Un niño con 5 panes y 2 peces. Doce canastas que sobreabundan de panes después de saciar a una muchedumbre. Parecen escenas opuestas y son en verdad piezas salidas de una misma mano. Para que este niño y estas canastas tengan un hilo conductor se necesita mas que imaginación, se necesita una profunda compasión, que expresa un dialogo único e insuperable. Algo que solo se alcanza en el plano de lo imposible. Imposible como vincular 12 impotentes hombres y una muchedumbre hambrienta. Donde parece haber improvisación y falta de previsión hay en realidad, un Maestro que conduce magistralmente los hilos de una historia hecha de consonancias y no de rupturas. Bien enojados deberían haber podido estar esta confiada multitud frente a 12 hombres sin imaginación y sin organización. Claro, nadie menciona hasta aquí al personaje principal que vincula estas realidades antagónicas y sin aparente coherencia. Jesús esta presente en nuestra historia no solo para lo previsible sino aún mas para lo imprevisible, que para quienes tenemos solo los ojos de la razón o de las emisiones, parece lejano de alcanzar. Estamos en la historia para quedarnos, no estamos de paso, como si navegáramos hacia un mar infinito e indómito. Esta es nuestra tierra, este es nuestro tiempo, y en esa tierra y en es tiempo, Jesús vive y permanece conduciéndonos desde lo alto del tiempo pero en la cercanía de una verde pradera. Lo necesitamos así, muy nuestro y la vez indomable a nuestros caprichos y antojos.
Nadie mejor que este niño y estas canastas representan las posibilidades que Jesús puede darle a nuestra historia y no solo a nuestro antojo. Ellos están disponible, no ofrecen resistencia. Parecen pasivos, pero no... Un niño con panes y peces, no es alguien pasivo, carga, si pero carga alimento, un alimento que tiene un sentido, pero que puede adquirir uno nuevo e impensado con solo su disponibilidad... No estaba en su imaginación. Pero allí estaba el, listo y accesible a quien lo llamara... Y hubo alguien, como siempre hay alguien en nuestra historia y en nuestro día, que nos llama y nos lleva a Jesús, aveces sin pensarlo y sin tenerlo muy claro, pero allí terminamos delante del Maestro para que Él le de ese sentido, ese significado, ese valor que no sabemos que puede tener lo que llevamos con nosotros. Somos ese niño, aquí y ahora... No solo lo somos sino que necesitamos serlo, porque así podrá haber un alimento nuevo y significativo que sale de las manos de Jesús con lo que nosotros le aportamos. Este mundo que calcula y calcula nunca podrá darle de comer a ninguna multitud desde sus cálculos y mezquindades. Soberbia, orgullo, idealismo, o lo que sea, eso no será nunca alimento abundante y de satisfacción. Lo que no pasa por las manos del Señor, no será mas que lo que es y nada mas, tristemente porque podría ser algo mas, mucho mas. Seamos esos niños que presentan lo que llevan en si y que puesto en las manos del Señor Jesús podrá ser mucho mas de lo que imaginamos. Debemos una vez mas hacer la promesa de no ir a Dios con nuestra imaginación, solo con lo que somos, con lo que llevamos en nosotros. Con nosotros, en nuestro tiempo y en nuestra historia, ni mas ni menos...
Debemos recoger la sobreabundancia de Jesús que se ofrece compasivamente, con calma y decisión. Estamos llamados a ser portadores de este inmenso secreto. Lo que pongamos en las manos de Jesús, de su mirada hacia el cielo buscando la mirada del Padre y de su bendición y repartición, sale el alimento que sacia el hambre del hombre. El pan en nuestras canastas es la Eucaristía de Jesús al Padre, y por eso es el Pan del que el hombre no puede prescindir. Caridad, Eucaristía y Misión van de la mano, una le da sentido a la otra y cada una en si misma contiene a la otra. Somos portadores de este secreto que el mundo tiene que develar por nuestra conciencia del don recibido y por nuestro hacernos a la medida del don recibido y el donarnos a la medida del don recibido.
De tus manos parte el pan que me alimenta en abundancia. De mis manos parte el pan que llevas en tus manos para multiplicar. De tus manos saco el pan para llevar a mis hermanos y que su hambre se encuentre contigo, y entonces que ya ningún hambre sea irremediable. Toma en tus manos mi pan Señor, y llena nuestros canastos con la abundancia de tu presencia amorosa, compasiva y agradecida, que es tu Eucaristía.
P. Sergio Pablo Beliera
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