domingo, 8 de noviembre de 2015

Homilía 32º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo B, 8 de Noviembre de 2015

¿Notoriedad o pasar desapercibido?
¿Ficción o realismo?
Podríamos hacernos estas preguntas como simple curiosidad o encuestadores de la realidad. Pero, para nosotros como creyentes, esa no sería la forma y la motivación adecuada.
La clave la encontramos en la actitud de Jesús, en esa que queda reflejada hoy: “Jesús se sentó… y miraba… enseñaba…”
Utilizando una situación contemporánea, podríamos decir que Jesús, es un televidente activo, que selecciona la sintonía de lo que quiere destacar y propagar entre los suyos. Jesús, busca transformar la grilla que sus televidentes miran con él. No está dispuesto a que vean cualquier cosa, que simplemente la critiquen y menos que la imiten.
Pero, aún hay que tener en cuenta un paso más, Jesús transforma la sintonía interior de los suyos. Establece no una programación alternativa, sino que exige una mirada y unos contenidos diferentes a los imperantes.
Jesús, desde el primer instante de su Encarnación y su existencia entre nosotros, actúa activamente poniendo de manifiesto ‘su lugar’ y por lo tanto ‘nuestro lugar’ junto a él. No se sitúa como un hombre pasivo, resignado, o un ‘televidente consumidor’ de la realidad. Por lo contrario, se ubica a sí mismo en un lugar muy concreto y activo.
Jesús, no es un ‘ciudadano pasivo’, sino un creyente ciudadano activo, de esta tierra, de esta cultura, de esta sociedad, de sus designios, de sus elecciones y de sus actitudes vivas.
Y lo pone claramente de manifiesto con su mirada crítica:
“Cuídense de los… les gusta pasearse con largas vestiduras,
ser saludados en las plazas
y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes;
que devoran los bienes de las viudas
y fingen hacer largas oraciones…”
O sea:
‘Anden por el mundo vestidos sencillamente,
con un andar sobrio,
ocupando en la Iglesia el lugar más humilde y en la sociedad como servidores,
siendo justos y generosos con los más pobres,
y rezando en todo momento en su corazón,
en sus mentes y en sus labios con suaves susurros de amor.’
A un Dios que se ocultó en su humanidad, en su sociedad, en su cultura, no le cabe ninguna notoriedad, ninguna exposición de poder, ningún culto de sí mismo… su postura está en su esencia, en su ser íntimo.
La mirada de Jesús es nuestra mirada. Esa es una proposición consciente que hacemos a nuestros ojos, a nuestra mente y a nuestro corazón cada vez que comenzamos nuestra jornada.
Cada amanecer Jesús nos propone: ‘siéntate a mi lado y mira conmigo lo que hoy va a pasar y aprende a mirar como yo miro a cada persona, a cada acontecimiento, a cada situación, y elige conmigo lo que debe ser y lo que te propongo hacer desde lo profundo de tu corazón, hasta lo que sale por tus labios, y tus gestos.’
Jesús, es el que presta atención, ve lo obvio y lo que está en el fondo de todos los gestos que hacemos como fruto de dónde está el acento de nuestro corazón, el acento de nuestros intereses, el acento de nuestra libertad, el acento de nuestra voluntad…
Es verdad que vivimos en una ‘contaminación de advertencias llenas de ausencias’ (desde mandatos familiares, sociales, hasta normas y carteles), pero nadie está como Jesús ahí mismo mientras advierte y prosigue con nosotros a continuación. Jesús, con su presencia y su enseñanza, direcciona nuestra atención y valoración de las personas, de los gestos, de las palabras, de los pensamientos, de los sentimientos, de las relaciones, de las elecciones de vida.
Ni la contabilidad, ni las formas culturales o religiosas quedan fuera de la atención de Jesús que las mira desde un lugar único: “él se ha manifestado una sola vez” y lo hace todo como si fuera su única oportunidad, y para siempre. Eso le da claridad e intensidad.
Todos habían visto lo que Jesús vio, pero nadie se hizo cargo, como si nadie hubiese visto nada, todo seguía igual para los demás, excepto para Jesús, para su mirada única y peculiar. Es lo que llamamos una mirada contemplativa.
Jesús y la viuda, tiene una mirada contemplativa de la realidad, y por eso se adentran en la verdadera realidad, la que duele, la que compromete, la que traspasa, la que incomoda. Los contemplativos como Jesús y la viuda, ven lo obvio y desnudan lo obvio, son simples y directos y nos direccionan en el sentido correcto. Por eso sólo los contemplativos como Jesús y la viuda, se arrojan a la Providencia del Padre y corren el riesgo porque saben en quien ponen su confianza, sus vidas enteras.
¿Nuestra mirada es una mirada contemplativa, que desnuda las trampas en las que caemos los hombres por ‘pavonearnos’ con el reconocimiento y la notoriedad?
¿Nuestra mirada es contemplativa como la de Jesús, que desnuda y nos deja en la desnudez de la simplicidad?
¿Nos animamos a recoger el guante de esta propuesta: ‘Anden por el mundo vestidos sencillamente, con un andar sobrio, ocupando en la Iglesia el lugar más humilde y en la sociedad como servidores, siendo justos y generosos con los más pobres, y rezando en todo momento en su corazón, en sus mentes y en sus labios con suaves susurros de amor?

“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.”


P. Sergio-Pablo Beliera