domingo, 15 de noviembre de 2015

Homilía 33º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B, 15 de Noviembre de 2015

La conciencia de un inevitable fin del mundo conocido, tiene alcance universal y es inconfundible. Este fin, no es un castigo, sino, el fin de un ciclo, de una etapa de la humanidad, hacia otra definitiva.
“En aquellos días, el sol se oscurecerá,
la luna dejará de brillar,
las estrellas caerán del cielo
y los astros se conmoverán.”
Y aún cuando la humanidad ante el fin de este mundo conocido, se traslade a otra galaxia, esa será otra humanidad, sí o sí volverá a vivir esta experiencia en otro lugar, pero la misma experiencia al fin. Porque ninguna persona puede prolongarse materialmente de manera indefinida: “no pasará esta generación sin que sucedadn estas cosas”, dice hoy Jesús.
Pero el fin que supone un sol oscuro, una luna sin brillo, estrellas caídas y astros conmovidos, supone a su vez un comienzo también inevitable e inconfundible:
Pero la esencia de toda esta transformación estelar, no son los hombres, sino “…se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria…” Es Jesús, que habiendo pasado de la oscuridad de la muerte brilla ahora resucitado junto al Padre y viene a nosotros como una realidad nueva y libre de todos los condicionamientos de una creación afectada por el pecado y la muerte.
“Cristo, …después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.” Todo lo que nos afecta cesará y todo lo que nos da vida resplandecerá. Ese es el gran acontecimiento que inaugura Jesús abriendo los cielos y dejándonos verlo venir hacia nosotros como un acontecimiento definitivo.
Y esta visión definitiva, que pareciera no afectarnos en este momento, es esencial tenerla en cuenta una y otra vez para encaminarnos hacia esa visión. Porque cuando el Hijo del hombre, Jesús Glorioso, se deje ver, “…él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte…”
Su aparición definitiva es nuestra comvocatoria definitiva a estar a su lado. La experiencioa de la dispersión llegará a su fin, y comenzará para siempre la experiencia de la congregación, del estar junto a Él, con Él…
Y en esa convocatoria de Jesús Glorioso:
“Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento,
y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas,
por los siglos de los siglos.”

Caidos los astros y aparecido el Astro Definitivo, la Luz que no tiene ocaso, Jesús Glorioso, es a los hombres que lo han seguido y que han permanecido con Él y en vela esperándolo a quienes les toca resplandecen, a quienes les toca brillar como Él, con Él. Ellos son los que irradia de modo definitivo la Luz que es ese Jesús Resucitado y Glorioso en sus vidas en medio del mundo.
Si los hombres que se han hecho discípulos de este Jesús, aprenden y asumen su condición, les toca a ellos ahora iluminar con Él. Los hombres deberán para eso haber pasado por una trasformación que se haga carne en ellos mismos, serán así “hombres prudentes” y ‘maestros de justicia’.
Estos son hombres que han alcanzado la virtud de la prudencia, por eso se los llama hombres prudentes y maestros de justicia, no a veces sino como un calificativo esencial de su condición humana.
Recurramos a la RAE, para asumir el significado de estas palabras y nuestra comunicación sea en el mismo sentido:
Recordemos que la prudencia es:
1. Templanza, cautela, moderación.
2. Sensatez, buen juicio.
3. Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.
Y que la justicia es:
1. Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.
2. Derecho, razón, equidad.
3. Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene.
4. Aquello que debe hacerse según derecho o razón.
No debemos confundirnos en esto, ya que es en eso y no en otra cosa en las que debemos ejercitarnos al ritmo que late nuestro corazón y nuestros pulmones respiran. Sólos los discípulos prudentes y justos podrán sacarnos de la encrucijada de la confusión y el desorden en que la humanidad cae en cada generación.
Así el hombre virtuoso se vuelve un hombre que irradia, un verdadero astro en el firmamento de los hombres junto a Jesús Resucitado y Glorioso, Luz de Luz.
Mientras este tiempo llega vivimos según ese tiempo y ese modelo para que “se haga su voluntad ya en la tierra como se hace en el cielo.”
Así no habrá ninguna dilación entre el fin de lo viejo y el comienzo de lo Nuevo. Porque lo que da fin a lo viejo es la entrada en vigencia de lo Nuevo y Definitivo de una vez y para siempre. “Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Invóquenme y los escucharé y pondré fin a su cautiverio” (Jer 29, 11.12.14), ya que la felicidad plena y duradera consiste en servirte a ti, fuente y origen de todo bien.” (Oración Colecta).
Este es pues, tiempo de hombres prudentes y maestros de justicia. ¿Estamos en la Prundencia y en la Justicia? ¿O nos hallamos ocupado en otras ocupaciones y en el ejercicio de otros ilusorias virtudes humanas?


P. Sergio-Pablo Beliera