domingo, 8 de abril de 2012

HOMILÍA DOMINGO DE RESURRECCIÓN, CICLO B, 8 DE ABRIL DE 2012 (Jn 20, 1-9)


HOMILÍA DOMINGO DE RESURRECCIÓN, CICLO B, 8 DE ABRIL DE 2012 (Jn 20, 1-9)
Ustedes ya saben…” anuncia a sus contemporáneos Pedro, en sus primeros testimonios sobre la Resurrección de Jesús. Nosotros también estamos incluidos en ese “Ustedes ya saben…”, somos parte de el. Hemos venido a celebrar la Pascua de Resurrección de Jesús el Señor, porque sabemos de Él.
Hoy, como ayer, y como en el futuro, los hombres necesitamos hacer memoria de Jesús Resucitado. Nuestra vida necesita de un anuncio de Vida que la coloque en el cause de la Vida una y otro vez.
Nosotros como Pedro, hemos visto y creído y por eso estamos aquí. Nuestras vidas han sido testigos de el obrar del Padre en Jesús y de como eso nos ha afectado de una manera directa y concreta. Nuestras vidas están incluidas en la vida de Jesús en la que se pone de manifiesto en obrar de Vida del Padre.  Nuestras vidas son un testimonio viviente de cómo el Padre, por Jesús, puede obrar Vida donde hubo pecado y muerte.
Nosotros somos testigos vivientes que podemos ver y creer en la manifestación de la proximidad del Padre que da Vida, de Jesús Resucitado y del Espíritu dador de Vida. Sí, nosotros hemos visto, revisemos nuestra historia.
Nuestro corazón vio primero, el ha corrido rápido hacia el encuentro del lugar donde fue depositado Jesús, como discípulos nos hemos enamorado de este Señor y Maestro, que nos ha seducido y nos ha hecho la vital pregusta: “¿Qué buscan?” Al que hemos respondido: “Maestro, ¿dónde vives?” Y hemos recibido un directo: “Vengan y verán”. Y nos fuimos a ver y nos quedamos con Él, poco a poco, cada vez un poco más. Hemos visto con los ojos del corazón actuar a Jesús en nuestra historia y sus múltiples acontecimientos. Hemos recostado nuestro oído muchas veces sobre el pecho de Jesús, escuchando el latido de su Corazón abierto a nuestra amistad en la oración, en la escucha mutua, en el diálogo interior de preguntas y respuestas, de interrogantes compartidos, de respuestas gozadas y otras tantas que han abierto un surco que aún no terminamos de desentrañar.
Y porque ha visto nuestro corazón a podido ver nuestra mente que ha acogido lo que nuestro corazón le entregaba. Y en nuestra inteligencia ha resonado una vez más el “Ustedes ya saben…” que provenía de la sabiduría del corazón puesto en el Corazón de Jesús abierto, traspasado, del que experimentamos un amor al que muchas veces nos resulta difícil responder, corresponder, que por sobre todo, es la sabiduría de un corazón que se sabe amado por un Resucitado por amor. Nuestra mente corre lento pero alcanza a llegar y entender lo que nuestro corazón ágil le había expresado. Nuestra razón puede ver al Señor y degustar su inmensa sabiduría, la riqueza inconmensurable de un obrar creador que saca Vida de donde había muerte. Y se ve deslumbrada por la claridad de un amanecer inminente después de noches tan largas y apesadumbradas.
“Ustedes ya saben…” como hemos visto y creído en lo que no podemos comprender pero que manifiesta como Jesús ha resucitado de entre los muertos. Y como la larga espera de nuestra existencia se ha visto colmada y superada, sorprendida por un obrar tan grande y novedoso que seguimos aún degustando porque como dice el apóstol Pablo: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” Queridos amigos, no podemos seguir buscando entre piedras y vendas sino que tenemos que asumir el sepulcro vacío, porque el Señor Jesús vive, y vive junto al Padre en esa realidad permanente que llamamos cielo. Busquemos los bienes del cielo, porque ahora si, somos del cielo. Muchos de nuestras situaciones de vida, por no decir la totalidad de ellas, se resuelven o no, por este buscar los bienes del cielo en donde Jesús el Señor vive como Resucitado. No comprendemos, aunque vemos y creemos, porque lo que vemos y creemos no es de esta tierra ahora, pero si es para esta tierra que vivimos aquí y ahora. Por eso, es que la respuesta a nuestras situaciones vitales está en asumir plena y totalmente “…ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios…” hemos muerto en nuestro bautismo a un modo de vida al que ya no podemos aferrarnos porque nuestra vida está “oculta con Cristo en Dios”. Sí, estamos ocultos en esta Palabra. Sí, estamos ocultos en este Cuerpo y en esta Sangra de Vida derramada. Sí, estamos ocultos en esta fe manifiesta. Sí, estamos ocultos en el Corazón Resucitado de Jesús. Y solo podemos vivir aquí y ahora si asumimos en nuestra carne lo que implica la experiencia de resucitados expresada en la esperanza de vivir ya para que “se manifieste Cristo, que es la vida de ustedes, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria…” Sí, Cristo es nuestra vida, y queremos que se manifieste en nosotros en toda circunstancia y lugar. Somos testigos que hemos visto y creído en su Resurrección.

P. Sergio Pablo Beliera

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