La pequeñez empieza en una renuncia a ser un héroe
para sí mismo y para los demás. «Déjame ir, no quiero ser tu héroe»,
dice la canción que me acompañó la primera parte de mis 52 años. La
he repetido hasta el hartazgo como una oración que haga subir la sencillez y la
humildad que no tengo...
No somos héroes, somos como Jesús hoy, somos grano de
mostaza sembrado en tierra, somos como Jesús hoy, levadura en medio de la masa.
Sólo en el Reino de Dios, semejante insignificancia
puede significar algo. Sólo para los que han decidido entrar en Él y asaltarlo
por completo, puede tener sentido sentirse cómodos en semejante pequeñez.
Como niños somos, «soy un niño como todos los
demás.» Sigue diciendo la canción en una proclama poco aceptada, ya que
generalmente puede surgir el sentido contrario y atraparnos en una situación de
la que luego es difícil de salir.
Como el grano de mostaza o la levadura, no podemos
evitar la curiosidad de dejarnos tocar y ver que hay fuera de nosotros mismos,
humedad, rugosidad, diversidad, nutrientes, etc.
Es como si la tierra y la harina dijeran: «¿Me
dejarías ver detrás de tu belleza?» o ¡déjame ver que hay detrás de tu
belleza!"
La pequeñez lleva en sí una belleza que debemos
develar, la tierra y la masa deben desearla con apertura y fervor para que
hagan su obra y manifiesten su belleza.
En el amasijo de la vida a veces es difícil de verlo,
pero resulta que si sucede.
Así es la vida de Jesús y sus amigos.
Esa es La Llamada... con esas palabras he
decidido despertarme últimamente y me resulta inspiradora como el amanecer
del grano escondido en la tierra al salir el calor del sol...
Como Jesús grano de mostaza y levadura insignificante
a los ojos de los hombres, debemos querer dar nuestro D Alto, esa nota
sorprendente surgida de tanta fragilidad como la voz de un niño. No por
virtuosismo sino por la pura experiencia de la belleza singular de Dios, lo Glorioso
impreso en el interior, lo sublime de un Aleluya... Et Incarnatus est...
Gracias...
P.
Sergio-Pablo Beliera
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