Homilía 3º Domingo Tiempo Ordinario,
Ciclo C, 27 de enero de 2013
Jesús, después de haber hecho la experiencia de
quien era para el Padre: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo
puesta toda mi predilección",
hoy se define a sí mismo frente a los demás: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
me ha consagrado por la unción". Entra en esta experiencia con decisión y
comienza un camino de revelación de los que lo escucharán y verán de aquí en
más, hasta nosotros mismos. "…el sábado
entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la
lectura…"
Jesús nos muestra quien es Él para nosotros.
Quien ha venido a ser para nosotros…
¿Quién soy
para los demás? Esto es, qué pone el Espíritu de Dios en mí, en mi ser para
los demás. Quien ha decidido el Padre que yo sea en conexión con la vida y la
historia de los demás.
¿Quién
soy frente a los demás? ¿Qué conocimiento de mi me ha dado el Padre que me
permite darme a conocer a los demás? Quien soy para los demás, debe
provenir siempre de quien soy para el Padre, sobre lo que Él dice de mí. Ser
para Dios es lo que hace posible que sea para los demás.
Siempre que pensamos en, ¿quién soy yo para los demás?, es fácil caer en qué piensan los
demás de mí, y no en quien he descubierto que soy yo y me manifiesto a los
demás, como mi más profunda identidad que los sirve.
El ejercicio de Jesús hoy, es iluminador… Él,
que ha recibido la revelación íntima del Padre en el bautismo del Jordán, ahora
me manifiesta a los demás tomando las palabras del profeta Isaías y haciéndolas
totalmente suyas. Lo que está escrito ahí es Él mismo. Lo que la Escritura le
ofrece, y en donde se posa su mirada, lo descubre como dicho sobre Él.
Pero, lo que es para Él, no es solo para Él,
sino que también nos involucra a nosotros. Si su vocación es la de Hijo Amado
Salvador; su misión es la de Salvador como Hijo Amado. Lo que es su vocación se
vuelca por entero en lo que es su misión. Esta maravillosa unidad, perdida por
el hombre después del pecado, la recobra hoy Jesús, no solo para sí, sino
también para nosotros.
Es el Servidor que se hace Hijo Amado amándonos
en nuestra debilidades y sufrimientos. Así la primera cruz que Jesús toma es la
de ser el Siervo sufriente que se compadece de nuestros sufrimientos. Sufre con nuestros sufrimientos y asumiéndolos es
como su misión comienza a liberarnos del desamor que nuestras desgracias nos
causan y causan a los demás. Pero siempre si perder la mirada y el oído puestos
en el designio de amor del Padre, que lo impulsa por el Espíritu y desciendo
constantemente sobre Él, en una relación constante donde lo que desciende
vuelve a elevarse desde la humanidad de Jesús.
Para que esta revelación que todos nosotros
necesitamos recibir y, que el Padre da por su Espíritu constantemente a quienes
la quieren recibir, estamos llamado a entrar en el lugar de la oración, abrir
las Escrituras y en ella, mirando a Jesús el Ungido por el Espíritu, encontrar
esa misión que me es encomendada. No hay descubrimiento de la propia misión sin
la intermediación de la misión desarrollada por Jesús desde las Escrituras. Todos
estamos llamados a escribir con nuestra propia sangre, "un
relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que
has recibido."
El camino de Jesús es mi camino, la forma de
descubrimiento de Jesús de su misión, es la forma de descubrimiento de la mía,
de la nuestra. Y siempre debe ser cotejada con la de Jesús. La misión de Jesús
representa la misión de todos los hombres, es la plasmación de la misión de
todos los hombres, es la concreción de todos los hombres. Él es el Cuerpo
entero y yo formo parte de ese Cuerpo en la medida que soy parte de esa
vocación y de esa misión de Jesús. "Porque todos hemos sido bautizados en un
solo Espíritu para formar un solo Cuerpo … y todos hemos bebido de un mismo
Espíritu."
No podemos olvidar esto… es esencial a nuestra
plenitud de hijos en el Hijo. De ungidos en el Ungido. De palabra que libera en
la Palabra Liberadora. De pan para los hambrientos en el Pan de Vida. De
hombres que dan buena noticia en el que es la Buena Noticia. De liberados de
todas las esclavitudes y
libertadores de esclavitudes en el que es la Libertad misma. De luz para los
ciegos en el que es la Luz por antonomasia. De receptores y dadores de perdón y
misericordia en el que es el Perdón y la Misericordia dada desde la propia
Sangre. El engendrado por el Espíritu, ungido por el espíritu, conducido por el
Espíritu, llevado por el Espíritu, alabado por el Espíritu, quien descubre esa
voz y presencia del Espíritu en mí, en nosotros…
Nuestra mirada debe permanecer posada sobre la
persona de Jesús para poder descubrir en esa mirada quien es Él para mí y,
entonces poder descubrir para siempre quien me ha hecho el Padre por su Espíritu
para mis hermanos HOY. Es la mirada de la adoración, de la contemplación, la
que me descubre al que lleno del Espíritu descubre la plenitud del Espíritu en
mí, en nosotros…
P. Sergio-Pablo Beliera
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Solo lo que construye merece ser dicho y escrito"