lunes, 30 de enero de 2012

HOMILÍA 4º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 29 DE ENERO DE 2012


HOMILÍA 4º DOMINGO TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 29 DE ENERO DE 2012

“Es a él a quien escucharán”… Una Voz, una Profeta, un Mensajero, un Enviado, Un Maestro, ese es Jesús de Nazaret en medio de nosotros. Él es el indicado para escuchar, es a Él a quien debemos abrir nuestro oído. Es a Él a quien debemos prestar atención. Es a Él a quien debemos acoger en nuestro pensamiento. Es a Él a quien debemos hospedar en nuestro corazón. Es a Él a quien estamos llamados a aceptar y acoger plenamente con su enseñanza.

¿Es verdaderamente a Jesús de Nazaret a quien escucho en mi vida? ¿Es a Jesús de Nazaret a quien escucho hablar en mi historia? ¿Qué escucho que me dice? ¿De que me está hablando Jesús hoy a mi?

Quien escucha se deja enseñar. “Dame Señor oído de discípulo”. Dejarse enseñar es aceptar al Maestro y su mensaje. Quien se quiere dejar enseñar va al Maestro con actitud de escucha. Escucha atenta, escucha reiterada, escucha en el silencio, escucha sin cuestionamientos, escucha con admiración, escucha con asombro, escucha con novedad.

Jesús fue… y comenzó a enseñar” Cuando escuchamos a Jesús con estas actitudes entonces comenzamos a dejarnos enseñar. Deponiendo toda resistencia, argumentación propia, razonamientos originados en mí. Y comienzan a haber pensamientos, quereres, sentimientos, actitudes originados en esta escucha y en esta enseñanza. ¿He depuesto todas estas contra actitudes?

Hay un tiempo pasivo en la escucha absolutamente necesario para que esta sea verdadera escucha:
Esto aleja toda agitación, toda ansiedad, toda pretensión.
Y cerca toda docilidad, toda disponibilidad, toda sencillez, toda aceptación.
Me dejo enseñar deponiendo toda dureza del oído rogando al Señor que ablande mi oído, lo vuelva sensible y atraído por sus Palabras.  ¿Me estoy involucrando en todas estas actitudes?

Hay un tiempo activo de la escucha:
Es en primer lugar la alegría en la escucha, la alegría de dejarme enseñar por el Señor Jesús. La alegría de querer aprender de Jesús. La alegría de estar escuchando a Jesús, la alegría del asombro de tener la oportunidad de escuchar a Jesús. ¡Es un privilegio escuchar a Jesús! ¡Es un regalo impagable poder escuchar a Jesús! ¿Encuentro esta alegría nacer en mí frente a las palabras de Jesús?

La escucha hace nacer en mí la actitud de querer moverme tras esas palabras, irme con ellas a recorrer todos los ámbitos que esa enseñanza de Jesús me abre. Nace en mí la posibilidad de la respuesta, el deseo de la respuesta. La palabra escuchada de Jesús se mueve libremente en mi interior y recorre todas mis dimensiones acompañada por mí, voy abriendo todos las habitaciones y dejo que en cada una de ellas esa palabra escuchada impregne su presencia, deje rastros de su resonancia.

La escucha de Jesús provoca en mí un movimiento hacia una revisión de todo lo conocido y aprendido hasta el momento. No importa que, todo se pone a la luz de su Palabra, todo. No conozco ya nada que no lo conozca de mi Señor Jesús. Todo mi conocimiento se vuelve lo que el señor Jesús me haces conocer, todo mi conocimiento se vuelve conocer al Señor Jesús. Así, voy conociendo como soy conocido y conozco a mis hermanos como el Señor me conoce a mi.

La escucha de Jesús se vuelve entonces Palabra viva en mi. Experimento sus movimientos en mi y como todo se ordena y construye en torno a esa Palabra. Es el Señor Jesús como Palabra de vida que me hace vivir acontecimientos inesperados e inexplorados por mi. Me siento llevado y a la vez me dejo libremente conducir a lugares nuevos porque su doctrina es nueva, porque Dios es siempre nuevo, Dios es en Jesús una creación, un hacer de la nada, porque todo es nada frente a la Palabra de vida de Dios en Jesús. Voy decididamente tras esa novedad que me precede y acompaña.

Me lleno de asombro frente a la enseñanza de Jesús. No para de asombrarme, aun cuando experimento mi aridez y hastío se que es por la negación de mi parte a la novedad de Dios es Jesús y porque aún pretendo saber algo fuera de Jesús crucificado, de Jesús resucitado. El asombro vuelve cuando vuelvo una y otra vez sin prejuicios y sin pretensiones (porque Dios no puede hablar a los jactanciosos, a los que se creen que son algo y más aún  a los que creen que lo que proclaman sus labios basta para creer, esperar y amar en Dios).

Y aún más me vuelvo palabra de Dios para mis hermanos y no quiero tener otra cosa que palabras de Dios para mis hermanos, porque esas son para mi las verdaderas palabras, las palabras que valen la pena que salgan de mis labios, las que he escuchado en el silencio, las que ha sido engendradas por Dios y tienen en Él su comienzo y su final. Hablo así palabras de Dios con arrojo y confianza, porque no son mías sino de Dios. Y es el Señor quien nos invita a vivir “sin inquietudes…” porque la única preocupación son “las cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor.” así nuestras vidas se vuelven vidas que se asientan en “lo que es más conveniente” y se entregan “totalmente al Señor.”

Entra en mi ciudad, te abro las puertas… Has llegar mi día, mi sábado de descanso en Ti, contigo… Ven a mi casa, que es casa de oración, tienda del encuentro contigo, casa de tu enseñanza y comienza a enseñar y no te detengas, ven…  Has nacer en mí el asombro de tu enseñanza… Enséñame con tu autoridad, porque solo tu tienes autoridad en mí, no como todas las voces que se alzan en mí… Ven a lo que es impuro en mí. Te entrego todos mis pensamientos, te confío todos mis deseos, pongo ante ti todos mis sentimientos… mi humanidad entera ante ti, para que solo Tu la habites… Esta es tu casa Señor, santuario que fundaron tus manos. Habla fuerte, Señor, que tomo en mí se calle y se postre ante ti, mi Señor y Maestro. Quiero obedecerte: esto es, dejarme llevar solo por ti y hacerme según lo que escucho de ti y lo que aprendo de ti. Que siendo mi Señor tu fama se extienda a todos los que como yo necesitan de ti.

P. Sergio Pablo Beliera

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