miércoles, 17 de febrero de 2010

HOMILÍA MIÉRCOLES DE CENIZA, CICLO C, 17 DE FEBRERO 2010

La conversión a la que estamos llamados en esta Cuaresma se centra en el corazón, en nuestro corazón. Pero para partir hacia nuestro corazón debemos tomar contacto con el Corazón de Dios. ¿Cómo es ese Corazón? ¿De que me habla ese Corazón? ¿A que me invita ese Corazón? ¿Cuáles son los sentimientos de ese Corazón?
Solo quien se adentre en el Corazón de Dios podrá adentrarse adecuadamente en su propio corazón sin perderse, sin asustarse, sin ser autocompasivo…
El Corazón de Dios es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor, y se arrepiente de sus amenazas”
El Corazón de Dios ha hecho que “A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.”
El Corazón de Dios “que ve en lo secreto, te recompensará.”
Así es como es el Corazón de Dios y estos son sus sentimientos para con nosotros, así pues, debemos adentrarnos en esta Cuaresma nosotros en nuestro propio corazón y en el corazón de nuestros hermanos, con esta misma pedagogía y estos mismos sentimientos.
En la medida que yo deje que Dios tenga un Corazón como el suyo en mí y conmigo, daré lugar y posibilidad a tener un corazón semejante al suyo conmigo mismo y con los demás.
¡Que no me resista en esta Cuaresma a los sentimientos del Corazón de Dios para conmigo y mis hermanos!
¡Que anhele y trabaje cada día de esta Cuaresma por acercarme a este Corazón de Dios!
¡Que mi deseo esté en imitarlo constantemente frente al desafío que se me presente cada día en esta Cuaresma y tenga la sabiduría y la valentía por optar por su Corazón y no por el mío!
Pongamos una y otra vez en nuestro corazón y en nuestros labios las palabras del salmo Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,  y renueva la firmeza de mi espíritu.”

P. Sergio Pablo Beliera

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