Sin duda que
Jesús, no soportó ni soportaría vivir en una era de ©opyrigth o derechos reservados. ¡Su libertad para dar es
tal! Muy pocos son los que usando estos derechos están preocupados por velar
por la verdad expuesta o el bien transmitido, la verdadera preocupación está en
proteger el propio interés, el orgullo o el dinero. En Jesús la preocupación
está en la unanimidad que hacer el bien en su Nombre produce. El Nombre de
Jesús es producto de unidad, de comunión.
Para Jesús, el Bien
no tiene dueño. Todo bien proviene de otro bien, por lo cual no necesita pagar
derechos de autor y lo mejor que puede pasar es que la gente lo copie y lo siga
copiando indefinidamente. Es el Espíritu del Bien quien se cuida y protege a sí
mismo, porque Él mismo es el que origina y sostiene todo bien, y su únca
protección consiste en ser difusivo de manera sostenida.
Necesitamos
dejarnos llevar por este Espíritu de Bondad, de Caridad, de Ternura, de
Misericordia, de Compasión, sin límites y no limirtarselo a nadie, ni a
nosotros mismos. “¡Ojalá todos fueran profetas en el pueblo del Señor, porque él les
infunde su espíritu!” es un anhelo que nos hace mucho bien hacer
nuestro también.
Si llegara a
producirse un desequilibrio del tiempo, el espacio y la calidad que el Bien
ocupa en nuestras vidas personales, familiares y comunitarias entraríamos en
una espiral decreciente de la libertad en que el Espíritu de la Bondad de Dios
podría expandirse en nosotros.
Las horas y la
calidad dedicadas a hacer el Bien en la Caridad de Jesús, hablan de la
penetración de la persona de Dios en todos los planos de nuestras personas.
Desde chicos pasamos horas en la escuela estudiando y poco tiempo en hacer
directamente un ejercicio habitual de las obras de misericordia. Pasan a ser
casi siempre un hecho extraordinario y esporádico, cuando debería ser cotidiano
y habitual. Podríamos decir que hay un desequilibrio entre verdad y bondad en
nuestra cultura. Y pensar que el mejor canal para la verdad es la bondad.
Es en este
sentido que deberíamos interpretar las insisivas advertencias de Jesús: “Si
alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería
preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran
al mar.” Pequeños son los que hacen el bien en el Nombre de Jesús, a
los que núnca debemos impedírselo; y pequeños son los que necesitan de nuestra
atención y cuidados.
Lo mismo que
esta otra llamada de atención al corazón de los propio objetivos y metas, que
sintetizo de la siguiente manera:
“Si tu mano… tu pie.. tu ojo…
es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en el Reino de
Dios manco… lisiado… con un solo ojo…, que ser arrojado… al infierno, donde el
gusano no muere y el fuego no se apaga”. Pie, mano y ojo no utilizado para hacer el bien, sino para poseer en
beneficio propio. Cómo dice el apostol Santiago: “¡Ustedes han amontonado
riquezas, ahora que es el tiempo final!”
Hay hoy día una
natural tendencia a equilibrar el exceso de trabajo con recreación, deportes o
hobby. En sí no es malo, por supuesto. Pero deberíamos preguntarnos, si ese
equilibrio no sería más sustentable, si no sólo antiendiera un bien propio sino
además el bien de los demás y bienes de calidad cada vez más altos.
Tampoco consiste
en el mero crecimiento de horas de voluntariado en tareas sociales. Lo cual
también es bueno. Pero hoy el horizonte que nos pone Jesús nos invita a ir más
allá: “…hacer un milagro en mi Nombre…” “…el que les dé … por el hecho de que
ustedes pertenecen a Cristo…”
Es aquí donde
las palabras reiteradas del Papa Francisco vuelven a resonarnos: “la Iglesia (por lo tanto nos cristianos
católocos) no puede ser una Ong”. Las Ong’s deben existir y son un bien,
pero la Iglesia no debe ser eso. Su espíritu y posibilidades es otro. Vamos a
hacer el Bien, la Caridad, la Misericordia, movidos por Dios, pero también
vamos a hacerlo para encontrarlo a Dios y para dar a Dios. Estos tres
movimientos se dan en una misma acción y en una misma persona, familia o
comunidad. Movidos por Dios para enontrar a Dios y dar a Dios.
Nuestro lugar es
elegir, afirmar y expandir nuestra pertenencia Cristo. Somos su pertenencia y
es nuestra libertad elegirlo cada vez, afirmarlo en cada circunstancia y
expandirlo en cada oportunidad que la Misericordia nos muestra su rostro. Esa
pertenencia es viva, real y está en acción, no es externa a nosotros sino que
nos involucra total y plenamente.
P. Sergio-Pablo Beliera