El dramatismo de
algunas vidas parecieran no albergar ninguna esperanza. Por lo menos así lo ven
los reguladores de las vidas ajenas, los pragmatistas, los eficientistas, los
escépticos, los racionalistas,
Tal vez sea
mejor no tomar posición frente a una vida y más bien interactuar con ella con
el ánimo de extraer lo que no se ve a simple vista, lo que no se puede concebir
por la simple suma de elementos, lo que nos resulta fuera de lo imaginable pero
no fuera de lo posible.
Así es Jesús.
Siempre un paso adelante de lo obvio, siempre con un palpitar bien ubicado, con
una renovada sensibilidad, frente a lo humano.
Él que tiene
esa capacidad única de descubrir a la persona, hoy no sólo lo hace una vez más,
sino que se deja descubrir. Da la oportunidad de ser descubierto paulatinamente
y a la vez de manera clara por un ciego de nacimiento.
Este ciego nos
representa a todos nosotros, pero no por la ausencia de luz, no por la
presencia del pecado, sino por la maleabilidad de su persona, como decimos
aveces, se deja hacer en varios encuentros significativos.
¿Somos maleables? ¿Somos materia disponible?
Es la
revalorización de lo simple, del gesto y la palabra, que el hombre necesita una
y otra vez para salir de sus atolladeros.
Es la
consagración de la inutilidad de nuestros pensamientos contaminados por la
ideología, o por el prejuicio, el preconcepto desanimante de tantos que como
ellos no pueden o no quieren hacer nada por el otros se la pasan desanimando a
los demás para que tampoco lo hagan.
Los
detractores de siempre, los que siempre quieren vivir en lo conocido y no
conciben que exista o pueda suceder algo más que lo que ellos conciben. Apologetas
de la desesperanza. Fieros defensores del no puede ser. Sacerdotes del culto al
no. Estos no tienen parte en el descubrimiento de Jesús, se quedan afuera
porque se han cerrado la puerta a sí mismo.
En vez están
los que se animan a creen frente a la evidencia de los gestos y las palabras de
Jesús.
Los que se
dejan tocar por las palabras de Jesús que dirige el camino hacia la sanación,
hacia la confesión.
Dar testimonio
de Jesús primero de la incipiente experiencia de su persona: es Jesús un hombre
como nosotros.
Luego de un
descubrimiento mayor: es un Profeta que hace las obras de Dios.
Y finalmente
frente a Jesús dar el gran testimonio: "creo Señor" que tu eres el
Mesías, el Enviado del Padre.
Esta fe que
recibimos en el Bautismo y que estamos llamados a testimoniar con la propia
vida porque no hay otro recurso más original y eficaz.
Hoy renovamos
este descubrimiento esencial de Jesús por nosotros y de nosotros por Jesús y así
por todos los no descubiertos.
P. Sergio-Pablo Beliera