domingo, 14 de julio de 2013

Homilía 15º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 14 de julio de 2013


Homilía 15º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 14 de julio de 2013
“Este mandamiento que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance… No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques.”
Estas palabras de Dios mismo, quisiera resaltarlas al comienzo de esta meditación. Ya que unos de las verdades más fundamentales hoy día para el hombre creyente es la conciencia clara y bien afianzada que, todo lo que Dios pide al hombre lo hace desde su más profunda bondad y lo hace siempre de manera accesible, lo pone siempre al alcance del hombre. Aunque parezca exagerado, no hay verdades de Dios inaccesibles para el hombre, no hay una voluntad de Dios para el hombre que sea inalcanzable para el hombre. Y eso porque Dios mismo se ve involucrado en cada cosa que dice, que promete y que pide. Cuando lo dice, cuando lo promete, cuando lo pide ya lo está dando y está trabajando con el hombre que lo tiene que creer, amar y realizar.
Hemos perdido esta dimensión de cercanía, de alcance y es urgente recuperarla.
En segundo lugar quisiera rescatar del evangelio de hoy para nosotros, hombres de este tiempo, algunos aspectos. Lo que aquí no digo, es porque está excelentemente expresado por el Papa Francisco en estos días en su homilía en Lampedusa.
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto…” Este “un hombre”, me parece que es importantísimo fijar nuestra atención en él. era solo un hombre, nada más y nada menos que un hombre. Una creatura surgida de la voluntad y de las manos del mismo Padre y Señor de la Creación, de todos y cada uno de los hombres. “Un hombre” a secas, expresa esta necesaria conciencia de la condición humana como algo único. “Un hombre” a secas, es el valor de un hombre, por más que sea sólo un solo hombre. En el corazón de Dios nada cambia ante uno que ante millones, nada cambia en el corazón de Dios si ese hombre es de aquí o de allí, de esta raza, región, país, clase social, bueno o malo… En el corazón de Dios está el hombre, un hombre, cada hombre.
¿Y en mi corazón?
Para el creyente que sigue y ama a Jesús, la cantidad, la calidad, la nacionalidad, la moralidad, la religiosidad, han quedado superadas por esta condición de ser un hombre, eso lo hace mi hermano y sujeto de todo mi amor y de ningún desprecio, calificación y menos de algún odio o enemistad. Si no creo esto no soy de Jesús, no soy como Jesús.
“Cristo Jesús es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra…”
¿Creo y vivo esto?
En tercer lugar quisiera rescatar lo siguiente: “Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver".” Este llevar al hombre al albergue para cuidarlo y confiárselo al dueño del mismo, me parece fundamental de rescatarlo para nuestra meditación.
Dios que nos invita a ser compasivos y a cuidar de nuestros hermanos, dejando atrás cualquier indiferencia o justificación. Ese mismo Dios, nos pide que confiemos a otros el cuidado de nuestros hermanos rescatados en el camino. Esto es a no ser autosufientes, a la mutua colaboración, al mutuo sostenimiento… Y aún más a la confianza mutua que eso implica. Si alguien a sido dañando por la violencia y el ultraje, y aún por la indiferencia, la falta de compasión, la ausencia de ser priorizado; necesita la medicina de restablecer los lazos de confianza entre hermanos, entre humanos. Si quien te rescata te confía a otros porque confía en otros, te ayuda a restablecer la herida interior de la desconfianza, del experimentarte abandonado, dejado solo.
Seamos posaderos unos de otros. Lugar y personas a quienes se nos pueda confiar el cuidado de nuestros hermanos heridos, no sólo físicamente sino también en su interior y en sus relaciones.
Que nadie tenga que encarar el cuidado del otro, sólo, sin la ayuda de posaderos, lugares de albergue de hermanos heridos. Cuanto bien hacemos cuando nos cuidamos unos a otros, con la ayuda de los otros.
Esto es también: "Ve, y procede tú de la misma manera".
Eso debemos ser en la Iglesia, en la comunidad, en la familia, en cada uno.

P. Sergio-Pablo Beliera