domingo, 14 de febrero de 2010

HOMILÍA 6° DOMINGO DURANTE EL AÑO, CICLO C, 14 DE FEBRERO 2010

Todos a lo largo de nuestras vidas, de una u otra manera, y por una u otra circunstancias, hemos fantaseado con caminos alternativos a la hora de una encrucijada.
La misma sociedad, crea terceras vías, que hasta ahora no han encontrado una feliz concreción. Seguiremos esperando.
Para nosotros, hijos de la fe, que hemos sido llamados a ella en la persona de Jesús, el plateo precedente no es ajeno.
Pero para nosotros, quienes hemos puesto nuestra confianza en Dios, no nos es justo y digno, elegir por la confianza en el hombre sin Dios. El hombre en el que está Dios es Jesús. Él es el Dios hecho hombre que estamos invitados a elegir y confiar. Él es la humanidad que elegimos y nos sostiene.
En algún punto del camino, siempre debemos enfrentarnos a la experiencia de volver a confiar en el Señor y no en sucedáneos muy a mano, pero que en definitiva no son Dios mismo.
Nuestra comodidad ganada, puede ser también nuestra incomodidad ganada, porque no estamos ajustándonos a la realidad que el hombre no puede acomodarse a este mundo y en este mundo sin renunciar a la incomodidad que le provoca un Dios que no se acomoda.
Nuestras satisfacciones ganadas pueden ser también la fuente de grandes insatisfacciones para toda la vida, al adormecer la inevitable experiencia de que sólo Dios puede satisfacer al hombre y que el hombre solo puede satisfacerse en y de Dios.
Nuestra libertades ganadas, pueden ser también nuestras esclavitudes ganadas, ya que estas pueden dispersarnos en una multiplicidad imposible de contener en nuestra frágil humanidad que se sostiene en la libertad que Jesucristo nos ganó con su pasión, muerte y resurrección.
La confianza en Dios y su obran en nosotros nos hace benditos, buenos y hacedores de bienes. La Desconfianza en Dios y su Propuesta para nuestra existencia nos hace malditos errantes y multiplicadores de males.
Nuestra apuesta está puesta en el camino de Jesús, que Él nos invita a considerar. Si nos dejamos poseer por Dios, poseeremos a Dios mismo y ni pobreza ni riqueza serán para nosotros un obstáculo en la vida.
La felicidad de la que nos habla Jesús, no se trata de la satisfacción de nuestros deseos o anhelos por más lícitos que estos sean, sino en darle a nuestra persona la oportunidad de una elección única para toda la vida que nos satisfaga por la solo hecho de elegirlo a Dios y su amor por mi.
Para quienes hemos elegido a Dios nuestra satisfacción, nuestra ganancia, nuestra libertad está en jugarnos esa carta por entero, sin medianías.
Frente a Dios, en esta Eucaristía, estamos invitados a elegir y tomar una decisión definitiva: ¿Dejar que Dios me baste y ser recíproco con mi Creador y Liberador o bastarnos a nosotros mismos sin Dios?
No hay más que un sí a una de las opciones. La tercera vía en la vida del creyente realmente no existe.
Eso si, que nos quede claro que Dios quiere que le pertenezcamos, que nos saciemos de Él, que nos riamos con Él, que nos identifiquemos con el camino que Jesús está dispuesto a recorrer en nuestra propia humanidad, alumbrada a este mundo para la bendición y no para la maldición.

P. Sergio Pablo Beliera

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