De pronto Jesús irrumpe en la escena de
la historia humana, este anónimo hombre apenas presentado por breves trazos por
el evangelista Marcos, emerge y se expone por completo, nos lanza una llamada
que es imposible de no escuchar una y otra vez… “El tiempo se ha cumplido: el
Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”…
Estas palabras, este anuncio, nos convoca a todos, nos ha sustraído de nuestro
letargo y nos reúne en una comunidad de esperanzados peregrinos.
Es nuestro tiempo, porque es el tiempo cumplido
de Dios para siempre.
Es nuestro Reino, porque es el reino de
Dios que se acerca a nosotros.
Es nuestra conversión, porque provienen
de la boca de Dios a nosotros.
Es nuestra oportunidad de creer, porque
la fe viene del que la convoca.
Es nuestra Buena Noticia, porque ese es nuestro
camino y nuestra vida nueva.
Hoy, ese anuncio sigue resonando y
convocando a sus oyentes… “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios
está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”
El mundo contemporáneo comporta una
experiencia de gran exposición por un lado y de gran anonimato por el otro. Los
que se hayan expuestos buscan el anonimato y los que viven en el anonimato
buscan no ser olvidados. Esto sería por lo pronto una formulación extrema. Pues
no se explicita que significa estar expuesto y que ser anónimo. En el medio por
lo pronto de una u otra experiencia vive la gran mayoría que a veces se ve
expuesta y a veces se experimenta anónima, no como experiencias dañinas o carentes
sino como oportunidades de ser reconocido por lo que se es y a la vez estar
protegido en un círculo de relaciones vivibles.
Todos necesitamos una cuota de
visibilidad para los otros y una cuota de invisibilidad. Un mundo de invisibles
unos para con otros nos hace mucho daño, porque no podemos amar y ser amados,
hablar y callar, ver y ser vistos, abrazar y ser abrazados, reír y llorar… Es
Eustace convertido en dragón en la obra de C.S. Lewis.
Todos necesitamos una cuota de
invisibilidad donde no quedar tan expuesto que seamos sólo lo que somos para
los demás y no haya soledad acogedora, silencio refrescante, paz en el
desierto, intimidad sosegadora, mirada que se pierde en el horizonte… Por eso
el Reino tiene esa cuota de invisibilidad.
Las relaciones humanas esperan poder
desarrollarse en la tensión del arrepentimiento y la conversión, esto es de la
autocrítica de cara a Dios y la imagen y semejanza que somos de Él, y por otro
lado una capacidad de transformar nuestras ideas, sentimientos y acciones en nuevas
ideas, sentimientos y acciones más ajustadas a lo que somos y estamos llamados
a ser. Los pescadores hoy serán pescados y serán convertidos en “pescadores
de hombres”.
Por eso tantos han reaccionado a lo
largo de la historia al binomio culpa – miedo sin querer decir cual es primero
o causa del otro, tal vez no entre en ese esquema, dejémoslo como un
reconocimiento que nos permite visualizarlas, ser conscientes de su existencia.
A este binomio, le sucede la reacción de adormecimiento de la conciencia y la
apatía a todo cambio posible. Es el llanto de Jesús… “si hoy hubieses escuchado…”
Cuando Jesús anuncia la cercanía del
Reino y el consabido agotamiento del tiempo de espera, anuncia inmediatamente
una Buena Noticia, una Alegre Noticia, que permite a los hombres entrar en el
estado de definición. Porque cuando se está ya en el tiempo definitivo, lo que
se espera es una definición, esa definición es un Sí a lo que viene, porque
negarlo sería una irrealidad, un desajuste en la percepción de que lo que se nos
anuncia forma parte ya de nosotros y, que abrazarlo con nuestro Sí implica
empezar un proceso de transformación definitiva que supera nuestros anhelos.
Ese es otro aspecto de una verdadera conversión.
Es el tiempo donde quedamos expuestos a
la recepción que hacemos de semejante anuncio y de su consecuente
transformación íntegra de lo que somos, hacemos y nos rodea. Salimos del olvido
para pasar al mundo visible de Dios, de ese Reino que se aproxima de forma
definitiva, imparable, contagiosamente bondadoso y transformante.
Dios nos ha mirado y nos anuncia su
llegada a nuestras vidas, no sólo al yo íntimo y anónimo, sino al yo que
piensa, que siente, que hace y se interrelaciona con los otros que están en el
mismo proceso. Así, somos entonces un nosotros que nace de las existencias
personales y las reafirma pero, quitándonos la cuota de aislamiento, de
cerrazón, de división, de partición que introdujo el NO a Dios, el darle la
espalda a su presencia amorosa, el mundo de la sospecha del Otro y de los
otros, el mundo del miedo de unos a otros y de las interminables culpas que
esclavizan mentes, corazones e historias de vida completas.
Entre la exposición y el anonimato, Dios
ha creado la comunión de personas, la interrelación de vidas que se ayudan unas
a otras a dejar penetrar por entero lo definitivo, lo transformante de Dios en
la vida de los hombres. Surge la colaboración de unos con otros, el perdón
mutuo, la comunión de bienes, el servicio de unos a otros.
Por eso, inmediatamente hecho el anuncio
Jesús atrae hacia sí a hombres que ya tienen una experiencia de comunidad, los
encuentra después de la experiencia del trabajo en común de salir a pescar y de
recoger las redes. Ahora, como han permanecido en esa realidad los invita a una
realidad definitiva para la que se han preparado sin saberlo, “pescadores
de hombres”, una nueva empresa de comunión, recolectando hombres para
el Reino de Dios, para sacarlos del anonimato y pasarlos a la comunidad de
arrepentidos y transformados, los llenos de esperanza en un mundo vacío de
esperanzas porque va y viene siempre en lo mismo, pendula entre un tímido si y
desencajado no.
El anuncio desafiante encuentra en los
pobres, los trabajadores humildes, los que se ganan el pan cada día, la
sorprendente respuesta de un seguimiento incondicional cuando apenas conocen la
Noticia, pero también cuando apenas si conocen a Jesús, porque a Jesús se lo
sigue y se lo conoce, no se lo conoce y después se lo sigue. Como la fe, ella
debe tomar la delantera a ciegas y entonces se hará la luz de comprensión, del
encuentro…
¡Vamos!, que no hay tiempo que perder,
el tiempo se ha cumplido, el apreciado Reino de Dios está cerca en Jesús
Palabra de Vida - Pan de Vida - Caridad Viva, vistámonos el vestido nuevo de
una vida nueva ya y cambiemos sin temor alguno nuestra mentalidad por la Suya,
nuestro corazón por el Suyo, y nuestras obras por las Suyas.
P.
Sergio-Pablo Beliera
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