domingo, 25 de enero de 2015

Homilía 3º Domingo TO, Ciclo B, 25 de enero de 2015

De pronto Jesús irrumpe en la escena de la historia humana, este anónimo hombre apenas presentado por breves trazos por el evangelista Marcos, emerge y se expone por completo, nos lanza una llamada que es imposible de no escuchar una y otra vez… “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”… Estas palabras, este anuncio, nos convoca a todos, nos ha sustraído de nuestro letargo y nos reúne en una comunidad de esperanzados peregrinos.
Es nuestro tiempo, porque es el tiempo cumplido de Dios para siempre.
Es nuestro Reino, porque es el reino de Dios que se acerca a nosotros.
Es nuestra conversión, porque provienen de la boca de Dios a nosotros.
Es nuestra oportunidad de creer, porque la fe viene del que la convoca.
Es nuestra Buena Noticia, porque ese es nuestro camino y nuestra vida nueva.
Hoy, ese anuncio sigue resonando y convocando a sus oyentes… “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”
El mundo contemporáneo comporta una experiencia de gran exposición por un lado y de gran anonimato por el otro. Los que se hayan expuestos buscan el anonimato y los que viven en el anonimato buscan no ser olvidados. Esto sería por lo pronto una formulación extrema. Pues no se explicita que significa estar expuesto y que ser anónimo. En el medio por lo pronto de una u otra experiencia vive la gran mayoría que a veces se ve expuesta y a veces se experimenta anónima, no como experiencias dañinas o carentes sino como oportunidades de ser reconocido por lo que se es y a la vez estar protegido en un círculo de relaciones vivibles.
Todos necesitamos una cuota de visibilidad para los otros y una cuota de invisibilidad. Un mundo de invisibles unos para con otros nos hace mucho daño, porque no podemos amar y ser amados, hablar y callar, ver y ser vistos, abrazar y ser abrazados, reír y llorar… Es Eustace convertido en dragón en la obra de C.S. Lewis.
Todos necesitamos una cuota de invisibilidad donde no quedar tan expuesto que seamos sólo lo que somos para los demás y no haya soledad acogedora, silencio refrescante, paz en el desierto, intimidad sosegadora, mirada que se pierde en el horizonte… Por eso el Reino tiene esa cuota de invisibilidad.
Las relaciones humanas esperan poder desarrollarse en la tensión del arrepentimiento y la conversión, esto es de la autocrítica de cara a Dios y la imagen y semejanza que somos de Él, y por otro lado una capacidad de transformar nuestras ideas, sentimientos y acciones en nuevas ideas, sentimientos y acciones más ajustadas a lo que somos y estamos llamados a ser. Los pescadores hoy serán pescados y serán convertidos en “pescadores de hombres”.
Por eso tantos han reaccionado a lo largo de la historia al binomio culpa – miedo sin querer decir cual es primero o causa del otro, tal vez no entre en ese esquema, dejémoslo como un reconocimiento que nos permite visualizarlas, ser conscientes de su existencia. A este binomio, le sucede la reacción de adormecimiento de la conciencia y la apatía a todo cambio posible. Es el llanto de Jesús… “si hoy hubieses escuchado…”
Cuando Jesús anuncia la cercanía del Reino y el consabido agotamiento del tiempo de espera, anuncia inmediatamente una Buena Noticia, una Alegre Noticia, que permite a los hombres entrar en el estado de definición. Porque cuando se está ya en el tiempo definitivo, lo que se espera es una definición, esa definición es un Sí a lo que viene, porque negarlo sería una irrealidad, un desajuste en la percepción de que lo que se nos anuncia forma parte ya de nosotros y, que abrazarlo con nuestro Sí implica empezar un proceso de transformación definitiva que supera nuestros anhelos. Ese es otro aspecto de una verdadera conversión.
Es el tiempo donde quedamos expuestos a la recepción que hacemos de semejante anuncio y de su consecuente transformación íntegra de lo que somos, hacemos y nos rodea. Salimos del olvido para pasar al mundo visible de Dios, de ese Reino que se aproxima de forma definitiva, imparable, contagiosamente bondadoso y transformante.
Dios nos ha mirado y nos anuncia su llegada a nuestras vidas, no sólo al yo íntimo y anónimo, sino al yo que piensa, que siente, que hace y se interrelaciona con los otros que están en el mismo proceso. Así, somos entonces un nosotros que nace de las existencias personales y las reafirma pero, quitándonos la cuota de aislamiento, de cerrazón, de división, de partición que introdujo el NO a Dios, el darle la espalda a su presencia amorosa, el mundo de la sospecha del Otro y de los otros, el mundo del miedo de unos a otros y de las interminables culpas que esclavizan mentes, corazones e historias de vida completas.
Entre la exposición y el anonimato, Dios ha creado la comunión de personas, la interrelación de vidas que se ayudan unas a otras a dejar penetrar por entero lo definitivo, lo transformante de Dios en la vida de los hombres. Surge la colaboración de unos con otros, el perdón mutuo, la comunión de bienes, el servicio de unos a otros.
Por eso, inmediatamente hecho el anuncio Jesús atrae hacia sí a hombres que ya tienen una experiencia de comunidad, los encuentra después de la experiencia del trabajo en común de salir a pescar y de recoger las redes. Ahora, como han permanecido en esa realidad los invita a una realidad definitiva para la que se han preparado sin saberlo, “pescadores de hombres”, una nueva empresa de comunión, recolectando hombres para el Reino de Dios, para sacarlos del anonimato y pasarlos a la comunidad de arrepentidos y transformados, los llenos de esperanza en un mundo vacío de esperanzas porque va y viene siempre en lo mismo, pendula entre un tímido si y desencajado no.
El anuncio desafiante encuentra en los pobres, los trabajadores humildes, los que se ganan el pan cada día, la sorprendente respuesta de un seguimiento incondicional cuando apenas conocen la Noticia, pero también cuando apenas si conocen a Jesús, porque a Jesús se lo sigue y se lo conoce, no se lo conoce y después se lo sigue. Como la fe, ella debe tomar la delantera a ciegas y entonces se hará la luz de comprensión, del encuentro…
¡Vamos!, que no hay tiempo que perder, el tiempo se ha cumplido, el apreciado Reino de Dios está cerca en Jesús Palabra de Vida - Pan de Vida - Caridad Viva, vistámonos el vestido nuevo de una vida nueva ya y cambiemos sin temor alguno nuestra mentalidad por la Suya, nuestro corazón por el Suyo, y nuestras obras por las Suyas.


P. Sergio-Pablo Beliera