Homilía Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, Ciclo C,
24 de noviembre de 2013
En
tu Cruz tu reinas Jesús. Es el lugar menos pensado para el hombre para reinar,
pero el mejor vivido por Dios para reinar, donde el hombre experimenta su
derrota y humillación. Allí, en la Cruz, en la cumbre del dolor humano y del
dolor encarnado de Dios, Tu el Rey de todos, reinas sobre el pecado del odio y
reinas sobre la muerte que da muerte a los hombres.
Cuando
nosotros frente a la cruz nos bajamos y tratamos de salvarnos a nosotros mismos
-o al menos esa es nuestra ilusión-, Tu, Señor Jesús, te ofreces hasta el último
suspiro por tus hermanos los humanos, como Hermano Mayor de la humanidad que ha
resistido y rehusado entrar a la Fiesta del Padre por su hijo que estaba
perdido y fue hallado, que estaba muerto y ahora vive.
Déjanos
permanecer crucificados contigo en tan misterioso trono de la Misericordia.
Desde
Jesús, no hay otro reinado verdadero que el del Siervo sufriente por amor y
fidelidad al Padre y amor y compasión a los hombres. Todo otra forma de reinado
pertenece al pasado superado por el Hoy de Dios. Sólo Dios ha reinado desde el
principio y hasta el final desde la condición de Siervo, que abre su misterio
de Amor, de Comunión a toda su Creación, aún cuando eso comporte un gran
sufrimiento para El mismo.
Tu
como Pastor de la humanidad sin pastor, te ofreces para escuchar y perdonar,
para rescatar y liberar de las ataduras del pecado y de la muerte haciéndote Tu
mismo ofrenda sustitutiva por el pecador.
Cuando nosotros
abandonamos el pastoreo porque la cosa se pone difícil, porque las cosas no son
como queremos, como soñamos, como planeábamos. Somos huidizos tratando de
salvar nuestras vidas y terminamos perdiéndola. Familias abandonadas, hermanos
abandonados, todos los heridos al borde del camino, que dejamos en busca de
nuestro paraíso imaginario. En una humanidad donde muchos se ponen a sí mismos
primero que a los demás, donde el yo supera al nosotros...
Mientras
todo eso sucede, Tu Jesús Buen Pastor, Rey de los hombres, Rey de los excluidos
y abandonados, te dedicas por entero a abrirnos las puertas del Paraíso real y
definitivo, donde se puede entrar por el reconocimiento de nuestra culpa y el
de Tu Inocencia ofrecida por nuestra impureza.
¿Estoy dispuesto a blanquear nuestra
servidumbre o la mantendremos en negro?
Desde
aquel día en la Cruz del Gólgota sólo puede reinar aquel que ama como Tu amas,
quien ama a Dios como Tu lo amas, quien ama a su hermano como Tu lo amas.
Cuando
los reyes, los poderosos, de este mundo hacen sentir su poder y dominan... Tu
Jesús, sirves como el último y liberas con tu Amor.
Porque
Tu eres el verdadero Adorador del Padre, Tu eres el verdadero Hombre, Tu eres
el verdadero Hijo Amado, Tu eres el verdadero Rey de los hombres y del
Universo, porque nada haz tomado para sí y todo lo haz dado por nosotros.
Tu
eres la Misericordia del Padre que todo lo restaura, que sanas nuestras
heridas, que abres nuestros ojos, nos restableces de nuestras parálisis, rompes
las cadenas de nuestro corazón y abres nuestras cárceles, porque Tu eres el Año
de Gracia del Señor que ha comenzado y no tiene fin. Todo como Ungido de Señor
por el Espíritu Santo.
¡Quien
puede cerrar ya las puertas del Paraíso que Tu has abierto¡
Tu
eres la Puerta, Tu eres la Llave, Tu eres el Rey Pastor que no abandonas,
porque eres Presencia continua, eres la Acción de Gracias -la Eucaristía-
perfecta y definitiva que el hombre no quiso ofrecer a su Padre y que Tu
ofreces hasta la venida definitiva del Reino Nuevo -hasta que el último de los
hombres entre al descanso de su Señor- y el árbol de la Vida que es la Misericordia
del Padre sea el alimento del hombre, Aquel que hace arder nuestro corazón.
Desde
aquel día en el Gólgota ya nadie más que tu Jesús puede reinar, porque nadie
pudo quitarte el Amor al Padre y en la última hora recataste al último de los
hombres.
Todo
poder ahora esta sujeto en su legitimidad a ser una representación viva y
actual de como Tu reinas. Nadie tiene verdadero y real poder sobre los hombres
si no lo hace como Siervo Pobre y Crucificado, como Misericordia sin fin y como
puerta a Paraíso de los hombres libres, los hijos amados por Dios, teofilos de
cada tiempo.
Haznos
el don de fundirnos contigo, Jesús Rey Crucificado, y así entrar por tu promesa
en el Paraíso de tu consuelo, de tu Misericordia que lava nuestras culpas y
riega nuestra aridez.
Desde aquel día en el que se abrieron las puertas del Paraíso
de tu Reino, el hombre puede llegar a ser hijo de Dios, hermano de sus
hermanos, porque Tu eres el Amigo de los hombres.
Pbro. Sergio-Pablo Beliera