domingo, 15 de abril de 2012

HOMILÍA 2º DOMINGO DE PASCUA, CICLO B, 15 DE ABRIL DE 2012



HOMILÍA 2º DOMINGO DE PASCUA, CICLO B, 15 DE ABRIL DE 2012
Tal vez una de las experiencias más significativas de Jesús Resucitado, es la impresionante comunión que generó entre sus discípulos a partir de sus apariciones. Jesús Resucitado genera entre ellos lo que tan bien expresa la frase de la primera lectura: “…todo era común entre ellos…”
Ahora, una de las experiencias que nos hace más difícil la vida, es justamente la de no vivir en común, que nada o muy pocas cosas sean en común, entre quienes compartimos un mismo ámbito vital (sobre todo la familia y la comunidad de fe). Es impresionante las estadísticas que reflejan el poco tiempo y el interés invertido en estos dos ámbitos de tanta identidad, respecto de otros como el trabajo, la escuela o la recreación. Los ámbitos de mayor trascendencia salen perdiendo llamativamente.
Hoy, las redes sociales, son una expresión de este deseo interno de todos nosotros de formar un todo en común, pero son expresiones inacabadas porque los que ponemos los contenidos seguimos siendo nosotros. No es una cuestión de estar sino se como estamos en ese lugar. De la calidad de las relaciones que generamos y la trascendencia que ellas terminan teniendo en nosotros.
No es el miedo el que debe congregarnos en una experiencia en común, de eso poco y nada. Pasado el miedo, no queda nada.
No es el espanto el que puede congregarnos en una experiencia en común, porque sobreviene otro y nos dispersamos hacia ese otro espanto.
No es la bronca la que puede congregarnos en una experiencia en común, porque después de golpear muchas cacerolas y de gritar hasta el hartazgo “que se vayan todos”, no pasó nada, sobrevino más de lo mismo, volvimos al conformismo. Me refiero al fenómeno social, no al político.
Llamativamente, es el dolor profundo el que termina por congregarnos en serio en una experiencia común, un dolor profundo que traspase toda nuestra persona, que nos pase de lado a lado como los clavos y la lanza traspasaron a Jesús. Porque es el dolor una experiencia común en la que nadie en la existencia queda fuera. Pero no el dolor en sí mismo, sino es el dolor transformado en gozo, la muerte en vida, el pecado en comunión, la experiencia más alta de “todo en común”. ¿Qué pasa que nuestro dolores no están transformando nuestras familias y nuestras comunidades en familias y comunidades de mayor comunión?
“Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré” La curiosidad de Tomás, está lejos de ser morbosa o superficial. Tomás, como nosotros, necesita conectarse con la continuidad de Jesús, que sea el mismo para poder dar el próximo paso. Por eso cuando los creyentes -y hasta podríamos decir los humanos en general- no podemos identificarnos con el dolor y congregarnos, entrar en comunión profunda y total en el dolor, no podemos pasar al gozo, a la Resurrección. ¿Me reconozco en esto?
Jesús, expone sin pudor y lleva en su carne de Resucitado, la experiencia del dolor transformado en Gozo y Vida. “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado…” No es una exposición impudorosa, sino por el contrario, es la exposición de las marcas imborrables del dolor, las que generan en Él, la pureza de un Corazón de Misericordia y Perdón, de Paz y Serenidad, de Alegría y Fe, que se manifiesta en una presencia Viva y convocante.
Si queremos vivir de verdad, debemos vivir todo en común, empezando por el dolor transformado en gozo y el gozo que se aproxima pudorosamente al dolor. Los discípulos no niegan su miedo, su necesidad de paz, su imperiosa necesidad de la una Presencia personal y Resucitada de Jesús el Señor. “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” Pero no solo eso, sino también la necesidad de un envío de Jesús Resucitado, a transformar todo dolor en gozo, toda división en unidad, todo pecado en perdón.
Pero no hay nada en común que pueda ser sostenido por los hombres mismos, porque en este mundo reina la división y la impiedad. “…sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo”” Solo el Soplo del Espíritu de Vida, puede regenerar nuestra condición humana y de discípulos de Jesús Resucitados, y transformarnos en misericordiosos, pacientes, perdonadores de corazón, transformadores desde la fe de toda realidad visible desde lo invisible o no visto de esa realidad. ¡Felices los que creen sin haber visto!
Necesitamos llegar juntos, llevados por la fe en Jesús Resucitado, a la experiencia del gozo como fruto de transformación y no de salto o negación, de momento o circunstancia. El gozo total viene, pero viene como fruto de una vida total expuesta a la Sangre y al Agua, a un Corazón traspasado que da hasta lo último de sí, entonces surge a borbotones la experiencia de una felicidad que proviene de lo no visto, de lo palpado, sino de la experiencia de traspasado por el dolor y el gozo de un Amor más fuerte que el odio y que la muerte “y creyendo, tengan Vida en su Nombre.”

P. Sergio Pablo Beliera