En
este día de Pentecostés, del paso del espíritu del temor al Espíritu de la
alegría y de la paz, en esta Pascua del Espíritu dado a los hombre abundante y
libremente, los invito a repasar tres palabras de Jesús en el Evangelio.
La
primera:
“¡La
paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes”
Es
la conciencia de la vocación y misión de los discípulos. Somos enviados por
Jesús, como el es enviado por el Padre. Nuestra esencia está hecha de este ser
enviados y estar enviados en permanencia, en continuidad.
Como
Jesús que fue enviado como ofrenda al mundo por amor del Padre a los hombres
sus creaturas a imagen y semejanza suya, para que el mundo conozca y abrace la
libertad de ser amados y amar como Él nos ama.
Ese
envío nace de la paz que sólo Jesús Resucitado puede darnos, vencedor del
pecado y de la muerte.
La
segunda palabra:
“Al
decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo…””
Los discípulos de Jesús recibimos
el soplo de Jesús Resucitado, vivimos de su aliento de vida, de vida eterna. El
soplo de vida proviene de la vida misma de Jesús. Es el soplo de vida que hace
vivir a Jesús el que nos hace vivir a nosotros sus discípulos.
Un discípulos de Jesús los es en
la medida que no vive de sí mismo sino del Espíritu del soplo de Jesús.
¿Somos soplo
del Espíritu para los hombres, nuestros hermanos?
“…Los
pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a
los que ustedes se los retengan”.
En
tercer lugar el Espíritu que Jesús sopla sobre su Iglesia es Espíritu de
reconciliación, espíritu de perdón recibido y dado. Es el ministerio, el
servicio de la reconciliación. Toda atadura al pecado ha quedado superada por
el movimiento del Espíritu en el corazón de los hombres hacia el
arrepentimiento y la unción del perdón. Nadie puede vivir como discípulo de
Jesús Resucitado e ir a los hombres sin ese perdón recibido y sin ese perdón
dispuesto a dar generosa y libremente.
¿Somos
discípulos de la reconciliación? ¿Pedimos perdón y damos en perdón movidos por
el Espíritu o por nuestras culpas o para quedar bien?
P. Sergio-Pablo Beliera