Si aprender no es fácil, no pensemos que
enseñar lo es menos. Quien recibe la misión de enseñar recibe una misión que
abarca toda su vida y que se implica en todas sus circunstancias. No se puede
uno desprender de esta misión, ella se hace toda tu piel, de todo tu nervio, de
tus huesos.
La misión de enseñar se implica en todos
tus pensamientos, en todas tus percepciones, en toda tus emociones, en todas
tus perspectivas, en la mirada, en la memoria, en la recolección del pasado y
en la siembra del futuro, en la cara puesta al viento de este instante, de este
presente.
Jesús enseñaba. Jesús enseñaba como una
misión encomendada. No como una mera oportunidad, una parte de su tiempo y
menos como una parte de su vida. Aún cuando cura enseña, aún cuando da de comer
enseña, aún cuando detiene la tormenta, aún en sus horas solitarias, Jesús
enseña.
Enseñar es una misión sagrada, divina,
porque el único que puede mostrarnos el origen y sentido de las cosas, su
finalidad y validez es el mismo Padre, del cual todo proviene y al cual todo
vuelve para permanecer y nunca desaparecer.
La banalización de la enseñanza es el mal origen de muchos otros males. Porque si es banal enseñar, como no va a ser
banal aprender.
Por eso quien enseña debe querer
aprender siempre y aprender con devoción divina, porque divina es la enseñanza
que recibe. Aprender es la primera forma de enseñar. Quien no quiera, quien no
considere la posibilidad, la oportunidad y la necesidad de aprender, no podrá
brindar ni a sí mismo ninguna enseñanza válida y valiente.
Porque el que enseña como Jesús enseña,
debe aprender como Jesús aprende. Hay que contemplar y validar como Jesús
aprende. Nos ha hecho mucho mal el sólo énfasis que Jesús todo lo sabía por ser
Dios, y no elegir y resaltar lo que Él mismo eligió y resaltó, que aprendía a
pesar de ser Dios, y que ese aprendizaje que hacía lo hacía a la medida humana,
ya que su divinidad en nada interfería cuando aprendía como hombre. Porque un
gran maestro no disminuye su capacidad cuando enseña y a la vez aprende a enseñar
a estos alumnos que lo ponen en una nueva situación de enseñar y aprender.
La distancia que hemos puesto entre
enseñanza y aprendizaje han dado el pésimo resultado de una confrontación y de
un desinterés del uno por el otro.
Jesús no juega a ser maestro, sino que se
juega como Maestro. Se abre paso entre los que ya se lo saben todo o se la
saben todas: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con
nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo:
“Cállate y sal de este hombre”. Cuando estemos en esa situación de no
querer aprender, de no hacer el esfuerzo por aprender, lejos del maravilloso y
sorprendente mundo de aprender y, empecemos a repetir que ya lo sabemos o que sabemos
suficiente, recibiremos la misma y contundente respuesta de Jesús: “Cállate
y sal de este hombre”. Los sabelotodo no tiene el espíritu de Jesús,
sino de su enemigo que no quiere aprender ni que los otros aprendan.
Si la misión de enseñar es una de las
obras de misericordia, lo es también la de querer aprender al mismo tiempo.
Por eso la autoridad de Jesús no viene
de sabérselas todas o de carecer de error, sino de la obediencia interior a la
enseñanza del Padre y de su ir sabiendo en el camino, su ir descubriendo y
aprendiendo en el camino. Jesús no se presenta con aires de grandeza o
catedrático de una verdad inalcanzable y tan inmaculada que se vuelve foránea,
sino con la humildad e imperceptibilidad de un buen y sigiloso alumno que no
quiere llamar la atención sino que la verdad triunfe por su propia bondad y
luminosidad.
Jesús como Maestro, como Profeta,
enciende los corazones de sus discípulos, los hace experimentar el gozo de la
alabanza por la enseñanza recibida y de la que son protagonistas, así
entendemos hoy la expresión de aquellos oyentes y aprendices: “Todos
quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto?”
Nadie puede sustraerse a la misión de
enseñar y por lo tanto tampoco a la de aprender…
¿Estoy
disponible para enseñar al estilo de Jesús?
¿Estoy
dispuesto a exponerme a aprender para aprender como Jesús?
¿Estoy
dispuesto a aprender para enseñar a fuerza de hacer el camino paso a paso?
Adelante hermanos y amigos, vayamos por
este camino, vayamos a fondo por esta escuela de Jesús, seamos sus mejores
alumnos para ser sus mejores discípulos que hacen escuela para otros también. “¿Qué
es esto? ¡Enseña de una manera nueva…!”
P.
Sergio-Pablo Beliera