domingo, 25 de agosto de 2013

HOMILIA 21º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 25 DE AGOSTO DE 2013


HOMILIA 21º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO C, 25 DE AGOSTO DE 2013

"Yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria"
Tal vez asistamos a unos de esos momentos de la humanidad donde micromundo y macromundo entran en una nueva y enriquecedora relación.
Pasó ya, cuando la humanidad se expandió en toda la tierra y los pueblos empezaron a encontrarse.
Pasó ya, cuando Dios recomenzó una Alianza con Noé y su descendencia, alianza universal desde un reducido grupo de humanidad sobreviviente.
Pasó ya, cuando Dios llamó a Abram para salir de Ur de Caldea y transformarse en Abraham, padre de una multitud de naciones, con las que Dios establecía una alianza como Dios Único y trascendente, que llama a ponerse en camino al hombre.
Pasó ya, cuando 300 años antes de Cristo, un hombre con sólo 18 años, se animó a adentrarse hacia Oriente, más allá de los límites conocidos, y inició un proceso que no se ha detenido hasta ahora, de integración y diálogo de culturas.
Pasó ya, en la plenitud de los tiempos, cuando Dios se hizo hombre en la persona de Jesús y toda la humanidad quedó representada por la Encarnación, sin distinción de raza, sexo, cultura o estado de vida.
Pasó ya, cuando Jesucristo envió a sus apóstoles por todo el mundo para hacer de todos los hombres sus discípulos, hijos de Dios su Padre.
Pasó ya, cuando en el siglo XV, un hombre se adentró en el mar para ir hacia Occidente y encontrar las Indias, abriendo así una nueva visión de la humanidad. Y junto con esta expansión llegó la expansión de la fe en Jesucristo a toda la humanidad.
Pasó ya, cuando en el siglo XX, dos guerras por primera vez se convirtieron en guerras mundiales y expandieron el odio y la crueldad a toda la humanidad, en la página más triste de nuestra historia, y obligó a la humanidad a repensar en la dignidad humana y en los derechos humanos de todos los hombres sin distinción.
Pasó ya, cuando la humanidad, miró hacia el espacio inmenso y se atrevió a pisar la Luna, como primer paso a adentrarse en el Universo como parte de su propia tierra y existencia.
Pasa en este mismo momento cuando los hombres nos redescubrimos profundamente interdependientes y vinculados los unos a los otros sin barreras para comunicarnos y encontrarnos con la humanidad entera sin barreras geográficas, idiomáticas y culturales, a través de los medios de comunicación y la economía globalizada.
A mayor grandeza, mayor unidad; a mayor bajeza, mayor dispersión.
"Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios."
Es una nueva provocación de Dios a la humanidad para ser una en la diferencia, como Él lo ha querido desde siempre, donde los hombres libres por la salvación en Jesucristo, puedan encontrase con una Humanidad que es su Casa y Escuela de Comunión. En una nueva Cultura del Encuentro y del Diálogo en libertad. De la que la Iglesia debe hacer la primer experiencia y brindarla al mundo.
Si los creyentes no nos volvemos a una mirada universal perdemos nuestro horizonte en el pequeño mundo en el que nos toca vivir cada día, desconectándonos unos de otros.
Si como discípulo de Jesús no busco hacer de todo hombre mi hermano, Jesús podrá decirnos "no los conozco", pues no puede reconocer en nosotros que hayamos elegido la Voluntad Universal del Padre y la Salvación para toda la Humanidad, que Él eligió y por la que dio su vida.
¿Nos duele como le duele a Dios, cada dolor de la humanidad hoy en cada lugar de conflicto, de deshumanización, de indignidad?
La Iglesia, por primera vez elige un Papa, sucesor de san Pedro, venido desde "el fin del mundo". Y es que no podría ser de otra manera, si queremos ser una sola Humanidad por la que Jesús el Señor ha dado su vida, dignificando a toda criatura. No hay unos discípulos más dignos que otros, y justamente Jesús eligió a uno como cabeza de sus apóstoles venido de la periferia de Galilea, un simple pescador, que sin cultura y doctrina de escriba y sacerdote, debió confirmar a sus hermanos en la fe… ¡Y tan mal no lo hizo!
El amor universal expresado por Jesús en: "vendrán de Oriente y de Occidente", esta llamado a ser nuestro amor universal. No podemos encerrarnos en un amor a los del círculo íntimo y quedarnos conformes con eso.
"Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". Él respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán…" 
Esta afirmación de Jesús ante la pregunta, se entiende como expresión, como un grito de alerta y llamada de atención, de que el Corazón Misericordioso de Dios no es estrecho como el de los hombres, como el tuyo y el mío. No, el Corazón de Dios es Compasivo y quiere que todos los hombres se salven y quiere que quienes han aceptado esa salvación lo quieran como Él lo quiere para cada hombre, que ya no es un simple hombre, sino su hermano, tu hermano, mi hermano.
Los que no conseguirán la salvación y encontrarán la puerta cerrada y por más que golpeen no se les abrirá, serán los creyentes de corazón duro, de corazón cerrado, selectivo y exclusivista, que no han comprendido la medida y la anchura, la altura y la grandeza del Corazón de Dios, de su anhelo más profundo por cada hombre que es nuestro hermano. Si los creyentes no superamos con la fe y desde la fe, las barreras que nos separan, es que esa fe no está viva y operante. Porque quien no desea lo que Dios desea y por lo que ha dado su vida, no está en Dios, permanece el la oscuridad de la división.
Hemos sido llamados al gozo de una humanidad reconciliada por la sangre de Jesús en la Cruz. Y estamos cada uno llamados a descubrir como dar mi sangre con la de Jesús por esa humanidad sin odios, sin fronteras, sin guerras; porque a quien se tiene al lado, enfrente o por detrás o por delante, es un hermano.
"Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos". 
Que nosotros, los que hemos hoy sido llamados primero, no perdamos el lugar que se nos ha concedido con tanta ternura, con tanto gozo, y lo llevemos con la dignidad de la responsabilidad por el encuentro con el Señor Jesús de cada uno de nuestros hermanos, que nos esperan en los límites de donde no quiero o experimento que no puedo ir, pero donde el Señor Jesús me quiere llevar. Y agradezcamos tener un Dios tan bueno que concede a los que llegan últimos la gracia consoladora de pasar al primer lugar con nosotros.
¡Alaben al Señor, todas las naciones, glorifíquenlo, todos los pueblos! Es inquebrantable su amor por nosotros, y su fidelidad permanece para siempre.

P. Sergio-Pablo Beliera

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