HOMILÍA 1º DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B, 27 DE
NOVIEMBRE DE 2011
Comenzamos el Adviento. Cuatro semanas de
intensa vida espiritual guiados por el Evangelio de san Marcos. Es un tiempo de
una personalidad de mirada penetrante, aguda, sostenida. Tiempo de ojos
abiertos. De una mirada posada en el horizonte en actitud de espera. Es tiempo
de contemplación.
Entramos en espera de, “el momento”. Así lo
denomina Jesús. Así lo espera nuestro espíritu. Se trata de vivir para “el
momento”. Se trata de poner el interés en “el momento”. Se trata de
no dejar pasar “el momento”. Se trata de una vida en movimiento hacia “el
momento”. Lo interesante es que “el momento” no es algo que dependa
de nosotros, claramente “el momento” llegará, el se aproximará
hacia nosotros, sin que podamos saber el cuando de “el momento”. Solo
sabemos que “el momento” llegará y nos tomará así tal cual estemos. Nuestra
preocupación no debe estar entonces en saber “cuando” sino es estar
involucrados en vivir una vida con “cuidado” y en estar “prevenidos”.
O sea, en asumir el valor, la dignidad, el significado de una vida que nos ha
sido confiada como una pieza única y de gran valor, frente a la que estamos
llamados a vivir como servidores. Cuando me apodero de la vida, de mi vida, de
la vida de los demás, dejo la actitud de cuidado, de prevención, pues la
atención se dirige a mantener ese poder y no a la dinámica de la vida misma que
es darse y dejar darse. Con “cuidado”
y con “prevención” es pues, vivir
desapoderado y desapegado de la propia vida y de la de los demás, es vivir su
gratuidad permanente para que se de en ella todo lo que “el momento” nos traiga.
“El momento” es pues un encuentro,
más aún un reencuentro, de un Señor y su servidor. Pero es el reencuentro de un
Señor que se hace Siervo y que viene para hacer de su servidor un verdadero
señor. Estamos en vigilia para volvernos a encontrar con Aquel con el que nos
hemos encontrado y ha marcado tanto nuestra existencia que sin Él no podemos
vivir. Vigilia en la Palabra. Vigilia en la Eucaristía. Vigilia en la vida
fraterna (familia y comunidad). Vigilia en los pobres. Vigilia en la
Contemplación. Vigilia en la Adoración. Vigilia en el Silencio del trabajo, del
andar y de la convivencia de relaciones de hermanos.
Nos desvelamos en el ansia del encuentro. Perdemos
el sueño en el gozo de una espera con el que hemos experimentado que nos Ama
más allá de nuestra posibilidades de darnos cuenta, de saber el cuando… Quien
ama -y eso es un servidor desde Jesús- se mantiene despierto y disponible a la persona
que ama. ¿No merecerá nuestra relación de amor con el Señor este tratamiento?
Nos desvelamos y perdemos el sueño por tantas cosas pasajeras, ¡como no
permanecer con el corazón, la mente, los sentidos y el alma despierta para ser
encontrados en “el momento” por el Señor que nos ama y a quien queremos amar
más!
Y para eso, nuestro “portero” interior debe
estar en funciones óptimas. El “portero”, es el Espíritu del
discernimiento que deja solo entrar a aquellos que son del Señor, a aquello que
es del Señor, a aquello que es para el Señor, aquello que lleva al Señor,
aquello que me hace permanecer en el Señor. El Espíritu que conoce al Señor, es
el que lo puede reconocer en su venida a nosotros en “el momento”. Él conoce
su voz, de donde viene y a donde va. Es el Espíritu el que hace Memoria del
Señor en nosotros, porque el encuentro ha quedado impreso en nosotros y nadie
puede borrar su impronta. Así nuestro espíritu puede responder a la manera del
Espíritu.
Estoy invitado a querer hacerme “portero”
como el Espíritu, para reconocer la venida del Señor y abrir mis puertas de par
en par. Hacerme “portero” por el Señor que es el dueño de casa, y a quien yo lo
he dejado hacerse dueño de mi casa, de mi vida y de mi historia. Su impronta
vive en mí y solo Él puede ocupar el lugar que le pertenece pero, que a la vez
yo le he dado ese lugar al seguirlo como respuesta de amor al amor del llamado.
Hemos comenzado una historia con Él y solo con Él podemos llevarla a su
plenitud. ¡Es maravilloso! Nuestra única verdadera preocupación es estar al
servicio del Evangelio que se nos ha confiado para vivirlo y brindarlo como Casa
de Comunión para todos. El Señor de la Buena Noticia que nos enamora vendrá y
lo llevará todo a su plenitud. “…lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”
Quiero Señor, no permitas que me duerma por mis
cansancios innecesarios e inútiles. Pon mi atención en el Camino por el que
partiste y por el que volverás. Que mi corazón se mantenga en vela de amor por
el Amor recibido para darte esa misma respuesta de Amor cuando llegue “el
momento”. Acepto no saber “cuando” para amarte y esperarte en
la total apertura y gratitud. “…tú, Señor, eres nuestro padre; nosotros
somos la arcilla, y tú, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!”
P. Sergio Pablo Beliera
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