HOMILÍA 25º
DOMINGO DURANTE EL AÑO, CICLO A, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2011
Aunque
no sea agradable decirlo, en el mundo del consumo, paradójicamente pareciera
que el único consumo prohibido es el de ser bueno en abundancia. La bondad de
una persona muchas veces, lamentablemente, es vista con desconfianza. Y donde
reina la desconfianza en más abundante la mezquindad, la intolerancia y la
marginación.
Pero,
a los buenos a pesar de todo, hay imágenes, situaciones y respuestas que los
hieren en extremo y que no soportan dejar sin la debida respuesta. La realidad
los mueve a compasión.
Cuando
alguien te dice “nadie me prestó
atención”, que otra cosa se puede hacer sino ocuparse de ser uno, ese
alguien que le presta atención y se ocupa de el fijando su atención y dando una
respuesta adecuada y transformante.
Así,
el Dios Bueno y Compasivo, se conmueve frente a los hombres y mujeres que
permanece al margen, que se hayan esperando en la plaza ser tomados en cuenta,
que deambulan sin un horizonte, a los que van quedando relegados en esta
carrera humana que nos hemos inventado. El Dios Bueno y Compasivo, sale a lo
largo de la Historia a buscar a los hombres de cada época. El Dios Bueno y
Compasivo, sale a lo largo de la historia de cada hombre en distintas horas a
buscarlo para que no quede último. Así, el tiempo para los creyentes es la
venida de Dios a buscar al hombre para hacerlo parte de su obra.
Así
es Dios, es Él el que se detiene y presta atención porque no soporta la
situación de los que han quedado últimos en la vida. Es Él el que se involucra
en dar la respuesta adecuada que nos negamos unos a otros. Es Dios, quien se
anima a tomarnos y no dejarnos fuera de la labor de su obra.
Es
Dios, quien en nuestra ciudad, va y viene una y otra vez, a buscar al hombre
para ejercer con cada uno el derecho que Él mismo nos ha dado, de formar parte
del trabajo y el beneficio de su campo. En los tendales de gente dejada última
en la Historia, se haya el Dios Bueno y Compasivo hecho carne en Jesús. En los
tendales de gente en los últimos lugares de cada día se haya el Dios Bueno y
Compasivo que se ha hecho el Último entre los últimos.
Donde
nuestros caminos no se atreven, ahí se atreve Dios a trazar un camino llano,
accesible y seguro. Donde nuestros pensamientos han trazado límites y
horizontes ficticios o artificiosos, allí Dios se lanza con arrojo en
pensamientos que traspasan fronteras y ponen de manifiesto la realidad. Dios se
eleva sobre nuestras construcciones humanas y establece la verdadera altura a
la que estamos llamados.
Desde
esa altura, Dios ve, contempla y se compadece. Desde esa altura Dios desciende
y se adentra en nuestros caminos recorriéndolos íntegramente. Desde esa altura
Dios, se involucra en el lodazal de nuestros egoísmos, de nuestras
mezquindades, de nuestras justicias injustas, para dar abundantemente donde
nuestras medidas no llegan. Nadie podrá explicar ante Dios, porque un trabajo
es más digno que otro y menos aún porque algunos tienen honorarios exorbitantes
y otros ínfimos.
Tal
vez, los hombres de esta ciudad, debamos reaprender una vez más los caminos que
Dios recorre para dar a cada uno lo que lo hace participar activamente en su
Reino. Y la ternura de un Padre que no cesa en su búsqueda del hombre, hasta el
extremo de entregar como pago a su propio Hijo. Si lo que recibo cada día como
pago es algo distinto que el Hijo mismo, algo en mi haber está mal.
Tal
vez los hombres de esta ciudad, debamos reaprender que ser bueno dando una
retribución que devuelva a los más golpeados su esperanza, su dignidad y su
entusiasmo, como parte íntima de una religión pura e íntegra, que no separa lo
que quiero para mí con lo que quiero para los demás, es lo que hace el Padre y
en lo que se involucra el Hijo Jesús.
Porque
lo queramos o no Dios está dispuesto a ser Bueno y a reinventar las medidas de
nuestra justicia retributiva. Todos merecen lo que necesitan, más allá del
esfuerzo que hayan podido o no hacer. Porque El Padre Bueno se da en el Hijo
Compasivo.
P. Sergio Pablo Beliera
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