HOMILÍA 1º DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B,
26 DE FEBRERO DE 2012
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus
senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi
Dios y mi salvador,
y yo espero en ti todo el día. Acuérdate, Señor, de tu
compasión y de tu amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las
rebeldías de mi juventud:
Por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu
fidelidad. El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los
extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su
camino a los pobres.
Estas
palabras orantes del Salmo 25(24),4-5.6-7.8-9.,
deberían abrir nuestros
labios cada mañana, volver sobre los mismos a lo largo del día y cerrar
nuestros labios cada noche de este camino cuaresmal. El Señor muestra, enseña,
guía nuestros caminos; se acuerda de su compasión, y no recuerda nuestras
rebeldías. El Señor es bondadoso y recto con mi vida. ¡Qué más pudo pedir!
Ser educados por Dios, es para el hombre un
privilegio que se transforma en un gran desafío. Así lo experimenta Noé, Pedro
y Jesús en las respectivas lecturas que acabamos de escuchar. Dios nos llama a
la experiencia, Dios nos introduce en ella, Dios nos guía en ella, Dios nos asiste
y nos saca victoriosos de ella. Dios se involucra, esta presente de lleno. Dios
no está ausente a la existencia humana y mucho menos a los momentos de
encrucijada. Porque solo Él puede explicarnos en el silencio interior, de que
se trata vivir y aprender a vivir, en el despojo total.
Este Dios Pedagogo divino, acompaña nuestra
libertad. Lejos de tomar distancia, Dios se vuelve la compañía adecuada a
nuestra respuesta libre a dejarnos enseñar, a querer aprender, a hacer
experiencia de hombre y de Dios. Hasta las regiones más oscuras de nuestro ser
y de la existencia, desciende Dios con nosotros. ¿Cuán consciente somos de esto?
Al educarnos por la acción de su Espíritu, Dios
manifiesta su irrevocable alianza, su inconfundible decisión de: “me acordaré
de mi alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y no volverán a
precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales.” Dios por la
acción de su Espíritu, nos recuerda permanentemente que ha decidido desde el
principio de nuestra creación ser nuestro amigo, el Compañero amoroso de
nuestra existencia en estado de educación. En algunas posturas nuestras, en
distintas situaciones de la vida, pareciera que estuviésemos bajo el influjo de
creer que Dios nos creo para tener a quien molestar y hacerle difíciles las
cosas. Rotundamente no…
El Espíritu
de Dios, Amigo que nos educa, es espíritu vivificante, “Cristo… Entregado a la muerte en
su carne, fue vivificado en el Espíritu.
Y entonces fue a hacer su anuncio a
los espíritus que estaban prisioneros…” Tan vivificante que no solo lo
es para Jesús, sino que por Jesús Resucitado se vuelve vivificante para
nosotros. La vida del Espíritu, nos saca del estado de prisioneros de nosotros
mismos, de los demás, del mal y del mundo. Todo lo transforma con su presencia
pedagógica, que revive hasta lo que está muerto en nosotros: la esperanza de
estar vivos ya por el amor de amistad que Dios nos tiene. Del amor de amistad que
no nos priva jamás.
Y si nos
faltara algo para convencernos, miremos hoy a Jesús, que conducido al desierto
por el Espíritu, “donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las
fieras, y los ángeles lo servían.” Claramente la amistad con Dios
requiere de un proceso de purificación, que comienza por un dejarse llevar y un
ser llevado; de entrar en un estado de despojo y desprotección en el que lleguemos
a clamar a Dios por su Presencia. La presencia tentadora del Mal entonces, se
nos vuelve cercana para sacar provecho de nuestra situación. Pero, si nos
mantenemos fieles a la experiencia de Dios y solo Dios, no podrá más que
retirarse porque no somos suyos. Pasada esta experiencia renovadora, estamos
posibilitados de vivir un estado de comunión con la creación y con Dios. Las
fieras se vuelven amigas y el cielo se abre para que los amigos de Dios nos
sirvan y consuelen.
Este es el
sentido y la experiencia de nuestro bautismo que nos salvó, “que
es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de
Jesucristo”… Que la presencia pedagógica de Dios a través de su Espíritu
permanezca activa en nosotros y nos lleve, anime y sostenga en la prueba del
desierto de cada día, para no ser sacados nunca de la Comunión de Amor con
Dios. Porque, "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse
y crean en la Buena Noticia". Demos gracias a Dios por este tiempo
que es hoy, por esta cercanía, que hace posible que mi conversión sea posible,
por la Buena Noticia de su Amor pedagógico y su Espíritu vivificante en Jesús,
amigo de las fieras y de los ángeles, por su Comunión con el Padre.
P. Sergio Pablo Beliera
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