“Les
aseguro que si la justicia de ustedes no es superior…”
Hoy,
claramente la gente es sensible a la coherencia y a la transparencia, en medio
de un clima enrarecido por la corrupción y las rupturas o discontinuidades
permanentes. Es el dato de una sensación.
El
creyente que elige seguir a Jesús, está llamado y tiene la gracia dada, de
vivir sobre el límite de la justicia según la interpretación humana, y más aún
cuando está constantemente relativizada, aguada de sentido, desconectada de los
valores más nobles de la superación al estilo de Jesús.
Los
cristianos, miramos a nuestro entorno y viendo y viviendo las situaciones
apremiantes de este tiempo, nos experimentamos impulsados por el Espíritu de
Jesús a tomar estas cuestiones como desafíos y oportunidades de vivir más a
pleno nuestro ser y hacer de creyentes cristianos.
Las
cuestiones que hacen a la vida matrimonial frente a tantas historias de
rupturas, las que hacen al trato entre las personas frente a la violencia
generalizada, las que hacen a la confianza frente a la devaluación de la
palabra empeñada, ponen en vigencia una urgente revisión de las raíces que
hacen a la sanidad de estos y otros espacios humanos en los que la vida creyente
debe ponerse de manifiesto de manera inconfundible.
Frente
a todas las cuestiones que plantea la sociedad contemporánea, el cristiano mira
a Jesús, escucha a Jesús, abraza a Jesús, se deja impulsar por Jesús y se
dispone a hacer como Jesús. Y así como Jesús ha declarado: “No piensen que vine para abolir
la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”;
así sus discípulos, no hemos venido a este mundo a otra cosa que a dar
cumplimiento a las palabras y obras de Jesús, cuya norma suprema es la Caridad
siempre y por sobre todo, porque es lo más alto de todo y por lo tanto de la
ley humana y de la Ley divina.
Escindir
nuestro pensamiento y nuestro obrar del de Jesús, es una de las cosas más
usuales y unos de los males más radicales, con los cuales debemos luchar en
cada situación, para salir de allí e instalarnos en el pensamiento y obrar de
Jesús.
Porque
la Ley y su cumplimiento es Jesús en sus palabras y obras.
Porque
la voz de los Profetas y su cumplimiento es Jesús en sus palabras y obras.
Ese
cumplimiento es una clara superación, una justicia superior, que lo hace a
Jesús y por lo tanto a sus discípulos, tener en el ser y en el obrar un sentido
que se eleva por sobre cualquier norma por más digna y noble que sea, e ir a un
estado de las cosas que nos vuelva verdaderamente grandes en el Reino.
Por
lo cual acomodarse, ir por debajo o de costado del “Si” de Jesús y de sus
discípulos, es traicionarse a sí mismo y hacer de un “si” un “no”, que elude la
clara advertencia, llamada y medida puesta por Jesús: “Cuando ustedes digan “sí”, que
sea “sí”, y cuando digan “no”, que sea “no”. Todo lo que se dice de más, viene
del Maligno.”
El
mundo, vive el escándalo de nuestros procesos invertidos, de nuestras
regresiones a los estados inferiores, de nuestras artificiosas adaptaciones. A
la mayoría de nosotros el mundo no nos persiguen por fieles y genuinos, sino
por el hartazgo de nuestra adulteración.
Vivamos
con convicción las palabras: “Si quieres, puedes observar los
mandamientos y cumplir fielmente lo que agrada al Señor.” Somos libres
para vivir según lo que hemos adoptado como nuestro pensamiento y nuestro modo
de obrar: el estilo y sentido del pensamiento y el obrar de Jesús frente a los
grandes desafíos de la vida. No podemos contagiarnos del pensamiento diabólico
de que lo que nos pide Dios es inobservable, incumplible, imposible de llevar a
cabo, que son expresiones de buenos deseos, cosas pasada de moda y tantos otros
pensamientos interiores o compartidos, que tanto mal hacen y nos hacen. Por
principio lo que viene de Dios es Bueno, Permanente y Vivible, sino a lo que
llamamos Dios no es Dios.
Por
eso dice Pablo: “Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, “lo que nadie vio ni oyó
y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman”. Dios
nos reveló todo esto por medio del Espíritu, porque el Espíritu lo penetra
todo, hasta lo más íntimo de Dios.”
No necesitamos adaptaciones sino
actualizaciones de la regla que es el Evangelio. Y esas actualizaciones somos
cada uno de nosotros. Eludir esa responsabilidad es naufragar lejos de donde
está la libertad de los hijos de Dios para vivir como Dios. Y si Dios es Dios
sus palabras, sus mandamientos, no pierden vigencia, son permanentes, siempre
disponibles para hacerse carne en mí, con la garantía de que ya se han hecho
carne en la Carne de Jesús y de tantos de sus discípulos a lo largo de dos mil
años de historia.
Por lo cual, el deseo de la sociedad
contemporánea de que los discípulos de Jesús seamos pobres para los pobres, atañe
a todos los discípulos.
Pero
no solo a nosotros sino que el deseo de esa sociedad de que alguien le de
testimonio vivo de esa libertad suprema de “vivir
con lo puesto”, por decirlo de alguna manera, es la responsabilidad de esa
sociedad en ser austera y despojada de ostentación para que no haya hambre en
el mundo. Seremos esos testigos, pero quienes nos lo piden no deben desoír la
voz de la conciencia que llama a la humanidad a una nueva coherencia si o si.
Así
creyente coherente y no creyente coherente, se encuentran en un nuevo diálogo
que nos permite caminar juntos en un estilo de superación. Y unos y otros nos
empujaremos a lo mejor de cada uno, actualizando la humanidad de Jesús que no
es propiedad de los cristianos.
Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te
complaces en habitar en los corazones rectos y sencillos, concédenos la gracia
de vivir de tal manera que encuentres en nosotros una morada digna de tu agrado,
porque vivimos en la alegría del sí al Evangelio.
P. Sergio-Pablo
Beliera
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