Oh Día en el
que el Sol que sale de lo Alto despunte,
Oh anhelo de
Luz Intangible y Radiante, que traspasa alma y cuerpo sin herir,
Oh Noche a
quien se le anuncia la Buena Noticia envuelta de Luz.
Oh Nostalgia de Dios a quien se le acaba su
espera, Ven, ven, ven… te abrazo
Oh Visión
que los ojos no pueden contener y que abre los ojos del alma,
Oh Casa de
Dios que has encontrado sólido cimiento,
Oh Hogar
divino al que tus moradores pueden vislumbrar en lo alto de las cumbres,
Oh Nostalgia de Dios a quien se le acaba su
espera, Ven, ven, ven… te abrazo
Oh Unidad
confluyente que atraes a si a los que te buscan, llaman, timbrean y mendigan
Oh Techo
Universal que cubres a todos los que acuden a Ti en busca de cobijo y sosiego,
Oh Sabiduría
en la que los pequeños peregrinos encuentran a su Maestro y Camino,
Oh Nostalgia de Dios a quien se le acaba su
espera, Ven, ven, ven… te abrazo
Oh Camino
recto, Sendero pacífico, recorrido por tus caminantes hacia lo alto,
Oh Juez que
nos haces justicia con Misericordia,
Oh Forjador
de arados y recolector de frutos,
Oh Nostalgia de Dios a quien se le acaba su
espera, Ven, ven, ven… te abrazo
Oh Pacífico
que nos traes la Paz,
Oh Pacífico
que nos haces hábiles para la Paz,
Oh Pacífico
que te haces Luz para el Camino y la Vida, ven, ven, que te abrazo.
El prodigio de quien hace la
Promesa es su Cumplimiento. Y el prodigio del que espera en la Promesa es
abrazar su Cumplimiento. Se le hacen promesas a quien suspira, a quien anhela,
a quien tiene nostalgia de Dios, de su Hogar y de sus Amigos.
¿Estoy
abierto a la Promesa? ¿Escucho su susurro?
Ábreme Señor a tu Promesa, que
no quede en esta tierra inhóspita solo y herido. Ábreme Señor a que anhele el
Cumplimiento de tu Promesa de Amistad, que son mi Ternura y Gozo. No solo no me
dejes sólo, sino no nos dejes solos. Ven Habitante de nuestros sueños, ven
Presencia de nuestros anhelos, ven Culmen de nuestros corazones.
El hombre necesita de Promesa,
porque necesita de horizonte, necesita de Palabra, necesita del Don. El hombre
se dulcifica en la Promesa, se hace ternura en la espera de la Ternura. El
hombre se forja en la esperanza de una espera fructífera y colmante.
Que triste se vuelve el hombre
sin Promesa, porque se la ha robado a hurtadillas a su Dueño y Señor que quería
dársela de sus propias Manos en sus propias manos, cada día en un gesto de
Amistad y Donación total.
El hombre sin Promesa está
desnudo, avergonzado de ver lo que no necesitaba ver, apabullado por una visión
de sí mismo y de los demás impudorosa y posesiva.
El hombre sin Promesa es nada y
vacío, porque fue hecho para Dios y sólo en Dios alcanza su plenitud y gozo. El
sólo intentar satisfacerse por sí mismo es un modo de perder la vida que viene
del que es la Vida.
Traición a la propia esencia es
vivir sin Promesa, que es lo mismo que vivir sin Dios, que es lo mismo que no
vivir aunque se respira, se late, se siente y se piensa. Porque no hay peor
cosa que no esperar nada cuando a uno se le promete todo y aún más, cuando ese
Todo es Dios mismo.
El hombre recibe de Dios, Promesa
de Casa, de Hogar en las alturas, en las cumbres de los montes cual mirador
privilegiado del Creador y de la Creación, porque la Ciudad iluminada desde las
alturas en visible a todos y a todos atrae. Un hombre sin Hogar, es un hombre
echado al borde del camino del que Dios no puede más que compadecerse y
llevarlo a la Posada hasta que restablecido pueda Venir por él y lo lleve a
Casa.
El hombre recibe de Dios, Promesa
de Unidad, de Confluencia, de Encuentro del hombre con el hombre, de los
hombres con Dios Uno, Comunión y Acogida generosa. Somos en esencia Hermanos y
Amigos, y lo anhelamos como el pan y el agua de nuestras relaciones. Sin los
demás somos la negación de nuestra propia existencia. ¿Soy conciente de ello? ¿Si lo soy, de que manera reacciono y me pongo
en marcha?
El hombre recibe de Dios, Promesa
de Paz definitiva, de Luz de Paz, de Justicia hecha Paz, de una tierra para
sembrar y cosechar frutos para todos y cada uno en la Paz. Porque la Paz es el
fruto de la Esperanza Consumada y el hombre necesita llegar a la Paz por el
sendero de la paz. ¿Corro tras la Luz de
la Paz?
Así como
Dios lanza la Promesa, Él se hace cargo del Cumplimiento. Eso implica para el
hombre la tarea por la confianza no solo en la Promesa, sino en el Cumplimiento
en él y en todos.
En una
tierra plagada por el incumplimiento de la palabra y la negación del gesto,
confiar es toda una proeza. Triste desencanto vive el hombre, del hombre mismo.
Triste desencanto que trasladamos a Dios, porque experimentamos que se hace
esperar, que no se deja encontrar, que no acaba de venir. Y hasta llegar a la
convicción que nunca llegará. Y es que la Confianza solo crece sin condiciones,
brota de la palabra, del sí empeñado, de la mano apretada que cierra el Pacto.
Y si no se cumple la palabra y el gesto, la Confianza si es tal, no desaparece
de mí, permanece en Vela hasta que otra vez se me de la oportunidad de dar la
Confianza y recibir la Confianza. Porque el que confía abandona la exigencia
que las cosas sean como él las quiere, y sólo permanece en que lo que es bueno
se cumpla sea como sea, sean con quien sea, sea cuando sea. La Confianza
suelta, y por eso puede ponernos en la mira del horizonte por donde aparecerá el
Cumplimiento.
¿Confío? ¿En quienes confío? ¿Bajo que
condiciones confío? ¿Puedo dar una confianza sin condiciones?
La
Confianza en el Cumplimiento de Dios de su Promesa como Dios, es amiga de la
Misericordia, que Dios me hace al venir, pero también al esperar el momento
oportuno. El estado de Misericordia, nos predispone a confiar más y más en la
medida en que somos defraudados, o defraudadores, o testigo de la defraudación.
La Misericordia custodia y rodea nuestra Confianza para que esta no sea herida de
muerte. No nos dejemos atrapar por la desconfianza, por la desesperanza, por la
intolerancia de la espera, defendamos nuestro territorio de Confianza, de
Esperanza, de Espera, y entonces llegará el Día y estaremos atentos y
disponibles.
La
Confianza nos sostiene en la espera. Y esa espera es a causa de nuestro anhelo
profundo de Dios y de hermanos, que no será defraudada. Estamos llamados a
pensar en nuestro anhelo de Dios y de hermanos, a contemplar este deseo y
confiárselo a Dios, para que Él que tiene el anhelo de ser nuestro Padre y de
darnos hermanos, lo cumpla Él mismo, ya que nosotros somos incapaces de
alcanzarlo por nosotros mismos. Como dice san Cipriano: “Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que
Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto
mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.”
Y quien Ama en la Confianza -porque de otra
manera no se puede amar- descubre en los signos, indaga en los corazones, posa
su mirada sobre el horizonte, contempla el ser y el hacer de su tiempo, y así
descubre el Tiempo de la Venida que es el Tiempo del Cumplimiento de la
Promesa. Se queda expectante, extasiado, y comienza a velar la esperanza que lo
hace esperar. Se hace Vigía del mañana hoy, aquí y ahora. Permanece en Vigilia
esperando al Esperado de su alma, de todas las almas. Vela y espera con corazón
de enamorado al Amor de su vida, de la vida de todos los hombres. No está
meramente despierto, ni simplemente pasa las horas de la noche sin dormir. Es
que está inquieto y extasiado, porque el Amor de su vida se aproxima, y la
emoción de un encuentro tan esperado lo despabila. Vela balbuceando palabras de
amor, aprendidas en el diálogo silencioso y esperanzado con su Amado.
¿Espero
al Amor de mi vida, el Señor con corazón palpitante? ¿Dónde tengo posada mi
mirada y a quien espero que aparezca en el horizonte de mi existencia?
La Promesa
es Jesús vencedor del pecado y de la muerte, del odio y del narcisismo, del
individualismo, del sálvese quien pueda, de la indiferencia, de la auto
referencialidad, de la mundanidad, de la primacía de sí mismo sobre el hermano.
Entonces: “…vistámonos con la armadura de la luz… revístanse del Señor
Jesucristo”. Encendamos nuestras lámparas de la Fe, de la Esperanza y
de la Caridad para Velar en la Espera.
El
Cumplimiento es Jesús, Hijo de Dios hecho hombre y Hombre que permanece Hijo de
Dios. Es Palabra hecha gesto de Compasión y Misericordia que cura, perdona,
libera, abre los ojos, hace andar, abre horizontes. Porque es Pastor que conoce
a sus ovejas y se deja conocer por ellas. Porque es Siervo que sirve gratuita e
incondicionalmente. Porque es Señor desde su abajamiento hasta la muerte y muerte
de cruz y exaltado por su Amor Fiel. Porque es Puerta del Reino de Dios, Proximidad
de ese Reino, y Culmen del mismo. Porque es Luz sin ocaso. El más Grande entre
los que se han hecho Pequeños. El Último y por eso el Primero.
Ayer fue la
Palabra hecha carne, hoy es la Palabra hecha mi carne, mañana será la Palabra
hecha carne en toda carne resucitada. Ayer fue la Palabra que puso su Morada
entre nosotros, hoy es la Palabra que pone su Morada en nosotros, mañana será
la Palabra que nos abrirá las puertas de su Morada y habitaremos con Él.
Hoy vienes
en Tu Palabra hecha Escritura y Memoria e Inteligencia por el Espíritu Santo.
Hoy vienes en la Eucaristía Pan de Vida y Bebida de Salvación eterna. Hoy
vienes con Hambre, con Sed, como Emigrante, como Desnudo, como Enfermo, como
Preso. Y hoy te recibo como vienes para recibirte cuando vengas sin que me de
cuenta, sin que pueda calcular el día ni la hora, habiendo renunciado a mí
mismo y habiéndote abrazado a Ti Dueño de nuestra Casa el Mundo, de tu Iglesia,
de mis hermanos, de mi vida.
¡Que
vivan tranquilos los que te aman! ...porque la salvación está ahora más cerca
de nosotros que cuando abrazamos la fe.
P.
Sergio-Pablo Beliera
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