jueves, 26 de diciembre de 2013

Homilía Navidad, Ciclo A, 25 de diciembre de 2013


¿Qué experiencia de Jesús hacemos los cristianos y el mundo entero en este inicio del siglo XXI?
No es una pregunta más de cara al acontecimiento de la celebración anual del Nacimiento del Señor Jesús.
Así cómo los cristianos del siglo I de la era cristiana, se hacían esta pregunta y nos regalaron su experiencia en el Evangelio de Juan con esta respuesta:
"La Palabra se hizo carne y hábito entre nosotros".
Palabra y Carne, Morada e Inhabitación. Esas son sus experiencias de esta realidad que hoy celebramos.
Y otras experiencias como: 
Al principio existía la Palabra...
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre...
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron…
…a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios…
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios...
Y nosotros hemos visto su gloria...
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia... 
Hoy, ¿cuáles serían esas experiencias? 
Abramos nuestra alma y nuestro espíritu común, y dejemos que nos hablen que es lo que han percibido y perciben de un Dios que se hace carne de nuestra carne, que rompe las distancias impuestas por el hombre y su obstinación en vivir sin Dios, a pesar de Dios, siendo su mismo dios.
Hoy, experimentamos la imperiosa llamada a tener Dios, a ser de Dios, ha dejarnos habitar por Dios. El hombre clama a Dios en su desesperada y acelerada búsqueda de sí mismo.
Es el Niño Jesús, Hijo Eterno del Padre, nacido en el tiempo, quien permanece como el hombre verdadero que ha encontrado por un lado el camino de descenso para encontrar al hombre y por el otro el camino de ascenso para encontrar a Dios verdadero -no un dios inventado-.
El Niño pequeño, habla de un Dios Siervo.
El Niño recostado, nos habla de un Dios Entregado.
El Niño en brazos de su Madre, nos habla de un Dios de Ternura y Misericordia.
Encontramos a Dios, porque Dios se deja encontrar en Jesús de una vez y para siempre: “Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único…  ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo…”
Nuestro camino que se inicia en esta Navidad de Jesús hoy, es Contemplar este regalo, Experimentar este regalo, Celebrar este regalo, Dar este regalo…
Contemplar…
Adorar…
Dos actitudes de silencio, de receptividad, de apertura, donde el hombre cotidiano encuentra el camino de dejarse dar por Dios en Jesús. reencontrase con el Dios como Regalo…
Aprender…
Servir…
Dos actitudes de gratitud alegre, de imitación fructífera, de donación de sí mismo… Donde el hombre cotidiano encuentra la oportunidad y el desafío de hacerse semejante de sus semejantes a la medida de la semejanza de Jesús…
El hombre de hoy recibe la Buena Noticia que la Pequeñez, que la Pobreza, que la Ternura, que la Misericordia, que la Sencillez, que la Simplicidad, de un encuentro directo con Dios a través de Jesús, ha venido para quedarse en la Historia personal y de la Humanidad para siempre, y que vivirlo es un Gozo, y no sólo eso sino, “el Gozo”, el Gozo de vivir el Evangelio de la Navidad de Jesús, principio de vida, de luz, de amor y de paz, para todo hombre. 


P. Sergio-Pablo Beliera

Homilía Navidad, Ciclo A, 25 de diciembre de 2013


“José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa… Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”.
Ese Jesús anunciado, es hoy un Jesús celebrado y fuente de vida para todos nosotros. En su Nacimiento reconocemos el comienzo de una Novedad y Plenitud de la humanidad anterior a Él y posterior a Él, que traspasará nuestro días y llegará hasta un futuro inmenso.
El acontecimiento de su nacimiento, fue un hecho familiar, que poco a poco comenzó a trascender la fronteras de aquel Belén. Pero fue un acontecimiento vivido en una inmensa fragilidad exterior pero envuelto de la fortaleza que sólo la ternura de una madre y un padre, vueltos enteramente hacia la voluntad de Dios hasta hacerse una con ella a fuerza de la apertura de la fe de los pequeños.
El Papa Francisco habla de este acontecimiento de una forma que es una gran anuncio para nuestro tiempo en esta Navidad.
"María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura." (EG 286)
Inspirados en estas palabras del Papa Francisco, quiero invitarlos a celebrar esta Navidad, ocupándonos de las cosas del Señor Jesús como María y José.
Saber transformarlo todo con “una montaña de ternura”, para acoger a la Ternura en persona.
Saber... Esto es, esmero en todo lo que se hace pero en una inmensa y desbordante gratuidad. Porque Dios se esmera gratuitamente para darse a nosotros a tal punto de pasar desapercibido pero completando y plenificándolo todo.
Saber... Esto es, mucha creatividad en todo lo que se hace, no siendo una máquina aburrida de repeticiones de errores o equivocaciones, sino entregados a resolución de lo que hasta ahora no se ha sabido resolver por las vías ya exploradas. Así es este Niño Jesús, una creación amorosa, que en una situación de gran pobreza desborda los límites de lo pensado, escondiendo a Dios mismo.
Saber... Esto es, aplicar todo el conocimiento acumulado de una manera renovada y eficaz por la vía de la humildad, no queriendo inventar lo que ya esta inventado, ni querer repensar lo que ya esta claro. Jesús Niño, nace y se hace en una historia
Saber... Esto es buscar las ayudas adecuadas para lo que nos desafía y renunciar a hacerlo todo por mi mismo y a mi modo.
Saber... Es ponerlo todo lo que somos y tenemos al servicio de Aquel que lo es todo y lo da todo. Así no trabajamos en vano.
María y José, transforman un humilde pesebre de animales en un humilde hogar para Jesús, en una humilde habitación de niño para El Niño Jesús. Sin qué pierda su humildad y sencillez, ¡eso es muy importante! Nuestros hogares deben guardar su humildad y sencillez para acoger a Jesús que siendo rico se hizo pobre, siendo fuerte de hizo débil y siendo grande se hizo pequeño.
Transformar no es cambiar la esencia sino resaltarla, no es mutar algo en otra cosa sino llevarlo a su esplendor, no es adornarlo sino mantener su sustancial despojo.
Tenemos a veces la tendencia contraria y estamos llamados por el ejemplo de esta noche a guardar la despojada sencillez de la vida humana, sin adornarla de "ferretismos", porque la vida no necesita de una ferretería ni transformarse en un armazón de hierro. Ni tampoco una juguetería de entretenimientos futiles.
Es transformarlo en ternura por la ternura misma. El medio y el material con el cual transformamos una realidad deben guardar relación. Y la ternura es el medio para que la ternura resplandezca. Y esa ternura es Jesús mismo. Y Jesús viviente en nosotros.
La Navidad de Jesús, así vista y vivida esta llamada a transformar nuestras vidas, de otra manera no tiene sentido celebrar lo que no transforma y plenifica nuestras existencias concretas comunitarias, familiares y personales.
Celebremos pues el Gran Acontecimiento no sólo de la Historia de Salvación, sino de nuestra historia familiar, comunitaria y personal de salvación, queriendo ser lo mismo que celebramos.


P. Sergio-Pablo Beliera

domingo, 22 de diciembre de 2013

Homilía 4º Domingo de Adviento, Ciclo A, 22 de diciembre de 2013


“…a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos…, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo…”
Como amados de Dios, somos continua e ininterrumpidamente llamados a la maravillosa experiencia de la obediencia de la fe.  Esta experiencia se nos da desde el primer instante de nuestra existencia. Y hacernos a ella es un don y una tarea que nos lleva toda la vida, como una gozosa existencia marcada por la llamada del Señor Jesús a configurarnos con Él, estos es, ser como Él y obrar como Él.
Es el mismo Señor Jesús quien es el modelo y la plenitud de la obediencia amorosa de la fe en un Padre que nos ama desde el inicio y nos conduce a la consumación de ese amor en el encuentro cotidiano y definitivo en su Gloria.
José y María son una realización plena de esta obediencia de la fe. Vivieron esa obediencia en la fe no sólo como una experiencia personal, sino como una experiencia anticipada de la experiencia plena de Jesús, su hijo, como dice el Ángel: “…lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo…” Semejante obra es vivible por ellos por la sola experiencia de la obediencia de la fe. Y como una experiencia incoada en su época, para que en toda la historia humana, hasta la consumación de los tiempos, se viva de la misma experiencia.
¿Pero, quién eran José y María en la sociedad de su época? Así podremos captar mejor como llegar también nosotros a esa obediencia de la fe tan gratificante y fructífera, que engendra por obra del Espíritu Santo a Jesús el Señor en nosotros y en nuestra época.
Digamos que, eran “nadie”... Sí, eran unos desapercibidos... Unos invisibles a tiempo y a los de su tiempo... Un carpintero y una desposada virgen que llega a ser madre… Un hombre justo y fiel que ama a su esposa y a lo que ha sido engendrado en ella… Pero todo y cada una de las cosas vividas, en la diminuta Nazaret, en la lejana Galilea… Fuera siempre del centro, del punto neurálgico de su tiempo… Unos descendientes de David, tan pobres e ignotos como el mismo David a la hora de ser ungido. Unos sacados de detrás del rebaño de la humanidad de “la plenitud de los tiempos”.
Tal vez sólo los “nadies” puedan ser lo que están mejor predispuestos a la obediencia de amor a los planes de Dios. Los que sean la tierra fértil que rinda el 30, el 60 o el 100, de la semilla de la obediencia de la fe. Sostenidos en la pequeña e insignificante tamaño de la fe, pero en su inmensa e impensada capacidad de fermentar la masa de la existencia propia y ajena.
Ser “nadie”, puede ser una gracia inmensa que nos permite ser para Dios de una manera sencilla y directa, que conoce el estupor y la tensión frente al misterio del poder del obrar de Dios, pero que se deja guiar sin resistencias a una promesa de fecundidad y vida, de ternura y liberación, de don total y colaboración gratuita. Y así, ser su voluntad viva. Siendo “nadie”, el hombre se deja nombrar e insuflar del Espíritu de la obediencia de la fe, que sabe decirle que si a Dios a pesar de sí mismo y de todo lo que se opone.
Ser y tenerse en la más pura sencillez, es el inicio de ser y tenerlo todo de Aquel que lo es Todo y lo da todo. Es la santa disponibilidad y docilidad a una maravilla de Dios que supera expectativas e imaginación.
Nuestra generaciones sueñan con un “Imagina”, que se canta como un credo de ensueño, pero por el que se hace poco por realizarlo, porque ese imaginar sigue arraigado al peor enemigo de cualquier realización, el exceso de sensibilidad por sí mismo y un discontinuo sentir por los otros más distante e impotentes. Quien imagina desde el confort, sueña más confort para sí mismo.
Pero quien imagina con Dios y desde Dios, es visitado en su conturbación con la paz de un mundo mejor hecho no de sueños, sino de realizaciones bajo el signo de la desafiante obediencia de la fe, que es la pura y plena confianza restablecida entre el hombre y su Dios Amor y Compañía.
Hoy una vez más deberíamos escuchar la pregunta de Dios al hombre: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?” El descanso del hombre es la de la fuente que se convierte en manantial que corre libre y disponible como agua fresca para ser bebida en el caminar en la Presencia del Señor y en el hacerse prójimo como Jesús se hace de cada hombre en cada época. El descanso de Dios es vernos libres de decir que sí en la confianza de hijos en brazos de su madre, que dejan correr una corriente de afecto, de ternura y apertura que nos expone a un encuentro profuso de decires de amor y encanto de el Uno por el otro.
Hagamos de nuestra obediencia amorosa de la fe poesía que nos haga recibir en nuestra casa a María y a Jesús engendrado en su seno por el Espíritu Santo. Con el justo y fiel José, seamos obedientes a la amorosa obediencia de la fe que obra el Espíritu Santo, que acoge la luz de un Salvador que se deja cuidar y así nos enseña a dejarnos salvar por el cuidado mutuo.

Dondequiera que vaya
A lo lejos y en cualquier lugar
Una y otra vez, siempre brillas sobre mí
A través de la oscuridad de la noche, después de llamarme

Y donde quiera que subo
A lo lejos y en cualquier lugar
Me levantas muy alto, más allá del cielo
A través de la noche tormentosa, me levantas arriba

Venite Spiritu et emitte caelitus
Venite Spiritu et emitte caelitus
Venite Venite Spiritu Spirtus

A lo lejos, más allá del cielo (Takatsugu Muramatsu)
Envíen los cielos el rocío de lo alto,
y las nubes derramen la justicia.
Abrase la tierra y brote el Salvador. (Cf. Is 45, 8)


P. Sergio-Pablo Beliera