domingo, 1 de febrero de 2015

Homilía 4º Domingo TO, Ciclo B, 1 de Febrero de 2015

Si aprender no es fácil, no pensemos que enseñar lo es menos. Quien recibe la misión de enseñar recibe una misión que abarca toda su vida y que se implica en todas sus circunstancias. No se puede uno desprender de esta misión, ella se hace toda tu piel, de todo tu nervio, de tus huesos.
La misión de enseñar se implica en todos tus pensamientos, en todas tus percepciones, en toda tus emociones, en todas tus perspectivas, en la mirada, en la memoria, en la recolección del pasado y en la siembra del futuro, en la cara puesta al viento de este instante, de este presente.
Jesús enseñaba. Jesús enseñaba como una misión encomendada. No como una mera oportunidad, una parte de su tiempo y menos como una parte de su vida. Aún cuando cura enseña, aún cuando da de comer enseña, aún cuando detiene la tormenta, aún en sus horas solitarias, Jesús enseña.
Enseñar es una misión sagrada, divina, porque el único que puede mostrarnos el origen y sentido de las cosas, su finalidad y validez es el mismo Padre, del cual todo proviene y al cual todo vuelve para permanecer y nunca desaparecer.
La banalización de la enseñanza es el mal origen de muchos otros males. Porque si es banal enseñar, como no va a ser banal aprender.
Por eso quien enseña debe querer aprender siempre y aprender con devoción divina, porque divina es la enseñanza que recibe. Aprender es la primera forma de enseñar. Quien no quiera, quien no considere la posibilidad, la oportunidad y la necesidad de aprender, no podrá brindar ni a sí mismo ninguna enseñanza válida y valiente.
Porque el que enseña como Jesús enseña, debe aprender como Jesús aprende. Hay que contemplar y validar como Jesús aprende. Nos ha hecho mucho mal el sólo énfasis que Jesús todo lo sabía por ser Dios, y no elegir y resaltar lo que Él mismo eligió y resaltó, que aprendía a pesar de ser Dios, y que ese aprendizaje que hacía lo hacía a la medida humana, ya que su divinidad en nada interfería cuando aprendía como hombre. Porque un gran maestro no disminuye su capacidad cuando enseña y a la vez aprende a enseñar a estos alumnos que lo ponen en una nueva situación de enseñar y aprender.
La distancia que hemos puesto entre enseñanza y aprendizaje han dado el pésimo resultado de una confrontación y de un desinterés del uno por el otro.
Jesús no juega a ser maestro, sino que se juega como Maestro. Se abre paso entre los que ya se lo saben todo o se la saben todas: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. Cuando estemos en esa situación de no querer aprender, de no hacer el esfuerzo por aprender, lejos del maravilloso y sorprendente mundo de aprender y, empecemos a repetir que ya lo sabemos o que sabemos suficiente, recibiremos la misma y contundente respuesta de Jesús: “Cállate y sal de este hombre”. Los sabelotodo no tiene el espíritu de Jesús, sino de su enemigo que no quiere aprender ni que los otros aprendan.
Si la misión de enseñar es una de las obras de misericordia, lo es también la de querer aprender al mismo tiempo.
Por eso la autoridad de Jesús no viene de sabérselas todas o de carecer de error, sino de la obediencia interior a la enseñanza del Padre y de su ir sabiendo en el camino, su ir descubriendo y aprendiendo en el camino. Jesús no se presenta con aires de grandeza o catedrático de una verdad inalcanzable y tan inmaculada que se vuelve foránea, sino con la humildad e imperceptibilidad de un buen y sigiloso alumno que no quiere llamar la atención sino que la verdad triunfe por su propia bondad y luminosidad.
Jesús como Maestro, como Profeta, enciende los corazones de sus discípulos, los hace experimentar el gozo de la alabanza por la enseñanza recibida y de la que son protagonistas, así entendemos hoy la expresión de aquellos oyentes y aprendices: “Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto?”
Nadie puede sustraerse a la misión de enseñar y por lo tanto tampoco a la de aprender…
¿Estoy disponible para enseñar al estilo de Jesús?
¿Estoy dispuesto a exponerme a aprender para aprender como Jesús?
¿Estoy dispuesto a aprender para enseñar a fuerza de hacer el camino paso a paso?
Adelante hermanos y amigos, vayamos por este camino, vayamos a fondo por esta escuela de Jesús, seamos sus mejores alumnos para ser sus mejores discípulos que hacen escuela para otros también. “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva…!”


P. Sergio-Pablo Beliera