domingo, 9 de diciembre de 2012

Homilía Solemnidad Inmaculada Concepción de la Virgen María, Ciclo C, 8 de diciembre de 2012


Homilía Solemnidad Inmaculada Concepción de la Virgen María, Ciclo C, 8 de diciembre de 2012
¿Qué provoca un sí? ¿Cuál es su valor intrínseco de un sí? ¿Qué define un sí? Estas y otras preguntas provocan el Sí de Dios a María y el sí de María a Dios, y sus innegables consecuencias.
Todo está cerca de un sí. Un sí provoca una cercanía y una posibilidad indiscutible. Abre puertas y ventanas, horizontes, espacios, se sale de las agujas del reloj, nos interna en otra dimensión.
El valor de un sí se mide en la improvabilidad de tomar nota de sus consecuencias en el futuro y provocar la experiencia de lanzarse a él en la más absoluta confianza. Un sí mueve lo que nada puede mover, porque un sí es puro movimiento en la confianza absoluta e indeclinable de ser un sí.
Un sí nos traslada a lo impensable e inimaginable que solo el tiempo y sus infinitos encadenamientos provocarán y desplegarán. Un sí tiene el valor incalculable de ser un sí aquí y ahora, que no puede borrarse y que por lo tanto está llamado a dar un fruto a su debido tiempo.
Si comprendiéramos el valor de un sí y lo que ello puede llegar a generar, difícilmente nos atreveríamos con facilidad a un no. Si valoráramos justamente el peso de un sí y su capacidad de inclinar la balanza, difícilmente nos negaríamos a cargar el peso correspondiente y ha optar por un no. Un sí nos libera de las cadenas de los desconocido y nos lanza a conquistarlo, un no nos esclaviza en lo conocido y nos impide avanzar, explorar. El sí se adentra y construye la historia, el no se encierra en sí mismo y nos hace niega toda opción. Esa es la experiencia del principio: Después que el hombre y la mujer comieron del árbol que Dios les habría prohibido, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?". "Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí"”.
Un sí tiene un origen remoto, imperceptible para quien lo da. Ha nacido remotamente y por eso puede hoy madurar en un sí pronunciable, no proviene de la nada. Un sí es engendrado como sí por Dios en nosotros, y da su fruto de sí cuando este nos lo reclama, para provocar una cadena de sí cuyo fruto final no está a nuestro alcance. Podemos decir sí pero no somos dueños de él; ese sí está en nosotros antes de ser pronunciado por nosotros. Así lo transmite Pablo: “…nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.”
María es el sí de Dios, engendrada como sí total desde sus entrañas, para dar el sí de la confianza inicial de la Encarnación y el sí total de la Pasión, para recibir gratuitamente el sí total de Dios en su Asunción. Un sí que nos ha traído a Jesús al mundo y que lo ha hecho a Él nuestro Sí total desde el principio y para siempre.
Dejar a Dios sembrar su Sí en nosotros, es darnos la posibilidad cierta de darle nuestro sí a Él en la hora y el momento justo y adecuado. Nosotros, como María, vivimos del Sí de Dios en nosotros. Un Sí de Dios que provoca un sinfín de sí en mi, en los que me rodean, y son receptores inmediatos y mediatos de él.
María es Pura porque se mantiene en ese sí y vive de ese sí. Su sí, no es mágico, su sí está hecho de la sustancia de Dios, y es lo que es porque permanece sujeto a su fuente y es dado cada día. "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
María es Inmaculada porque se sujeta al Sí de Dios en su existencia y lo propaga con su ser y su hacer irradiando una integridad impensada por el hombre, pero deseada por Dios y por el hombre.
El Sí de Dios a María la hace Pura e Inmaculada, no para sí, sino para que desde Ella llegue a nosotros y provoque en nosotros su misma experiencia. El sí se María a Dios nos representa y hace decir sí antes de pronunciarlo para poder pronunciarlo a nuestro tiempo.
Como en María, solo el Sí de Dios en la pura incondicionalidad y gratuidad, puede provocar en nosotros un sí que abrace la totalidad inalcanzable e inaccesible por nosotros. "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra".
Un sí al estilo de María en respuesta al Sí de Dios en su existencia provoca una cadena de sí que llegando hasta nosotros nos pone a nosotros en la misma dinámica de dar un sí que provoque otros tanto sí y no se detenga la obra de Dios en nosotros y entre nosotros.
Señor, que has impreso tu Sí en nosotros, en mí, hazme decir ese sí que tiene su fuente en tu Sí y sea así yo digno siervo tuyo y discípulo de tu Sí con mi pobre pero necesario sí. Dame la pureza de un sí diario y definitivo que me atraviese por entero y llega a Ti inmaculado como Tu lo haz puesto. Amén

P. Sergio- Pablo Beliera

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