con tu gozo
y por quien estamos invitados a despreciar todo lo pasajero y a sujetarnos para
unirnos a lo eterno.
Señor
Jesús, “el Santo de Dios”, el único que “tienes Palabras de Vida Eterna”,
atráenos, sedúcenos, enamóranos de tu Santidad, sin la cual no hay santidad en
nosotros. Que contemplando “semejante multitud de testigos” que
se han hechos idénticos a Ti, nos embarquemos en la aventura de ser santos
según nuestra genuina vocación de ser para Ti “una alabanza de tu Gloria”
ilumina nuestra ciudad.
Has
que en cada instante pongamos nuestra mirada el Ti, nuestro oído en Ti, y así
emane de nosotros un deseo sostenido de santidad que se vuelva servicio humilde
y silencioso hacia aquellos que no te conocen ni te aman.
Nos
consuela la esperanza que en el Cielo tus santos son más que los habitantes de
la tierra.
Oh
Dios, vuélvenos definitivamente hacia Ti cada instante para recordarte solo a
Ti y tus amados, ya que la santidad consiste en amarte con todo el corazón, con
todo nuestro ser, y a tus desposeídos en la tierra. Porque tus santos no tiempo
para mirarse en el espejo, sino de mirarte a Ti y a donde Tu miras.
Nos
alegramos por tus amigos en el Cielo y los que caminan entre nosotros aún en la
tierra, ellos son la luna y Tu eres su Sol, que nos atraen hacia Ti. No
permitas que aspiremos a la santidad sin ellos y sin nuestros hermanos en esta
historia.
Gracias
por recibir su intercesión por nosotros ante Ti, el Intercesor y Mediador ante
el Padre.
P. Sergio-Pablo Beliera