domingo, 20 de enero de 2013

Homilía 2° Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 20 de enero de 2013


Homilía 2° Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 20 de enero de 2013
"Como la esposa es la alegría de su esposo, así será la alegría de tu Dios"... Al escuchar este anuncio, surge un deseo profundo que grita en el interior: "si, si, eso es lo que quiero regalarle a mi Dios... Quiero que Dios sienta esa alegría por mí, conmigo... Quiero darle esa alegría a mi Dios. Quiero que Dios se alegre."
Claro, a diario tan preocupado por mi alegría, me es difícil ocuparme de la alegría de mi Dios. Casi como sí diera por supuesto que Él no espera esa alegría de mi parte, como si el prescindiera de mi para su alegría, y entonces me ocupo de mi alegría, en todo caso de la alegría de los "míos" (palabra que pongo entre comillas porque, me parece escandaloso que para un cristiano haya alguien que no sea suyo y, él no sea de todos, ¿qué recibimos de nuestro Jesús como ejemplo?).
En estos días la gente está muy ocupada y preocupada por su alegría, por su entretenimiento, su diversión... Pero todos en algún momento volvemos y, a pesar de pasarla bien con los amigos de siempre y nuevos, esa alegría se nos va de las manos en la primeras experiencias de tensión y dificultad. Es algo tan común que forma parte de nuestras expectativas. Uno no puede retener su alegría… 
Algo extraño pasa con la alegría que Dios experimenta con nosotros, crece en la dificultad y ante la adversidad. "No tienen vino"... "Hagan lo que él les diga"... La alegría es una preocupación de Dios, no quiere que se extinga, que se acabe nuestra alegría, quiere que nuestra alegría sea continua y se expanda. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿porque tanta necesidad de tiempos de diversión al margen de la vida cotidiana? ¿Es que la alegría cotidiana no es ya posible para nosotros? ¿Y si necesitamos con tantas ansias que llegue el viernes y se prolongué en tantos fines de semana largos, que pasa con nuestra semana normal, que pasa con nuestro tiempo y espacio cotidiano? Para qué el ocio tenga sentido tiene que provenir de una actividad genuina que proviene del sentido mismo de nuestra vida, sino no hay tiempo libre que alcance. ¿Dónde está mi alegría? ¿En qué y en quienes he depositado el tesoro de mi alegría y la alegría de los que amo?
La presencia de Jesús entre nosotros es para nuestra alegría, él quiere estar entre nosotros para que nuestra alegría no se acabe. Se preocupa por prolongar la fiesta, porque la fiesta de boda no se acabe tan pronto por la falta de vino. Pareciera una preocupación banal en alguien tan importante y significativo. Sin embargo no lo es, porque esa preocupación es la manifestación de una preocupación más profunda y verdadera, la alegría de estar entre nosotros para alegrarnos la vida, para que la hora de la alegría empiece y ya no acabe nunca.
"... Así manifestó su gloría y sus discípulos creyeron en Él." La manifestación de esta gloria es el comienzo de mi alegría hasta el final. Porque Jesús comienza un camino que lo llevara hasta el final, hasta el extremo de su amor.
En esta fiesta de las bodas de Caná, hay un novio más que puede proveernos del buen vino, del vino de mejor calidad, del vino nuevo. Es el novio el encargado de proveer el vino para los invitados y es Jesús el que trae a esta fiesta el mejor de los vinos que él sirve desde el comienzo, no quiere engañar a los invitados y convidarlos con vino de inferior calidad, siempre el mejor desde el comienzo. Y aquí una pregunta para nosotros: ¿es que en esta fiesta de la relación con Jesús, yo estoy poniendo lo mejor de mí desde el comienzo? ¿O lo mejor de mi vida me lo guardo para mí? Hay personas que no pueden dar a los demás lo mejor de su vida porque sienten que lo pierden, lo quieren sólo para sí, para disfrutarlos ellos, ¿es eso lo que se sigue de un amor verdadero a alguien? Vemos hoy día como la gente tiene hijos cada vez más tarde en su vida, porque no quieren "perder su juventud criando hijos" o, "malograr su carrera y dejar su independencia", ¿esa es la opción para quienes han encontrado verdaderamente el amor, la esperanza, la compañía para toda su vida?
¿Por qué no dar lo mejor de mi vida al Señor hoy mismo, aquí mismo? ¿Por qué debería reservarme algo para mí con Aquel que me lo da todo (6 tinajas llenas hasta el borde de 100 litros cada una)? ¿Por qué no darme el lujo de ser motivo de alegría para Jesús, cuando Él lo quiere ser para mí?
Jesús tiene un amor de exclusividad con nosotros, se desposa con nosotros, nos ama con fidelidad, su amor está lleno de delicadezas propias del enamorado, del que se ha quedado admirado de nosotros... Sí, no es imposible... Jesús fue invitado y acepto la invitación y llevo a sus discípulos. No fue por obligación, fue por libre decisión. Y por amor libre viene a nosotros para darnos su amor esponsal. ¡Qué mejor que mi amor alegre hacia Él, como el de una esposa con su esposo! 
Los creyentes de hoy, los discípulos de Jesús de hoy, tenemos un compromiso extra con alegrar a Dios ante tanto rechazo y olvido, ante tanto desprecio e indiferencia. Los creyentes de hoy, los discípulos de Jesús, tenemos una responsabilidad de dar al mundo la alegría de tener un Dios con el que vivimos una relación de amor de exclusividad, de entrega total del uno al otro. El milagro que nuestro mundo necesita es que Dios pueda hacer en nosotros la alegría verdadera de un amor mutuo desbordante.
De tiempos de alegría pasados con Dios. 
De tiempos de alegría pasados con sus predilectos los pobres. 
De tiempos de alegría pasados en su compañía. 
De tiempos de alegría dedicados a Dios como Dios nos los dedica a nosotros.
De ahí la genuina preocupación de la Madre de Jesús para que no se acabe la alegría en este encuentro con su Hijo, el Amado que viene a buscar a sus amados.
Que la Madre vuelva a decir y recordarnos cada vez, " hagan lo que Él les diga"…

P. Sergio-Pablo Beliera