domingo, 23 de noviembre de 2014

Homilía Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, Ciclo A, 23 de noviembre de 2014

No hablaremos de una realeza que no esté entre nosotros de verdad. No hablaremos de una realeza que esta lejos de ser la que Jesús introdujo en este mundo de una vez y para siempre, por más que a veces se nos haga difícil de ver y palpar. No hablaremos de formas humanas de realeza que distan de estar a la altura de la realeza de Dios manifestada en Jesús hecho carne y la carne de Jesús Resucitado que ha vuelto y vive entre nosotros.
¡Qué nos interesa ese tipo de realeza humana de la historia! Nada, absolutamente nada, porque nada le ha interesado y nada ha asimilado de esa realeza a nuestro Señor Jesús, el Esperado que ha venido y volverá. Realeza a la que Él llamaba “de este mundo”, el mundo que reinamos es sólo hasta la muerte, y su realeza ha venido a este mundo pero no es de este mundo.
Realeza. (De real).
1. f. Dignidad o soberanía real.
2. f. Magnificencia, grandiosidad propia de un rey.
3. f. Conjunto de familias reales.
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En realidad mal llamamos realeza a las realezas construidas en la historia humana por los hombres, ni ayer ni hoy esas son realeza, sólo se han apoderado de un nombre, de un significado, pero no lo son ni lo serán.
Contundentemente nos ha dicho: “entre ustedes no debe ser así”.
En Jesús la realeza no tiene glamour, no se viste de fiesta, no sale en fiestas de la farándula ni del jet set, no usa tronos ficticios, ni hace fundaciones de beneficencia para dar algo alguna vez, no tiene agente de seguridad, no vive ni va a lugares exclusivos, no posee mansiones ni castillos de piedra, no usa joyas ni está a la moda, ni crea tendencia, no hay protocolo ni modos especiales de ser tratado… la lista podría seguir, lo que queda claro que ahí y de esa forma no está ni se presenta Jesús.
Ser Rey como lo es Dios, es ser Creador desde la nada, desde el caos inicial y poner esa creación a su servicio, girando en torno a Él (Ellos), sino circular libremente en su obra sin pretensiones ni egos, sino dándose, buscando y encontrando.
Ser Rey como lo es Dios, es sumergirse silenciosamente en su obra a pesar de que esta lo rechaza y permanecer allí escuchando, viendo y obrando paso a paso con la paciencia de su realeza.
Ser Rey como lo es Dios, es hacerse Salvador salvado que da salvación, Liberador que es liberado que da libertad; es hacerse Sacerdote, Altar y Víctima por Amor al Padre y a sus hermanos.
Dios es un Rey que se ha hecho hombre para hacernos a nosotros hijos de Dios que recuperan, gracias a su humildad, su condición de imagen y semejanza.
La realeza de Dios se ha encarnado en Jesús en su conmoción frente al pecador, al pobre, al inocente, al vulnerado… Esa es su sangre azul, sangre de compasión, de ternura, de afectado por el otro.
La realeza de Dios en Jesús corre por las venas del hambriento, del sediento, del inmigrante, del desnudo, del enfermo, del preso… del que tiene alma de pobre, del paciente, del afligido, del hambriento y sediento de justicia, del misericordioso, del de corazón puro, de los que trabajan por la paz, de los perseguidos por practicar la justicia, de los insultados y perseguidos a causa de Él.
Jesús es el Rey Mendigo, y a la vez es el Rey Compasivo: “porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Que reina en los que se dan a sí mismos en las obras de misericordia que nos urgen cada instante de nuestra existencia. Es Rey ultrajado, desnudo y dejado al borde del camino y a la vez Rey buen samaritano que se conmueve y se compadece del herido.
Por eso el Rey se hace Pan de Vida para el hambriento y es la vez Rey hambriento del nuestros cinco panes y dos peces. Es Rey en la Eucaristía y Rey que come de la Eucaristía del Padre. Es Rey Pan, Rey Panadero, Rey Comprador de Pan, Rey Dador de Pan, Rey que Sacia de Pan, y Rey Saciado de Pan.
Es el Rey de la Palabra, y Rey de la Escucha y puesta en Práctica de la Palabra que escucha del Padre y de la boca de sus discípulos. Es Rey Palabra y Rey Palabra hecha Carne. Es el Rey del Espíritu de la Palabra, de la Letra de la Palabra, y de la Interpretación de la Palabra.
Es Rey Caridad, Rey Caritativo, Rey “necesitado” de Caridad. Reina en la Caridad, reina por la Caridad, reina con la Caridad y sólo con la Caridad que es su Gloria y su Belleza. “El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A él pertenecen la gloria y el imperio para siempre” del Amor consumado (Ap 5, 12; 1, 6).
Rey Servidor, Rey Pastor, pero herido y sanado por el Amor del Padre.
Padre, que quisiste restaurar todas las cosas por tu amado Hijo Jesús, Rey del universo por el Amor, te rogamos con nuestra oración insistente de pobres, que junto con la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado y de la muerte, te sirvamos y te alabemos eternamente aunque pobres y pecadores, ya aquí y ahora desde todo pobre y pecador, para que tu Reino de Misericordia que ya ha comenzado, llegue a su plenitud con la ayuda de las ovejas rescatadas de tu Iglesia y de los hombres de buena voluntad.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo.


P. Sergio-Pablo Beliera