martes, 1 de enero de 2013

Homilía Misa del día Navidad del Señor Jesús, Ciclo C, 25 de diciembre de 2012


Homilía Misa del día Navidad del Señor Jesús, Ciclo C, 25 de diciembre de 2012
“La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.”
Hoy celebramos a esta Palabra que es Luz, que vino a este mundo e ilumina a todo hombre. Jesús es esa Palabra que ilumina, pero esa Palabra que ilumina no lo hace sin venir a este mundo. Jesús hoy ha venido al mundo y permanece en el mundo como el que ha venido al mundo, como el que ha salido al encuentro del mundo. Muchos huyen del mundo, sin embargo Jesús la Palabra viene al mundo. Y no solo viene sino que viene e ilumina a todo hombre. Esa es su intención. Su deseo más profundo y claro es iluminarnos con su presencia.
Y para quienes estamos en el mundo, la llamada es a imitar el movimiento de esta Palabra que es Jesús, que viene al mundo a traer Luz. Estamos llamados a venir a el mundo y a servirlo con la Palabra que ilumina el mundo. No nos servimos del mundo sino que servimos al mundo como Jesús. Somos servidores de la Palabra de Luz, de la Luz de la Palabra, que ilumina a todo hombre sin distinción. El mundo vive en la división y los que somos creyentes que Jesús como Palabra ilumina a todo hombre, no podemos privar de esta Luz y de esta Palabra a ningún hombre. La humanidad necesita la Comunión de esta Palabra que ilumina a todo hombre sin distinción.
Pero, aún cuando Jesús ha venido a darse como Palabra que ilumina a los hombres, vive el drama del rechazo: “Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.” Misterioso rechazo de la humanidad que somos cada uno de nosotros. Sin embargo Dios no detiene la Historia que esta decidido a sostener y continuar. Somos hechos por Jesús, Palabra que ilumina, sin embargo muchas veces lo desconocemos como el que esta entré nosotros como Palabra y Luz y nos hace a nosotros palabra y luz. El que hoy nace en la Historia es hacedor de la misma y en eso consiste su locura de amor, que desconocemos porque, no se conduce en la historia como nosotros. Viene a nosotros a pesar de nosotros y eso es nuestra paz. No lo recibimos pero no deja de venir, no nos priva de su presencia. Sin su Presencia el mundo, nosotros, quedamos sin su sustento.
Ningún rechazo humano es total y por eso como proclama el Evangelio: “Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.” El engendrado por Dios en el seno virginal de María, es engendrado por la fe virgen en mí, en nosotros la Iglesia, y así este Jesús que es engendrado en mí, en nosotros la Iglesia, nos engendra a una vida nueva de hijos de Dios. Solo podemos ser hijos de Dios porque el Hijo de Dios ha nacido entre nosotros y en nosotros. Misterio medular de la existencia en la fe.
La Navidad es así no solo el Nacimiento de Jesucristo, sino mi nacimiento, nuestro nacimiento en Jesucristo y con Jesucristo.
Es así que Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” Misterio de lo Eterno entrando en el espacio de lo temporal. Misterio de lo Eterno entrando en mi espacio y en mi tiempo. Haciéndose carne, de nuestra misma condición humana. Viviendo enteramente la condición humana para manifestar desde ella la gloria, la gracia y la verdad, que nos han sido accesibles porque habitó entre nosotros. Misterio de fe, el Hijo Eterno del Padre, Amado, Voluntad plena y total del Padre del quien lo recibe todo y a quien todo lo da, vive entre nosotros. Habita entre nosotros y a la vez nos habita a nosotros porque “todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”.
Hoy nosotros somos hijos de Dios, no figurativamente sino porque verdaderamente hemos sido engendrados en el seno virginal de María con Jesús y hemos nacido con Él por la gracia, para vivir con Jesús, Palabra, Luz y Vida para Dios y nuestros hermanos.
Navidad de Jesús, Navidad de los hombres, una sola realidad en un solo misterio de amor insondable que permanece abierto para ser acogido por todo hombre ayer, hoy y siempre.
Gritemos al mundo en la fe: ¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación…!”

P. Sergio Pablo Beliera


Homilía Misa de Gallo Natividad del Señor, Ciclo C, 24 de diciembre de 2012


Homilía Misa de Gallo Natividad del Señor, Ciclo C, 24 de diciembre de 2012
Un nuevo y definitivo centro aparece en la historia de la humanidad. Ese centro es una Luz que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre. Ese centro es un Hijo primogénito que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre. Ese centro es un Niño nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre ajeno, que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre.
Los centros en la Historia de la humanidad se han desplazado infinidad de veces en las luchas por el poder. Centros que no han sido más que etapas en el camino. Centros desplazados una y otra vez que nos han traído bienes y males. Centros desplazados que nos han traído avances y retrocesos. Pero siempre centros llamados a no serlo más desde el inicio.
Hoy, en esta Noche la Luz que nos ilumina y se ha posado sobre nosotros para conducirnos definitivamente hasta el final de la Historia, es Jesús Promesa y Cumplimiento del Padre. Él como Hijo único del Padre encarnado en el seno virginal de María ha nacido como Hijo primogénito. Y como Hijo Único y primogénito ya no será reemplazado. Él es el centro de la Historia y su punto más alto.
Hoy, celebramos que nos ha nacido el “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”, que anhelamos desde el principio. Lo sorprendente, lo que nos maravilla y llena de asombro en esta Noche, es que el Centro y la Plenitud de los tiempos nazca como un Niño.
“María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.” Nacer, ser dado a luz es una experiencia deseada por Dios para reencontrarse con el hombre. Nacer, ser dado a luz es una experiencia vivida por el hijo primogénito para ofrecernos la Comunión que no podemos darnos por nosotros mismos. Nacer, ser dado a luz es la experiencia que el Espíritu mueve para alabar la Comunión que nos es regalada.
Jesús nace. Y ha vivido el proceso que el Creador ha impreso a la naturaleza humana: ha sido engendrado, se ha desarrollado en el vientre virginal de María. Ha esperado como cualquier niño nueve meses de gestación. Y ha nacido, ha sido dado a luz. Nacer es para Jesús, como para todo hombre una experiencia de salir del vientre materno para conocer la luz. Salido del vientre virginal de María, Jesús que es la Luz, ha sido dado a luz, ha sido alumbrado para ser nuestra Luz plena y definitiva.
Se nace de una vez y para siempre, pero solo Jesús ha nacido de una vez y para siempre como: “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia…” Él es la Luz que surge del vientre de María, que ve la Luz que nos ilumina y llena de gozo por siempre y para siempre, por los siglos de los siglos.
Como nacido Jesús conoce la ternura y el cuidado de ser envuelto en pañales y ser recostado en un pesebre. Él que es la Ternura y el Cuidado que necesitamos los recibe abiertamente, no solo para sí sino como signo para todos los hombres. Impotente, dependiente, sujeto a la ternura de María y a los cuidados de José, Jesús nace. Y nace sin lugar propio, o dicho de otro modo, dispuesto a hacer de un lugar que le es dado un lugar propio para ser recostado y recibir calor y descanso. Jesús ha nacido y se ha dejado cuidar como un niño indefenso que nunca tomará su defensa
Jesús nace para manifestarse, para darse a conocer: “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”.
El creyente, como los pastores, debe hacer también la experiencia de ver nacer a Hijo Único de Dios, Jesús, para entrar ellos mismos en la experiencia de la Comunión que nos es ofrecida y nos sorprende. Contemplar al recién nacido Jesús ha sido para los pastores y debe serlo para nosotros hoy, una experiencia de gozo y de alabanza, modelo de nacimiento en la carne y el la fe. Modelo de dejarnos envolver en los pañales de la ternura de Dios que cubre nuestra desnudez y fragilidad con los cuidados de su Amor. Modelo de la experiencia creyente de ser recostado en la pobreza y sencillez de los medios humanos con los que Dios mismo está dispuesto a darnos calor y abrigo, descanso.

P. Sergio Pablo Beliera

Homilía Misa Vespertina Navidad (Mt 1, 1-17), Ciclo C, 24 de diciembre de 2012


Homilía Misa Vespertina Navidad (Mt 1, 1-17), Ciclo C, 24 de diciembre de 2012
En los tiempos que corren no pocos se han interesado por la genealogía familiar. Conocer nuestros orígenes, saber de dónde y de quienes provenimos. Que ha sucedido en nuestra historia antes de nosotros. Quienes y que han hecho los que nos han presidido en la vida. Que tenemos de ellos ya que transmitiremos a los demás. Noble inquietud.
En estas fiestas solemos recordar a quienes ya no están entre nosotros porque han partidos. Nos sabemos agradecidos de haberlos tenido como parte de nuestra historia y vida. Han sido y serán importantes en nuestra historia. Lo que nos dieron lo llevamos en el corazón y en la sangre.
Pero, la pregunta es evidente e inevitable: ¿cuantos de nosotros o quienes de nosotros se han interesado en considerar su origen en la intervención de Dios en la historia?
Acabamos de proclamar: “Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham...” Esto es Jesús, hijo primogénito de María, es heredero de la promesa hecha a David y a Abraham: una alianza eterna de paternidad y descendencia. Una historia comenzada por Dios que nunca acabará.
Hoy Jesús nace como heredero de la Historia de Dios, todo conduce a Él. Jesús es el culmen de la Historia. De una historia que ha comenzado Dios, no el hombre. De la cual el hombre es participe necesario, pero no es origen.
Con Jesús hoy somos historia de Dios, historia hecha por Dios, con sus vaivenes, pero siempre historia de Dios. Hoy con Jesús celebramos nuestro origen en Dios, en al decisión libre de Dios de ser nuestro Padre, garantía de nuestra existencia. 
Con Jesús, la humanidad entra en su estadio definitivo de ser hijos de Dios. Tenemos un Padre providente que se ocupa de nuestra historia. No sismos azar, sino voluntad amorosa del Padre. Como Jesús es voluntad amorosa del Padre, nosotros somos voluntad amorosa del Padre, existimos con Jesús como hijos amados y existimos por Jesús como hijos amados del Padre que nos ha creado en la Historia. Con sus complejos entramados pero nunca lejos del alcance del Padre.
La humanidad vive el drama de la despartir alineación de su Historia y por lo tanto del origen sagrado de su historia, de su provenir de Dios y por lo tanto ser sostenida por Dios y conducirnos hasta Dios como el origen y la existencia de Jesús.
Hoy con Jesús celebramos la condición de hijos amados del Padre introducidos en la historia para vivir una experiencia de amor en la que el Padre es origen y meta. Celebramos una existencia conducida por el Hijo amado del Padre, Jesús, plenitud de la Historia y creador de Historia con nosotros. Nacemos con Jesús a una concepción de la vida y de la relaciones con Dios donde el hombre camina junto a su Dios, en la presencia de su Dios, en la Comunión con su Dios.
Estamos llamados con Jesús a experimentarnos herederos de Dios, nacidos de Dios, para vivir en Dios y encontrar nuestra plenitud en Dios.
P. Sergio Pablo Beliera