domingo, 14 de marzo de 2010

HOMILÍA 4º DOMINGO DE CUARESMA, CICLO C, 14 DE MARZO DE 2010

Existe un camino inaudito, no siempre transitado por el hombre, pero que es el camino habitual de Dios. Y si bien Dios lo ha revelado, manifestándolo desde el principio, el hombre lo olvida y se resiste a el.
Dios es Dios en este camino, más que nunca. Y solo quien es de Dios y quien se hace de Dios puede comprenderlo, asimilarlo y hacerlo suyo.
Dios es principio, pero no cualquier principio es el principio de la gratuidad, es el principio de la generosidad y la abundancia, de la libre disponibilidad y acceso.
Tan acostumbrados a la envidia, los celos y las eternas comparaciones del mundo competitivo, desde chicos, vamos perdiendo la sensibilidad de lo que es más propiamente Dios y casi sin darnos cuenta, queremos enseñarle a Dios como se es Dios.
Amo, como mucho de ustedes, este texto de Lucas, esta maravillosa parábola del Padre Misericordioso, que Jesús relata en una situación de alta tensión. Al principio la amaba porque me veía reflejado en ese hijo joven, egocéntrico, caprichosamente aferrado a hacer las cosas a su manera, que finalmente golpeado por su propia elección y por el egoísmo del mundo circundante, vuelve a la casa del padre. Era para mí como para muchos, la parábola del hijo pródigo simplemente.
Pero año a año, el padre se ha ganado mi atención y es el, el que me conmueve hasta las entrañas por sus gestos desbordantes de generosidad y gratuidad, de comprensión, paciencia y serenidad, de espera paciente y amor confiado. Este padre desconcertante por tanto amor, es el que conoce Jesús y el que Jesús hace conocer y desear con sus gestos, a los más alejados y pecadores olvidados de todos los tiempos. Es ese el Padre con el que él ha crecido y con el que se ha lanzado a la aventura de darse sin miramientos y sin límites.
La verdadera y más plena Pascua es la de Dios Padre que pasa en la persona de Jesús, con su Misericordia y su Amor hasta el extremo, por nuestras vidas a pesar de que ellas lo desprecian y no merecen su atención y es nuestro paso de la indigencia de su generosidad a la asimilación de la misma, dejándolo hacer a Dios fiesta de nuestra dignidad recobrada.
Quien experimenta en Él, la desbordante generosidad del Amor de Dios y su Misericordia, que nos ve a la distancia y se adelanta hacia nosotros, nos llena de abrazos, de besos y alegría, no puede más que vivir al ritmo de ese Amor y Misericordia experimentada.
Las miserias de los hombres tienen muchas explicaciones, pero la de raíz y más cabal es que no ha experimentado la abundancia del Perdón, de la Misericordia y del Amor con el que Dios Padre celebra nuestras vidas recobradas. Una persona mezquina es una persona sin Dios, una persona centrada en sí misma es una persona sin Dios, una persona egoísta es una persona sin Dios.
Los generosos con sus propias vidas, con sus tiempos, espacios, talentos y hasta con sus bienes de manera constante y luchada son hombres y mujeres que conocen a Dios, al Dios de la Misericordia y Alegría de compartir la vida, la misma Vida.
Hagamos nuestras las palabras del padre de la parábola, que son las palabras del Padre Dios que hablan en Jesús: Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado.” Y “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo”.
P. Sergio Pablo Beliera