domingo, 9 de septiembre de 2012

HOMILÍA 23° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2012


HOMILÍA 23° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 9 DE SEPTIEMBRE DE 2012
Un  mundo “patas para arriba”, podríamos decir del mundo de Dios, del mundo de Jesús, del mundo de la comunidad cristiana de ayer y de hoy.
Es el mundo donde las experiencias irreversibles se vuelven reversibles, donde las vivencias frustrantes se vuelven esperanzadoras, donde lo desechable se vuelve apreciado, donde lo imposible para el hombres se vuelve posible para el hombre de Dios.
“Digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!” En el mundo al revés de Dios del que algunos de nosotros concebimos y construimos todos los días, los desalentados son el foco de atención y la preocupación central, lugar de la presencia actuantes de Dios. Los desalentados tenemos un aliento: “Ahí está su Dios”, dice el profeta. Los que hemos perdido el aliento en medio del devenir del existir diario, recibimos un nuevo aliento en la presencia misma de Dios en esa experiencia frustrante de la existencia. Porque donde nosotros no invertiríamos en nuestra presencia, Dios sí invierte.
El foco de atención de Dios se vuelve no sobre nuestros logros y glamoures, sino sobre nuestros desánimos y cansancios, nuestras debilidades e impotencias, sobre nuestras cegueras, sobre nuestras sorderas, sobre nuestras parálisis, sobre nuestros mutismos, sobre nuestros desiertos, sobre nuestros páramos, sobre nuestras sequías, sobre nuestras zonas inhóspitas, sobre nuestros pobres vestidos, sobre nuestra incomunicación. ¡Que amable se vuelve nuestro Dios! ¡Cómo no enamorarse frente a semejante amor! ¡Cómo no maravillarse frente a tanta actitud fuera de nuestra actitud cotidiana! “¡…él mismo viene a salvarlos!”.
Hoy como ayer, un fuerte signo de estar en otro registro, en otra actitud, de estar en el registro de Dios y en la actitud de Dios, es estar en las experiencias donde en los otros y en mí, solo iría Jesús. Nuestro mundo aún tiene que hacer un largo recorrido por aceptar todas las experiencias humanas que nos parecen inhumanas como lugares donde el hombre y Dios están más presente que nunca. Aún los pobres y discapacitados tienen que demostrar por su tesón y logros que merecen nuestra atención. Si no hacen algo especial, quedan en las sombras de nuestra atención. “¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?”.
“Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte…” ¿No nos dice nada esta actitud? Jesús no nos muestra, le somos llevado y nos saca de la multitud, nos lleva aparte para tener una experiencia de encuentro con nosotros de manera personal e íntima fuera de la miradas curiosas de los demás. Nos protege de las miradas de los demás. No nos pone como un espectáculo. Somos sus amados, donde posa su compasión, su misericordia, su ternura, su vitalidad, pero no como un espectáculo para el mundo, sino como un obrar restaurados de nuestra integridad en el silencio y la soledad de una intimidad con Él. No todas las acciones de Dios son para contar y para mostrar, la mayoría quedan en la íntima relación de Él con nosotros o de la Comunidad de fe.
La primera y mayor comunicación debe ser con Dios, la íntima relación con Él. Luego la relación con la pequeña comunidad de vida y de fe. Allí debe vivirse la transformación que se ha obrado en nosotros. Y cuando Jesús y la Comunidad me lo pide dar testimonio. Sin el discernimiento con Jesús y la Comunidad de vida y de fe, podemos exponernos a la vanagloria y al centrar la mirada en nosotros y no en el obrar amoroso de Dios. Así se entienden las palabras: “Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien…” tenemos que cuidar que nuestro maravillarnos vaya a la fe, al encuentro personal y comunitario con Jesús, y que no quede en un mero decir, en un mero palabrerío según el mundo que se maravilla de muchas cosas pero no se deja interpelar en su relación personal con Dios y con sus pares.
Señor Jesús, haz que no me resista a ser de tus pobres y necesitados, y que me deje lleva por ti fuera de la multitud para entrar en la intimidad de una relación verdadera personal contigo, en la que pueda abrirte toda mi existencia como tu me abres toda tu existencia a mi. Que no gaste mi tiempo en palabras sin sentido y me entregue como tu a escuchar y hablar palabras de Dios, de comunión con Dios y mis hermanos desde lo más profundo de ellos y de mi. Amén

P. Sergio-Pablo Beliera