“Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de
mi Padre”, dice el Señor Jesús, quien hoy se aplica a sí mismo la
imagen del buen Pastor.
Quisiera invitarlos a adentrarnos por estas palabras al misterio de Jesús
Buen Pastor, y de lo que eso implica para nosotros, como ovejas de su rebaño,
pero, también como imitadores suyos como pastores de nuestras familias,
amistades, trabajos, sociedad y comunidad cristiana (siempre considerando todo
como uno vivido en la misma y por la misma persona).
Podríamos comenzar dejar sentado que, si no hubiera una Vida dada y
efectiva en que es recibido lo que da y, que recobra la Vida por una
interacción amorosa de Aquel que se la da y del que la recibe; todos nuestras
vidas dadas -aún por los motivos más heroicos y nobles-, no tendrían ningún
sentido porque, no podrían contribuir a una transformación, a un cambio
significativo por el que valga la pena dar la vida, ya que nuestra irradiación
es limitada en el tiempo y en el espacio, y no somos dueños de posteridad
histórica.
Todos nuestros deseos, decisiones y esfuerzos por dar la vida, se sostienen
en la Vida dada y vuelta a tomar de una manera definitiva y nueva (para
siempre), de Jesús el Hijo Amado y por eso buen Pastor de su pueblo.
Pero existe una particularidad en este Jesús que se asume como Buen Pastor.
Y es que hay una repulsión entre el ser Pastor y el ser Poderoso. Ya que, no
hay nada más disímil a la conducción, al guiar, a la preocupación activa por el
otro o los otros, que el desear, buscar y obtener poder. El que nos conduce,
guía y se preocupa por nosotros, sólo tiene su Vida como poder para dar y poder
para recibir, nada más.
Ninguna figura significativa: madre, padre, hermano, amigo; se condice con
la forma de poder.
Una madre poderosa no es una madre ¡Quién se animaría a tomar su pecho!
¡Quién se recostaría en su regazo! ¡Quién la llamaría en el peligro! No es el
poder lo que nos protege sino la presencia de su persona que nos da vida y
calor.
Un padre poderoso no es un padre, es un poderoso sobre el que me apoyo para
conseguir pretensiones, pero no amor, confianza, protección. No es la fuerza
del padre la que nos da la sensación de protección, sino su paciencia y persistencia
frente a la adversidad que no puede cambiar pero ante la que da la cara por
nosotros y con nosotros.
A los enamorados se les produce todo tipo de manifestaciones corporales
frente a la presencia de la persona amada, justamente porque no hay ningún
poder ni de sí mismo, sino una vida que se quiere dar y otra que se quiere
recibir.
El amor tiene el poder de reducirnos a la impotencia… Es el buen consejo de
Cuatro a Tris: “…si te muestras débil te
protegerán…” y “…eres más valiente cuando
actúas de manera desinteresada…” (Divergente, cap. 22 y 24 ). Si eso vale
para recobrar el aliento de la amistad, de la hermandad, vale aún más para
acompañarnos y conducirnos en la vida.
A los cristianos no debería atraernos el poder, pero si la osadía de dar la
vida por pura gratuidad de amor, porque no se puede ni siquiera desperdiciar en
el corazón y en la vida una vida en juego, en peligro. Ese es el testimonio
vivo del Buen Pastor Jesús: “El buen Pastor da su vida por las ovejas…
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también
conducir”.
El poder de los cristianos está en el poder de Jesús Buen Pastor de dar la
vida, de dar su vida para bien de los demás, aunque sobre uno sobrevengan todos
los males posibles.
Esta es la fuerza de atracción más significativa y contundente. Hay Uno que
se atrevió a poner su vida en juego dándola por entero sin retribución
inmediata alguna y sin una multitud de seguidores, por una sólo de nosotros
perdidos. Y desde su entrega escondida y despreciada, fue tenido en cuenta por
Aquel que tenía los ojos de Amor puestos en Él, y juntos volvieron a la Vida
para darla a aquellos que la pierden fácil e innecesariamente cada día.
No ofrece nada que Él no haya vivido. Le costó encontrar discípulos de
semejante ofrenda, pero poco a poco en cada generación encuentra algunos que
escuchan la Voz Interior de su ser y hacer Único y se entusiasman con ser una
ofrenda en el mundo sin que el mundo se los pida.
Por un lado podríamos decir que es entendible las consecuencias de ausencia
de vocaciones aunque haya muchas sensaciones, porque esos llamados no son
libres aún de ser alguien a los ojos de los otros, de tener solicitudes de
amigos que no conocen, de Like’s, de seguidores, etc. Una sociedad distraída
que educa niños y jóvenes distraídos muy poco puede ofrecer a un cambio de
calidad en el mundo. Podemos seguir coleccionando cantidad y nada más, y seguir
quedándonos con una oveja mientras las noventa y nueve siguen afuera
desprotegidas, abandonadas, ignoradas… Da escalofríos…
Pero siempre hay quien rompe el molde y se anima: “Jefes del pueblo y ancianos, ya
que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue
curado, sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano
delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que
ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos….”.
Sólo la pasión total y desenfrenada, por este Buen Pastor que no tiene nada
más que ofrecernos que Su Vida en inclaudicable compañía, mientras como ovejas
cargamos la cruz y lo seguimos sin otra cosa que el sostén de Su Voz y de los
Ojos puestos en Él. Y aunque haya recompensas humanas transitorias, nada de
ello debe importarnos y distraernos, siendo el único y sustentable motivo de
nuestra vida la Alegría que nos da el ser suyos y contar con Él. Eso nos
volverá incondicionales de cada ofrenda, nos hará tomar riesgos en el dejarnos
estirar por nuestros hermanos y en el estirarnos hasta doler por alcanzarles un
consuelo.
El consuelo que brota de esta experiencia renovará, protegerá y unificará
el rebaño que el Buen Pastor Jesús ha reunido en torno suyo.
¡Den
gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los poderosos.