HOMILÍA 1° DOMINGO DE CUARESMA, CICLO A, 13 DE MARZO DE 2011
“El Señor Dios modeló”
“El Señor Dios plantó”
“Y el Señor Dios hizo brotar”
Así comienza nuestra Cuaresma. Renovando nuestra conciencia, Dios modela, Dios planta, Dios hace brotar. El Dios que nos modeló, es un Dios que da vida y la da en abundancia y variedad. Todo en Él es vida que genera vida. Y el centro de la vida es la Comunión de Amor, por la que todas las cosas son hechas y para lo que todas las cosas existen. Pero…
Hace unos días un joven me decía -en un tono abúlico- al relatar “la noche”, que esta era siempre igual, siempre lo mismo. Eso me hace acordar que muchas de nuestras confesiones comienzan o terminan así, “siempre lo mismo” en un tono de desgano y tristeza. Y como no recordar nuestra sensación en las crisis frente al sentirse estancado, siempre en lo mismo, con tono de desesperanza y cuando no de desesperación.
Extrañamente, al que cargamos con la etiqueta de “aburrido” es a Dios, todo lo que viene de Dios pareciera ser monótono, monocorde, monocromo, insulso… Y somos nosotros frente a lo que hacemos por nosotros mismos los que producimos esa sensación de aburrimiento existencial que se abraza al exceso para subsistir. Cuando estamos aburridos de la vida y solo fragmentos de esta nos suenan vida, algo no está tan bien en nuestras vidas. Y debemos hacer algo que nos vuelva a conectar con la fuente de Vida que es Dios mismo y su deseo de Comunión de Amor impreso en nosotros y toda su obra. Y esa es la experiencia de Jesús, frente al hambre, la Comunión de Amor con el Padre.
“Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.” Jesús, el hombre que siente hambre, es conducido a la experiencia de ser y hacer desde su condición de Hijo Amado de Dios. Entre Jesús y el demonio, se interpone la conducción, el obrar del Espíritu.
En la soledad y el silencio Jesús se despoja de todo, de todo… para vivir solo de su condición de Hijo de Dios Amado alimentándose así solo de su ser y no de su hacer, y mucho menos del entorno humano y natural. Es la Comunión de Amor de 24 horas sobre 40 días y sus 40 noches, donde Jesús vive del solo vínculo con Dios. Como dirá más adelante, “estos demonios solo se expulsan por la oración”. Nada en nosotros obtendrá su lugar, nada en nosotros será lo que es, nada en nosotros tiene la oportunidad de sustentarnos sino es la oración continua. El ejercicio de Jesús es ese, la continuidad sobre la continuidad de un vínculo sin ser sustituido por nada ni por nadie que no sea Dios mismo.
Así Jesús, aprende tres cosas fundamentales para el resto de su existencia como salvador nuestro:
1) “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Un sí rotundo y sin dudas a la primacía de la fe que viene de Dios por sobre toda otra experiencia y forma de modelar su existencia. Un aceptación gozosa de pensarme desde donde Dios me piensa y como Dios me piensa, poniendo como principio generador de todo lo que Dios sugiere en su Palabra escrita.
2) “No tentarás al Señor, tu Dios” Un sí rotundo y sin titubeos al hacer sobrio, paciente y humilde de Dios. Sin espectacularidades, sin excitación, ni pretensiones de una vida que no sea la que se hace cotidianamente y con la propia responsabilidad.
3) “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo rendirás culto” Un sí rotundo y sin dudas a entregarle y vivir del control que solo puede tener Dios de la vida. Nada sustentado en el poder, nada de logros humanos, nada por la fuerza, nada que solo sea para tierra cerrando las puertas del cielo.
Así, como dice Pablo, “si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos… si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia”.
La Cuaresma que iniciamos es pues, abrazarnos a la experiencia de Jesús y hacerla totalmente nuestra para que la Comunión de Amor que Él experimentó como un triunfo, sea el preanuncio de muchas otras experiencias de Comunión de Amor con Dios y nuestros hermanos a lo largo de toda nuestra existencia y no solo de estos 40 días. Así experimentaremos como Jesús el consuelo del Padre, por haber respondido como hijos: “Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo”.
P. Sergio Pablo Beliera
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