domingo, 16 de diciembre de 2012

Homilía 3º Domingo de Adviento, Ciclo C, 16 de diciembre de 2012


Homilía 3º Domingo de Adviento, Ciclo C, 16 de diciembre de 2012
“Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta.” Estas palabras del profeta Sofonías, ponen de manifiesto lo que son las entrañas de Dios. Dios exulta… pone de manifiesto, muestra de manera palpable su alegría, su gozo… Dios renueva… restablece, reanuda, da nueva energía y transforma con su amor… Dios lanza gritos, alza su voz, se hace escuchar en su alegría… Si estos son los sentimientos de Dios en la hondura y espesura de su ser íntimo para con nosotros, ¿cómo no corresponder a ellos?. Si para Dios significamos semejantes expresión de sentimientos, ¿qué implica esto para nuestras vidas?. Dios no esconde su firme y tierna debilidad por su obra. Dios conmueve sus entrañas y es vulnerable a la existencia de cada uno de nosotros. Conmueve su tierna y pública debilidad por sus creaturas, eso es Dios, eso es ser Dios… ¡Cómo no amar a un Dios que ama así!
¿Podríamos decir que esos son nuestros mismos sentimientos para Dios? ¿La presencia de Dios en nuestras vidas, puede decirse que va acompañada de estos sentimientos? ¿Qué sería de nuestra existencia cotidiana si nos inundaran estos sentimientos con Dios?
Frente a nuestra debilidad nos hacemos concientes: “… pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego…” Ese es Jesús… es Él por quien el Padre tiene estos sentimientos, sobre todo por Él: “Él exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta.” Su existencia ha sido una respuesta a imagen y semejanza de los sentimientos del Padre. Él es el que viene… Él es el más poderoso en su amor… Él es el verdaderamente digno por su amor abajado… Él es el que nos sumerge en el Agua Pura que renueva y vivifica… Él es el que enciende con el fuego de su compasión los corazones sin pastor…
Esta relación entre el Padre y el Hijo Jesús, es la que mueve la relación que Dios tiene con nosotros como pueblo y con cada uno de nosotros como creaturas. Él origen y el sostén de la relación y los sentimientos que Dios tiene con nosotros es la misma relación y sentimientos que el Padre y el Hijo comparten. Por eso mismo esa relación y sentimientos para con nosotros son inalterables y pueden mover a una respuesta adecuada y digna del amor con el que somos amados.
Eso sostiene la invitación de Dios mismo a la conversión. Sin estos sentimientos que mueven a Dios, nuestra conversión es imposible. Esos sentimientos son los que hacen surgir la pregunta: “¿qué debemos hacer?”. Pregunta que refleja una permeabilidad a los movimientos de Dios. Pregunta sostenible solo en la debilidad de Dios por su Hijo y por nosotros.
“¿qué debemos hacer?” “¿qué debemos hacer?” “¿qué debemos hacer?” Se preguntan los hombres frente a la llamada a la conversión. Nos preguntamos nosotros frente a la llamada a nuestra conversión. Quiero, queremos, convertirnos a este Dios que tiene estos sentimientos por su Hijo, por sus hijos…
“¿qué debemos hacer?” El que tenga… dé… Dar y dar sin pausa y sin restricciones.
“¿qué debemos hacer?” No exijan de más… Solo lo justo y necesario que corresponda.
“¿qué debemos hacer?” No extorsionen a nadie… Viviendo al servicio y no sirviéndonos.
“¿qué debemos hacer?” Vivir en la Caridad del Padre. Vivir en la Caridad de Jesús. Vivir en la Caridad del Espíritu de Amor.
Lo que debemos hacer se esconde y se pone a la luz a la vez, en los sentimientos de Dios. Alegrarse a causa del otro… Renovar con el Amor de Dios todas las realidades… Lanzar gritos de alegría por la presencia de los que nos rodean…
Lo que debemos hacer nace de la Caridad, vive en la Caridad y se expresa en la Caridad. Fuera de la Caridad nada, dentro de la Caridad todo. La Caridad es el máximo horizonte del hombre donde nos volvemos totalmente a Dios. A la vez la Caridad es el principio de todo comienzo de acercamiento sincero y seguro hacia nuestros hermanos y Dios mismo.
Convirtámonos a este espíritu: “Alégrense siempre en el Señor... Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada y, en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.”

P. Sergio-Pablo Beliera