Los invito a que prestemos atención a las palabras de
Jesús y de Pilato, en este diálogo que permanece como un diálogo de todos los
hombres de todos los tiempos.
Jesús con su silencio, provoca el interés de Pilato,
provoca en él la pregunta, el cuestionamiento:
“¿Eres tú el rey de los judíos?”
“¿Acaso yo soy judío? ... ¿Qué es lo que has hecho?”
“¿Entonces tú eres rey?”
Pilato asistía a la impotencia de Jesús, tenía ante él
un rey desarmado, sin corte, sin ejército, sin pueblo… No era imposible inferir
que no sería tan así como decían y como Jesús decía.
Jesús dará su respuesta final que quedará flotando en la
historia. Lo hace también en tres momentos:
“¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de
mí?”.
“Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de
este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera
entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”.
“Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi
voz”.
Hoy, frente al dramatismo que cobra el mundo ante un sin
número de maldad desatada por la injusticia y por las distintas formas de guerras,
el hombre puede preguntarse ¿dónde está
la realeza de Dios?. No hablo de la supuesta ‘crueldad de la naturaleza
contra el hombre’, cosa que no es tal, sino de la crueldad manifiesta del
hombre contra el hombre. Esta crueldad humana, de la que Pilato era testigo y
de la que hoy nosotros somos testigos, nos hace preguntar ¿es este el Reino de Dios?
O de otra forma, ¿de
que le sirve al hombre un Dios desarmado e impotente?
Ahora, les propongo hacerse esta otra pregunta: ¿no están desarmados e impotentes los
hombres, porqué para ellos, Dios no debería ponerse de ese lado para
escandalizar a los hombres frente a su crueldad?
Hay dos factores actuantes que debemos considerar:
Lo que se hace y sentimos que no alcanza:
La impotencia de Dios es la impotencia del amor a la
verdad del Evangelio que gana los corazones o no gana nada. Uno a uno Jesús se
expone amando sin el poder o la fuerza, sino con la pura e inalterable
convicción.
Es la convicción de los cristianos para ser libres para
amar según el Evangelio y nunca menos, lo que el mundo necesita como respuesta
activa, expansiva, irradiante.
Hacernos cargo de servir, de mirarnos a cada uno de
nosotros como una oportunidad de servir a una implantación de la verdad del
Evangelio que es el amor expuesto sin imposición o seducción, sino presentado
como servicio de amor gratuito e incondicional, que se presenta desde la propia
vida comprometida.
Es esta la alabanza que implanta el Reino de Dios en el
mundo, porque lo implanta en los corazones, en las mentes, a fin de cuentas en
las vidas de los otros que se ven interpelado por un amor impotente que
revierte el desamor, el odio, la crueldad.
Lo que no se hace y empeora:
Si los que están cerca de la crueldad y no hacen nada, no
reaccionan, no frenan esa crueldad en su más mínima expresión, no hacen otra
cosa que permitir que se expanda la maldad impune.
Es sospechoso el silencio frente a lo que nos daña
mutuamente, en el seno de nuestras propias personas, familias, comunidades,
sociedades.
¿La situación actual de
odio y crueldad, de indiferencia y apatía, frente al otro, no manifiesta la
derrota del poder, del dinero y la fuerza, que han dominado el escenario hasta
aquí desoyendo la verdad del Evangelio de rechazo al mal, del servicio, de la
alabanza de la caridad pura?
Dios desde su actitud, sigue esperando generar nuestro
cuestionamiento para que cada uno y la totalidad alcancemos la convicción
esencial para el acto libre de la verdad del Evangelio, del servicio al otro, y
de la verdadera alabanza a Dios por la caridad.
Dios espera nuestra reacción para salir de nuestra
confusión y falsos reinados. El no reina en las estructuras o sistemas, ni en
las leyes humanas… Ese intento empezó y acabó muy pronto en el Antiguo
Testamento. Y Jesús lo dio por acabado, tomando definitivamente el reinado de
Dios en su propia Persona. Su reino no es de este mundo, no es este mundo, sólo
se hace presente en este mundo, pero ni empieza ni acaba en este mundo.
Dios ya reina porque se hizo cargo de esa respuesta en
Jesús hasta dar su vida y dejar al desnudo el escándalo de nuestro rechazo y
olvido, frente a Dios mismo. Dios sólo reina en la Persona de Jesús muerto y
resucitado, en sus Sacramentos, del cual la Iglesia es el primero y la
Eucaristía la cumbre y la fuente de vida, y en nuestras conciencias de
bautizados, de hijos de Dios y hermanos de todos que viven según el Evangelio
de Jesús. Podemos decir que también reina en su Creación siempre inmensa e
inabarcable para el hombre.
Nuestra sociedad no puede contener a Dios pero si puede
empezar a ser de Dios en la medida que vivimos como Jesús y su Evangelio. Eso
han hecho y harán los santos.
“El Cordero que ha
sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la
fuerza y el honor.”
P. Sergio-Pablo Beliera
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