martes, 16 de octubre de 2012

Homilía Domingo 28º durante el año, ciclo b, 14 de octubre de 2012


Homilía Domingo 28º durante el año, ciclo b, 14 de octubre de 2012

El deseo es una fuerza poderosa en el hombre, todos lo hemos experimentado más de una vez. El deseo nos abre un horizonte nuevo. El deseo nos hace vislumbrar un horizonte nuevo. El deseo anhela lo que aún no posee nuestra existencia para ser completa. El deseo quiere lanzarse hacia... El deseo quiere buscar a.... El deseo quiere alcanzar el cumplimiento de lo que busca.
Por eso el deseo nos pone en movimiento siempre hacia un más que nos supera, que nos excede. Es innato al deseo hacernos saltar más alto que lo que lo habíamos hecho hasta ahora. Es propio del deseo hacernos ir más lejos de hasta donde habíamos llegado hasta ahora. Es propio del deseo querer llegar a la intimidad con lo que se desea. Por eso mismo el deseo empuja, lanza, arroja, entusiasma...
Así podemos entender la situación de tantos de nosotros que deseamos, porque aún no hemos llegado a ser colmados. Así se nos presenta este hombre hoy: "Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Nosotros somos ese hombre. Somos nosotros quienes habiendo recibido noticias de Jesús buscamos el encuentro con Jesús. Nos arrojamos ante Él. Y frente a Él, le lanzamos nuestro deseo: "¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?"
Quisiera que nos detengamos en este deseo, en esta deseo expresado en forma de pregunta urgente. En este deseo presentado con intensidad a Jesús.
Jesús orienta el deseo de este hombre y de cada uno de nosotros desde el primer instante: "sólo Dios es bueno". Es una verdad que rasga en dos la existencia humana. Si Dios es bueno, si sólo Dios es bueno, sólo Dios basta. Ya tengo el principio de mi deseo a punto de cumplirse.
Pero muchas veces nuestro deseo entra en crisis. Entramos en la crisis del deseo. El deseo entra en crisis cuando le anteponemos lo que hemos hecho, cuando le anteponemos que somos los que hacemos, los que cumplimos nuestros deseo. "¿qué debo hacer....?" y "todo eso lo he cumplido desde mi juventud", son posturas que todo lo dificultan y me mantienen sujeto lejos de nuestro deseo. Es ahí donde nuestro deseo está a punto de estallar y perderse en nuestro control.
Si quiero heredar la vida eterna, sólo puedo querer heredar a Dios que es el único bueno, lo bueno, lo mejor. La existencia solo es buena cuando se está plenamente con el que es Bueno y por lo tanto es el bien sobre todo bien, el sumo bien.
Y si mi deseo se lo expreso a Jesús, nuestro Maestro, el cumplimiento de mi deseo tiene que ver con lo que Él me diga que haga. De otra manera todo pierde sentido su lugar en nuestra existencia. Así es como cobran sentido estás palabras: "La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón." ¿Hasta dónde estoy dispuesto a dejar penetrar esa palabra que es Jesús mismo? ¿Cuál es el peso de las palabras de Jesús en mi existencia?
Cuando pregunto a Jesús por mi deseo más profundo, ¿soy consciente que el es la realización de ese deseo? Si, Jesús es en sí mismo el cumplimiento de nuestro deseo más profundo, Él es la realización más acabada de las aspiraciones humanas más verdaderas.
Cuando mi deseo sale de su contradicción y entra en relación con lo más profundo de Jesús, entonces puedo aceptar y captar lo que significa su propuesta que a la vez tiene su realización en Él: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Estas palabras apuntan directo a dejar libre el camino para que nuestro deseo se suelte hacia su realización completa. Así es como Jesús nos abre el camino de su secreto para alcanzar la realización de nuestro deseo sin obstáculos. Libres de toda posesión, la primera es la de mi mismo, es como quedo al alcance de mi deseo, que es el deseo que Dios ha puesto en mi corazón desde el inicio de mi existencia. Ahogar este deseo, oprimir este deseo, esclavizar este deseo, esta lejos del deseo de Jesús. Por eso es que a los ricos nos es difícil alcanzar el Reino, porque nuestras posesiones llenan nuestras preocupaciones y ocupaciones. Es más difícil vestirse cuando se tiene mucho con que, que cuando sólo se tiene algo. Es más difícil darme cuando tengo tanto para hacer. Es más difícil salir al encuentro del otro cuando se está tan cómodo en su propio mundo.
"Jesús lo miró con amor...", "Jesús, mirando alrededor..." y "Jesús, fijando en ellos su mirada..." Son estas tres miradas que Jesús posa sobre nosotros las que no rescatan del peligro de perder nuestro deseo. Nos miradas de amor, son miras de atención, son miradas de liberación. Amor, atención y liberación de nuestra tentación de aferrarnos, de posesión, de apego. Y aún cuando lo hemos dejado todo, todo y más lo hemos recibido por habernos dejado invitar por Jesús: "ven y sígueme". Y para ir detrás de Jesús y seguirlo solo necesitamos a Jesús mismo: "...por mí y por la Buena Noticia..." Es claro que nuestra herencia ha de ser Jesús mismo y su Evangelio. La identificación con el propio Jesús es propia de nuestro deseo. 
Así lo entendieron hombres y mujeres como Francisco y Clara, que lo dejaron todo, porque Jesus los había enfado todo por ellos y por todos los hombres. Es el deseo más profundo el de identificación con aquel a quien se ama por que ese es amado por el. La tristeza, proviene de no poder encontrar en Jesús el gran amor de la vida, el gran motivo, el gran deseo. Nadie que ame a Jesús por entero, podrá interesarse por seguridad antes que por su amor. La identificación con Jesus abraza la imitación de Jesús en su vida y obra.
Como los discípulos debemos escuchar la generosa herencia que el Señor tiene preparado para nosotros por el solo hechos e habernos e enfado amar por Jesús y haber amado a Jesús: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna."

P. Sergio-Pablo Beliera